domingo, 27 de abril de 2008


Hacer Ejercicios Espirituales
Consejos Espirituales.
El Padre Tirso Arellano, S.J., en su valioso Manual, presenta los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de manera precisa. De ahí transcribimos ahora esta Presentación.“El silencio te habla. Encuéntrate a ti mismo en el silencio. Ponte en marcha, al encuentro del silencio. Quien dice silencio, dice Ejercicios en retiro: oasis de paz, remanso de calma, alto en el camino. El silencio pacifica el alma, tonifica los nervios, sosiega el espíritu. Y hace hallar a Dios. El altavoz de Dios es el silencio. A eso vienes: a pasar unos días a solas contigo mismo y con Dios. A hacer Ejercicios. Los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola.


No te imagines que los días que vas a pasar aquí van a ser días tristes y aburridos: tendrás ocupación abundante e interesante. No creas que vas a tener muchos rezos y a oír largos sermones. Los días de Ejercicios son días alegres y tranquilos. Lo que tendrás que hacer en ellos será pensar mucho. Hacer Ejercicios no es solo oír conferencias sobre temas de espiritualidad. Hacer Ejercicios es trabajar intensamente durante varios días en vencerse a si mismo, en dar orientación definitiva a su vida y poner orden perfecto en ella y en todos los afectos del corazón. No es lo mismo jugar un partido que asistir a él como mero espectador. El protagonista en Ejercicios eres tú. Tú, y no el Director, desempeñas el papel principal. Todo gira alrededor de ti. Todo depende después de la gracia de Dios, de tu trabajo personal. Los Ejercicios requieren activismo vital.
Cuanto mas pienses tu, y medites y reflexiones, tanto mejor harás Ejercicios. Cuanto más te apropies lo que oyes y mejor te lo asimiles, tanto mayor fruto sacaras de los Ejercicios. Cuanto más te dejes empapar de los sentimientos de cada meditación y mejor te pongas a tono con las materias que vayas meditando, tanto mayor efecto producirán en ti. Cuanto más pidas a Dios y más íntimamente comuniques con El, tanto mayores serán las maravillas que se obraran en tu alma. Los Ejercicios son fragua de grandes caracteres y de grandes santos, Los Ejercicios irradian luz que disipa las mas densas tinieblas de la mente; Sosiegan toda inquietud interna. Hacen brotar en el alma un surtidor perenne de alegría. La robustecen para recorrer sin cansancio el camino del deber. Los Ejercicios arreglan el pasado y disponen para el futuro. Para el alma atormentada, son un sedante. Para el alma extraviada, orientación. Luz y paz, Alegría y fortaleza.
No temas esperar demasiado de los Ejercicios. No temas una decepción. Trabaja animosamente por tu parte, Y, sobre todo, pide insultantemente a Dios que te ilumine y te ayude. Emprende con valentía la solución del problema de tu vida. Tienes que salir de Ejercicios orientado, decidido, transformado. Vienes quizás como llego San Ignacio a su casa después de la derrota de Pamplona: herido y enfermo. Tienes que salir como salió el algún tiempo después: resuelto a ser un verdadero cristiano y, si Dios te lo pide, un apóstol y un santo.
Hacer Ejercicios: es emprender una aventura espiritual de trascendencia para toda la vida. Hacer Ejercicios: es una de las cosas mas serias y mas importantes que se pueden hacer. Vale la pena de que lo tomes en serio y que lo pruebes muy a fondo Procura darte cuenta ahora, al principio: ¿como vengo yo a los Ejercicios?, ¿qué problema traigo?”
Ejercicios sobre el perdón: Práctica No. 2
Afectividad

Colócate en una posición cómoda, cierra los ojos, respira profundamente y con suavidad. Ahora imagina que estás en un lugar agradable, cómodo y seguro, advierte la paz que sientes allí. Estás muy a gusto, en calma y en completa relajación. Inspira, y siente cómo te invade una tranquila fuerza.
Ahora piensa en una persona que te provoque algún resentimiento, puede ser del pasado o alguien a quien ves cada día. Forma su imagen en tu mente. Inspira y siente tu fuerza interior. Al dejar salir el aire, salen con él el temor y la inquietud. Ahora invita a esa persona a que venga a ese lugar seguro en el que estás. Inspira y siente la integridad que hay dentro de tu ser, permítete mirar a esa persona.
Comienza a comunicarte con esa persona, a manifestarle los pensamientos y sentimientos que hasta ahora has tenido callados. Con valor y buena disposición, cuéntale la verdad de tu experiencia. Ahora escucha lo que esa persona te dice. Centra toda tu atención en atender a sus palabras y a los sentimientos que tal vez hay detrás de ellas. Sin prejuicios y con paciencia, escucha. Escucha todo lo que tenga que decir, pon atención a la verdad que se esconde detrás de sus palabras. Deja de lado toda acusación, toda crítica, deja de lado el orgullo que se aferra al resentimiento. Inspira hondo y siente la integridad que llevas dentro de tu ser.
Mira a esa persona a los ojos. Deja marchar todo tu temor y ve más allá de su temor. Suelta la carga del resentimiento y permítete perdonar. Deja marchar las críticas y ve con una nueva claridad. Mira más allá de los errores y equivocaciones de esa persona y ve su integridad. La miras nuevamente a los ojos y dejas que los aparentes problemas que se interponían entre ustedes se vayan desvaneciendo hasta que desaparecen. Inspira y siente tu fuerza interior. Si hay alguna otra cosa que deseas decirle, tómate unos momentos para hacerlo.
Ahora dejas marchar el pasado y ves a esa persona como si en este momento la vieras por primera vez. Cada uno de ustedes sabe ahora quién es realmente el otro. Con esa sensación de libertad que va más allá del entendimiento, te despides y la observas marcharse.
Ahora te ofreces a ti ese perdón, dejando marchar todo sentimiento de culpabilidad, las autoacusaciones. Dejas marchar las autocríticas, haces sitio en tu corazón para ti, te abres el corazón, con la seguridad de que siempre mereces tu amor. Siente cómo aumentan tu libertad y tu alegría a medida que abres totalmente el corazón a tu poder de amar, de vivir plenamente.

Ejercicios sobre el perdón: Práctica No. 3

De corazón a corazón
Respira suavemente. Mira el aire saliendo de ti. Mira el aire entrando en ti. Ábrete a él. Continúa respirando sin prisa. Tómate ahora un minuto para escuchar cómo suenan los latidos de tu corazón. Siéntelos bien… Ahora piensa en una persona contra la cual sientes cierto prejuicio u hostilidad… Durante un minuto trata de ver la cara real de esa persona. Imagínate cómo suenan los latidos del corazón de esa persona.
Ahora, imagínate que estás con esa persona en un lugar donde te sientes a salvo… Mírala a los ojos… Los dos se miran a los ojos… Respira profundamente, despacio… Imagina que durante al menos unos minutos los dos están dispuestos a mirarse mutuamente más allá de las apariencias… Escucha lo que esa persona te dice de sus temores… Imagínate que realmente deseas comprender y comprenderla… Dile qué temes de él y en qué es en lo que te ha ofendido. Una vez más escucha cómo suenan los latidos de tu corazón e imagina el sonido del latido de tu compañero. Respira profundamente y con serenidad.



Ejercicios sobre el perdón: Práctica No. 5

Aprender a mirar con otros ojos lo negativo

Respira pausada y profundamente, viendo el aire que entra y sale de tus pulmones.
Imagínate que vas de camino a una importante reunión y te encuentras con un embotellamiento de tráfico.
Comienzas a preocuparte, sientes que te viene dolor de cabeza, que tienes los hombros tensos, y piensas en las peores consecuencias de tu retraso.
Ahora, imagina durante unos minutos que estás allí en tu asiento como un manojo de nervios y te das cuenta que tu ansiedad no hace avanzar más de prisa el carro que tienes delante ni el tuyo, ni el que tienes detrás.
Inspira hondo y sueltas un suspiro. Te dices: “relájate.” Sientes cierto alivio.
Decides que cuando llegues a la reunión sencillamente explicarás lo que te ha sucedido.
Sintonizas tu emisora de música relajante, favorita.
Te recuerdas de nuevo que tienes una opción en la forma de reaccionar ante esa situación y vuelves a afirmar que puedes relajarte.
Haces otra inspiración honda. Te echas hacia atrás en el asiento, respiras profundamente y disfrutas de la oportunidad de estar a solas.
Ejercicios sobre el perdón: Práctica No. 6

Cuando estamos haciendo un trabajo sobre el perdón, puede suceder que descubramos en nuestro interior una herida antigua que aún sigue viva, aunque de manera inconsciente. Esta herida es capaz de bloquear nuestro proceso de perdón. Por eso es necesario hacerla consciente y someterla a un proceso de curación. Un sacerdote psicoterapeuta nos propone hacer la siguiente
MEDITACIÓN: Adopta una postura cómoda, relájate. Durante varios minutos aparta de ti toda posible distracción, para ello respira profundamente y céntrate en tu proceso de respiración. Inspira despacio. Expira despacio y céntrate en el aire que entra y que sale.
Tómate tiempo para entrar en ti mismo, como has hecho en otros ejercicios de meditación. Vuelve a la situación creada por la ofensa y revive lo que sucedió. Date tiempo para identificar la herida y nombrarla con precisión.
Permanece en contracto con la emoción o el conjunto de emociones que emerge de ti. Después a partir de la emoción identificada o del complejo de emociones, vuelve a tu pasado como si pasaras una a una las páginas de un álbum de recuerdos. Guiado por la misma emoción, deja emerger las imágenes, los recuerdos o las palabras vinculadas a las diversas épocas de tu vida pasada.
Cuando te hayas remontado hasta el recuerdo más lejano, concédete tiempo para volver a ver y a vivir la escena. ¿Qué edad tienes? ¿quién está contigo? ¿qué pasa? ¿cómo reaccionas? ¿qué decisión tomas después de este acontecimiento doloroso?
Recuerda el niño que eras. ¿Cómo estás vestido? ¿dónde está? ¿cómo lo describirías? Observa lo que vive como si estuviese ahí, presente ante ti. Explícale todo lo que pasó. Bendice al Señor por él y dale gracias. Jesús está también presente dándote su amor. Encauza el amor de Jesús hacia la herida que tanto daño te hace. Dile a Jesús: unge, Señor esa herida con el óleo de tu Espíritu, con tu sangre amorosa. Y deja que Jesús realice esta unción que es sanción.
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Tu amor, Señor
Haz Esto Por Lo Menos
Hermano, No Te Rindas
Súplica de perdón y sanación
Lo Fácil Y Lo Difícil

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Ejercicios sobre el perdón, 25

Necesidad del perdón en nuestra vida:
Es tanta la importancia del perdón en nuestra vida, que no son necesarios muchos discursos para comprender la imperiosa necesidad que tenemos de él. Con sólo ver el panorama mundial nos damos cuenta de la necesidad del perdón. Nadie está libre de herir, de ofender, de recibir heridas, como resultado de frustraciones, decepciones, problemas, traiciones. Las dificultades ocasionadas por la vida en sociedad aparecen por doquier: conflictos entre los esposos, en las familias, entre las personas divorciadas, entre jefes y empleados en el trabajo, entre amigos, entre vecinos, entre razas, entre naciones. Y todos tienen necesidad de perdonar para restablecer la paz y continuar viviendo juntos en paz. En la celebración de unas bodas de oro preguntaron a la pareja cuál era el secreto de su longevidad conyugal. La esposa respondió: “después de una pelea, nunca nos hemos ido a dormir sin pedirnos mutuamente perdón”.
Intentemos imaginar cómo serían unas relaciones entre personas, en la familia, en nuestra vida personal sin perdón. Las consecuencias serían gravísimas. Estaríamos condenados a nunca poder librarnos de los daños sufridos, a vivir siempre resentidos, a permanecer aferrados al pasado y a estar buscando la venganza.
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Nuestra Más Grande Necesidad
Esquema de Nuestro Punto de Partida
Con inmensa tristeza
¿Te Sabes Hija De Dios?
¡Dios salvó a mi pequeña Laura!

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Ejercicios sobre el perdón, 24

Curación de los Sentimientos Negativos1Ts 5,23-24
Después de haber reflexionado sobre la misericordia del Padre, de Jesús, vamos a reflexionar sobre un tema fundamental para nuestra vida, y que brota de la misericordia de Dios, la curación o sanación de toda la persona. En efecto, el odio, los rencores y otros sentimientos dañinos, de los cuales ya hemos hablado, son enfermedades del alma y del espíritu con un gran poder para debilitar el vigor del cuerpo con una cantidad de enfermedades, pero que se pueden sanar.
El Señor Jesús, al encarnarse, ha querido venir a sanarnos de todas nuestras enfermedades y dolencias del cuerpo, del alma y del espíritu. Ordinariamente asociamos la curación con médicos, curanderos, medicamentos y otras ayudas. Pero, sin dejar a un lado a éstos, Jesús asocia la curación con la fe y el amor, y con la proclamación de la Buena Nueva. Los tesoros de fe y amor, que el Señor ha puesto en nuestro corazón, crecen tanto más cuanto más se comparten. Interesarnos por los que sufren, orar por los enfermos y con ellos, es un modo muy práctico de proclamar nuestra fe y expresar nuestro amor, orando por los enfermos y con ellos.
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Comte, predicador de la ciencia como “religión de la humanidad”
El Regalo
Cuando habla Dios
La Fe en Tiempos Postmodernos
57. Amor de Dios Hecho Visible

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Ejercicios sobre el perdón, 23
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LA DEPRESIÓN:
Les invito a una reflexión sobre la depresión, enfermedad que también nosotros podemos adquirir al dar cabida a pensamientos y sentimientos negativos obsesivos, a relaciones difíciles con los padres, con la pareja, con otras personas, y en general, a incapacidad de perdonar, y de sacar de nuestra mente ciertas ideas y sentimientos contra otras personas, contra la vida, contra Dios, hundiéndonos en una tristeza permanente y en tedio por la vida. En este trabajo seguiré de cerca la XVIII conferencia Internacional celebrada en Roma sobre “La depresión”. Hoy se afirma que la más grave enfermedad de nuestro tiempo no es el cáncer, ni la malaria, ni el sida, ni siquiera el hambre que asola a multitudes inmensas en el llamado tercer mundo. La más grave enfermedad del mundo contemporáneo es «la pérdida del gusto por la vida». Y no puede ser de otro, afirmó el cardenal Paul Poupard en su charla sobre Las ideas depresivas del mundo contemporáneo, cuando se ha estrangulado la vida humana en la verdad misma de su ser. En efecto: “convertido el trabajo en mero instrumento del dinero que la polilla y la herrumbre corroen; el amor y la amistad aniquilados en la soledad que convierte al otro en puro objeto de interés egoísta; y reducido el deseo de infinito al instante, que hoy es y mañana es arrojado al fuego; en un mundo así, ¿cómo podrá nadie liberarse de la depresión en cualquiera de sus formas? La difusión de la depresión constituye un fenómeno que preocupa, y mucho, a la Iglesia. Por eso, a quienes se encuentran afligidos por este enfermedad, el Papa les propone profundizar en su vida espiritual para descubrir el amor de Dios y superar así ese estado de falta de ánimo. La vivencia de la fe proporciona puntos de referencia sólidos para edificar sobre ellos una personalidad madura e integrada. La receta del Pontífice para superar la depresión está en coincidencia con los consejos de psiquiatras y psicólogos.
Realización: El Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud, presidido por el cardenal Javier Lozano Barragán, convocó en el Vaticano, del 13 al 15 de noviembre del 2003, la XVIII Conferencia Internacional sobre “La depresión”. El tema interesa no solo a médicos sino a la sociedad en general y también a la Iglesia. Para afrontar esa enfermedad y buscar soluciones congregó al fin de semana a 600 médicos, laicos comprometidos y hombres de Iglesia. En la actualidad hay en el mundo más de 340 millones de personas que padecen depresión, y, en el año un millón de personas se quitan la vida.
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Sigamos oyendo…
La Depresión
La Depresión
Con inmensa tristeza
Si se nos va…

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Ejercicios sobre el perdón, 22
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LA AMARGURA: (Hebr 12,14; Ef 4,31-32; Gal 5,19-21)
Cuando una persona no irradia felicidad ni goza de una actitud sana, probablemente se deba a que no ha sabido rodear su existencia, su personalidad de aspectos positivos; cuando revivimos un recuerdo negativo, llevando cuenta de ofensas que se nos han causado, el recuerdo se convierte en amargura que entristece nuestra existencia. No importa si la causa del rencor sea real o imaginada, su veneno nos carcome poco a poco hasta que se derrama sobre todo lo que nos rodea y lo corroe. Pienso que todos hemos conocido personas amargadas. Tienen una memoria extraordinaria para los más insignificantes detalles negativos, se consumen en quejas y se ahogan en resentimientos. Llevan cuenta minuciosa de las ofensas sufridas, y siempre están listos para demostrar a los demás cuánto han sido ofendidos. Por fuera aparentan tranquilos y serenos, pero por dentro revientan por su amargura reprimida. La amargura afecta todos nuestros sentimientos, acciones haciendo infeliz, atormentada y resentida a la persona amargada.
Naturaleza de la amargura: La amargura habla de alguien que carga sobre sus hombros características dañinas, no solo para su desarrollo emocional sino para aquellos que le rodean. En cada ser humano hay unas cuotas razonables de amargura provocada por muy diversas circunstancias. Podemos decir que es casi connatural a la persona esa falta de dulzura por las cosas de la vida. Lo que nos debe preocupar es que la amargura se convierta en un sentimiento constante en el día. La amargura es una herida en el alma que va más allá de los malos momentos que nos hayan hecho pasar, o de las maldades que hayamos cometido. La amargura es la victoria del mal, que quita la alegría de vivir, son esos sentimientos mal encauzados que te encierran en ti mismo. Para la persona amargada no existe el pasado, ni el presente, ni el futuro, solo existe esa falta de ilusión que tienen los que están muertos en vida, pues la amargura destruye y mata el espíritu humano.
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Hacer Ejercicios Espirituales
Propósito Santo
Predicadores
Ejercicios sobre el perdón: Práctica No. 4
Ejercicios sobre el perdón: Práctica No. 5

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Ejercicios sobre el perdón: Práctica No. 5

Aprender a mirar con otros ojos lo negativo

Respira pausada y profundamente, viendo el aire que entra y sale de tus pulmones.
Imagínate que vas de camino a una importante reunión y te encuentras con un embotellamiento de tráfico.
Comienzas a preocuparte, sientes que te viene dolor de cabeza, que tienes los hombros tensos, y piensas en las peores consecuencias de tu retraso.
Ahora, imagina durante unos minutos que estás allí en tu asiento como un manojo de nervios y te das cuenta que tu ansiedad no hace avanzar más de prisa el carro que tienes delante ni el tuyo, ni el que tienes detrás.
Inspira hondo y sueltas un suspiro. Te dices: “relájate.” Sientes cierto alivio.
Decides que cuando llegues a la reunión sencillamente explicarás lo que te ha sucedido.
Sintonizas tu emisora de música relajante, favorita.
Te recuerdas de nuevo que tienes una opción en la forma de reaccionar ante esa situación y vuelves a afirmar que puedes relajarte.
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Tienes Derecho, Pero …
Haz Esto Por Lo Menos
Ejercicios sobre el perdón: Práctica No. 3
Pon a prueba tu fe
Ejercicios sobre el perdón: Práctica No. 2

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Ejercicios sobre el perdón, 21
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EL SENTIMIENTO DE LA IRA(Ef 4, 23-26; Jn 2, 14-16)
Les invito a reflexionar sobre la ira, que juega un papel importante en nuestras relaciones. Cuando no somos señores de ella, cuando no tenemos la vigilancia necesaria de nuestras reacciones emocionales o no perdonamos, nos descontrolamos. Si no somos conscientes de nuestros sentimientos o no los trabajamos, podemos comportarnos inconscientemente de modo injusto y destructivo, pues actuamos por instinto. Los sentimientos tienen influencia profunda sobre nuestras ideas, opiniones, acciones y, en general, sobre nuestro cuerpo y nuestro comportamiento.
Podemos enojarnos, pero sin pecar. Por principio y de suyo la ira no es mala, pues todos tenemos el justo derecho de tomar represalia por las ofensas, según la recta razón y la ley general. Mientras el hombre se atenga al dictamen de la razón y obre de acuerdo con las exigencias de la naturaleza, la ira es un acto digno de alabanza; es un deber del que la ley puede pedir cuentas. Por eso, pudo decir san Juan Crisóstomo: “Quien con causa no se aíra, peca. Porque la paciencia irracional siembra vicios, fomenta la negligencia, y no sólo a los malos sino también a los buenos los invita al mal”. Sólo cuando se excede la medida racional, o cuando no se llegue al justo medio, la ira o la no ira, son pecado. No se puede decir que una persona airada esté pecando, ya que su acto de ira puede responder en proporción justa, a la medida racional que la ira por celo está reclamando de él, pues al centrarse la ira en la venganza, si el fin de la venganza es recto, la ira es buena.
Las primeras comunidades: Los cristianos de la primera comunidad apostólica se amaban y se trataban mutuamente como hermanos (cf. Hech 2,42-47). Con el paso del tiempo, las comunidades fueron creciendo en tamaño y en número y fueron creciendo las diferencias personales (cf. 1Cor 11, 17-22). Incluso, se hizo más difícil recordar que ser cristiano suponía fuertes exigencias en las relaciones personales. No basta con haber recibido el bautismo, con rezar y participar en la celebración de la Eucaristía. Los cristianos tenían que vivir su fe en el contacto con el hermano, en sus relaciones de cada día, que se fueron cargando de conflictos. Avanzando el tiempo las comunidades empezaron a tener fuertes dificultades en las relaciones, a caer en la mediocridad, y destruir así la vida comunitaria.
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Ejercicios sobre el perdón, 6
Ejercicios sobre el perdón, 5
Ejercicios sobre el perdón: Práctica No. 2
Ejercicios sobre el perdón, 8
Ejercicios sobre el perdón, 9

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Ejercicios sobre el perdón, 20
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La Cólera
Les invito a reflexionar sobre el sentimiento de la cólera. Es una realidad muy normal en nuestra vida y todos la conocemos. Nuestra vida diaria de relación con los demás trae, junto con muchas alegrías, una parte de frustraciones, exasperaciones, obstáculos para la comunicación entre las personas. De ahí la importancia de no dejar remansar en nuestro interior las pequeñas cóleras, porque se pudren y nos hacen mucho daño. Es necesario expresarlas de la manera más constructiva posible. La cólera tiene dos hermanas gemelas que son la ira y la rabia; tía de ellas es la violencia. Toda esta familia está a disposición de la cólera; si no sabemos trabajarlas a tiempo tienen efectos deletéreos.
La cólera evoca escenas de extrema violencia, lo cual hace que se tenga gran miedo a experimentar esta emoción. A algunos les resulta difícil ver en la cólera y en el deseo de venganza realidades psicológicas sanas en sí mismas. Se puede utilizar el término sanamente para describir el estado de irritabilidad interior provocado por una contrariedad, un insulto o una injusticia. O en forma incorrecta llamar a la “cólera” odio o resentimiento, cuya finalidad es hacer daño al otro o incluso destruirlo. Ella nos habla del estado de irritabilidad interior provocado por una contrariedad, un insulto o una injusticia. No podemos asimilarla al odio o al resentimiento, cuya finalidad es hacer daño al otro o incluso destruirlo. Hay que distinguir, pues, la emoción pasajera de la cólera del sentimiento voluntario de odio o de resentimiento. Aunque la cólera sea un movimiento violento del alma, tiene, a pesar de las apariencias, elementos positivos. Es una reacción normal ante una injusticia, una búsqueda de autenticidad y un esfuerzo para suprimir el obstáculo que oculta el amor ajeno. El resentimiento, por el contrario, se introduce en el corazón humano como un cáncer y sólo se aplaca cuando el ofensor es castigado o humillado. Puede revestir diversas formas: sarcasmo, odio duradero, actitudes despectivas, hostilidad sistemática, crítica reprobatoria y pasividad agresiva, que mata cualquier posible alegría en las relaciones.
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Hacer Ejercicios Espirituales
Predicadores
Ejercicios sobre el perdón: Práctica No. 4
Ejercicios sobre el perdón: Práctica No. 5
Ejercicios sobre el perdón: Práctica No. 3

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Ejercicios sobre el perdón, 19
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Causas de la violencia: Hace pensar la creciente violencia imperante en todos los ámbitos del mundo y de nuestra sociedad. Pero perturba todavía más la exaltación abierta que se hace de ella, por pare de personas y hasta de países, sin respetar siquiera el universo infantil. Necesitamos cuidarnos para que la pasión no haga de nosotros seres adictos a la violencia. Era lo que más temía Pablo para los nuevos cristianos: “Queridos míos, no se venguen, no se dejen vencer por el mal; venzan el mal con el bien” (Rm 12,19-21). Tratemos de profundizar para ver a qué podemos atribuir este crecimiento casi astronómico de la violencia.
En este campo son múltiples las causas, no podemos ser simplistas. Pero hay una estructura, que ha sido erigida en principio y que explica, en gran parte, la atmósfera general de violencia de nuestro mundo y este principio es la competitividad o la competencia sin límites.
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Ejercicios sobre el perdón, 18
Bendecido, Bendigo
Proceso de Paz en Irlanda del Norte
La Mentira Descubierta
Civilización Del Amor

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Ejercicios sobre el perdón, 18
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La Violencia(Gen 3, 8; Gen 3,1-19; )
Les invito a reflexionar sobre un sentimiento que está en la raíz de toda vida humana, que acompaña a todo mortal, la violencia. No es algo nuevo para la humanidad e irrumpe en la vida humana desde el paraíso terrenal, acompañando al hombre desde entonces. En la sociedad actual, la violencia se ha convertido en una epidemia. Hay naciones donde los asesinatos, las violaciones, los robos, los asaltos violentos y los allanamientos han alcanzado niveles alarmantes en las últimas dos décadas. Elementos de formación humana tan poderosos como el cine y la TV se han convertido en maestros insuperables de la violencia, llegando hasta el hogar. Nos hemos convertido en volcanes de impaciencia, violencia y terrorismo. Y no fue así desde el principio.
El aliento de Dios llenó los abismos: “Las tinieblas cubrían los abismos, mientras el espíritu de Dios aleteaba sobre la superficie de las aguas” (Gen 1,2). El abismo, símbolo de completa desolación, esperaba su transformación, anhelaba la vida. Entonces, Dios inundó de luz las tinieblas, eliminó el caos, creó un paraíso, y colocó allí al hombre, “insuflando en su narices un aliento de vida” (Gen 2,7).
Ejercicios sobre el perdón, 18
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La Violencia(Gen 3, 8; Gen 3,1-19; )
Les invito a reflexionar sobre un sentimiento que está en la raíz de toda vida humana, que acompaña a todo mortal, la violencia. No es algo nuevo para la humanidad e irrumpe en la vida humana desde el paraíso terrenal, acompañando al hombre desde entonces. En la sociedad actual, la violencia se ha convertido en una epidemia. Hay naciones donde los asesinatos, las violaciones, los robos, los asaltos violentos y los allanamientos han alcanzado niveles alarmantes en las últimas dos décadas. Elementos de formación humana tan poderosos como el cine y la TV se han convertido en maestros insuperables de la violencia, llegando hasta el hogar. Nos hemos convertido en volcanes de impaciencia, violencia y terrorismo. Y no fue así desde el principio.
El aliento de Dios llenó los abismos: “Las tinieblas cubrían los abismos, mientras el espíritu de Dios aleteaba sobre la superficie de las aguas” (Gen 1,2). El abismo, símbolo de completa desolación, esperaba su transformación, anhelaba la vida. Entonces, Dios inundó de luz las tinieblas, eliminó el caos, creó un paraíso, y colocó allí al hombre, “insuflando en su narices un aliento de vida” (Gen 2,7).
En este mundo creado por Dios existía la vida, nunca la confusión, el desorden o la violencia. Todos los vivientes estaban conectados en su nivel más profundo por el aliento íntimo y amoroso de Dios, su Espíritu Santo, que El, en una intimidad amorosa, introdujo en nosotros dándonos su vida. El mismo aliento de Dios, su amor tierno, penetró en las criaturas, era la vida que todo lo vivificaba. Introducir dentro de otro nuestro aliento (Gen 2,7) es un simbolismo que expresa participar la vida, el amor, quedar afectados con una relación de intimidad que produce vida amorosa y energía nueva. La Comunidad divina nos participó su vida, su amor y así vivíamos en una amistad íntima con El y con todas sus criaturas llenando todo de mansedumbre, de suavidad, de bondad. Dios se paseaba todos los días por el jardín a la brisa de la tarde como signo de amistad con su criatura, el hombre, y con todos los seres de la naturaleza, creados amorosamente por Dios. No existía la violencia; en todos los vivientes existía el aliento de Dios: una dulce amistad unía a todos los vivientes (Gen 3, 8). El aliento de Dios llena de vida la creación. Desde entonces, si la vida empieza a faltar, otra persona puede introducir su aliento, boca a boca, en los pulmones para estimular la vida. Esa acción de reanimar, característica de Dios Padre, ha sido entregada al hombre. Así participamos en el proceso constante de reavivar, dar vida, y jamás quitarla.
El hombre fue creado sin violencia. En el paraíso no era necesario sacrificar animales para alimentarse. Dice la Escritura que: “Yaveh Dios plantó un jardín en Edén, donde colocó al hombre que había creado. Hizo brotar del suelo toda clase de árboles deleitosos a la vista y buenos para comer” (Gen 2,8-9) y dio al hombre este mandato: “de cualquier árbol del jardín puedes comer, menos del árbol de la ciencia del bien y del mal” (Gen 2,16). Los árboles que plantó Dios le daban al hombre el alimento necesario y suficiente. No había necesidad, por tanto, de ningún género de violencia, ni siquiera para el sacrificio de animales. Además, la primera pareja vivía en unas relaciones idílicas, en íntima amistad con Dios, consigo mismo y con la naturaleza. Los árboles frutales, el sol, la luna, los mares, las aves, los animales, la mujer y el hombre eran todos hermanos y amigos, hijos del Padre que inspiró la misma fuente de vida interior en amistad.
Origen de la violencia: La Palabra de Dios muestra que las tendencias para interrumpir el aliento amoroso de Dios en nosotros, para quitar violentamente la vida, se inician cuando el hombre desobedece a su Creador, perdiendo su amistad. El libro del Génesis narra que Adán y Eva desobedecieron, es decir, se les inoculó el virus del individualismo y se rebelaron contra Dios, rompiendo su relación con Él, comiendo del fruto prohibido y dando origen a la violencia en el mundo. En efecto, el pecado es el inicio y el origen de toda violencia.
Ruptura en cadena: Después de este primer acto de violencia, de rebeldía contra Dios, rompieron también sus relaciones entre ellos: Adán acusa vilmente a Eva: “la mujer que me diste por compañera me dio y comí” (Gen 3,12). Rompieron con los animales: “la serpiente me engañó” (Gen 3,13). Rompieron en forma indigna con la naturaleza: “maldito será el suelo por tu causa” (Gen 3,17).
La violencia se continuó en cadena. Poco después de haber sido expulsados del paraíso vino el primer incidente de violencia física del cual existe un registro. Caín, al darse cuenta de que el sacrificio de su hermano Abel era más agradable a los ojos de Dios, tuvo envidia, se llenó de violencia y, en un arranque de celos, mató a su hermano. La raza humana conoció los arrasadores efectos de la violencia, conoció el asesinato. Ya para el tiempo de Lamec, el tataranieto de Caín, la violencia había llegado a niveles muy elevados y de hecho se le celebraba. Lamec se vanagloriaba de sus habilidades para cometer actos inapropiados y perpetrar actos de violencia masiva que fueron una respuesta desproporcionada a las ofensas cometidas contra él: “Yo maté a un hombre por una herida que me hizo y a un muchacho por un cardenal que recibí. Caín será vengado siete veces, mas Lamek lo será setenta y siete” (Gen 4, 23-24).
Tratamiento de la violencia: Creció tanto la violencia que Moisés tuvo que dictar una ley para frenarla en algo. Dios le dictó a Moisés el principio del “ojo por ojo, y diente por diente” para limitar la violencia. Debe ser una violencia proporcionada, no se permite tomar una vida por un ojo, o mutilar un miembro del cuerpo por un diente. La ley de Moisés fue el primer paso de Dios para tratar la violencia de la humanidad, insistiendo en la justicia. La ley no elimina la violencia, pero le pone un freno.
La directriz final de Dios para tratar la violencia vino con Jesucristo, según lo indica el evangelista Mateo, que expresa el tratamiento a la violencia en dos momentos. Primer momento: “Oyeron que se dijo: Ojo por ojo, y diente por diente. Pero yo les digo: No resistan al malo; antes, a cualquiera que te golpea en la mejilla derecha, vuélvele también la otra...” (Mt 5,38-39). Segundo momento: “Oyeron que se dijo: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, oren por los que les persiguen y calumnian...” (Mt 5,43-45). El distintivo de los hijos de Dios es el amor, nunca la violencia.
Entre los antiguos semitas imperaba ya la ley de la venganza, que era el desencadenamiento de la violencia, que daba lugar a unas interminables luchas y crímenes. La ley del talión: “Ojo por ojo y diente por diente” constituyó en aquellos primeros siglos del pueblo elegido un avance ético, social y jurídico notorio que frenaba la violencia. En ese avance el castigo no podía ser mayor que el delito, cortando así de raíz la interminable cadena de venganzas.
Jesús da un definitivo avance, en el que juega un papel fundamental el sentido del perdón y la superación del orgullo. Jesús establece que el cristiano no tiene enemigos personales. Su único enemigo es el mal, el pecado, pero nunca el pecador. Así lo vivió especialmente con los que le crucificaron y todos los días con los pecadores que se revelan contra Él y le desprecian.
En pocos versículos Cristo eleva las estrategias de la humanidad para lidiar con la violencia a un nuevo nivel. Los seguidores de Cristo ya no tienen que tratar con la violencia de sus enemigos sólo en base de la justicia, que enfatiza una represalia proporcional, sino en base al amor. Cristo revela que el remedio final de Dios en cuanto a la violencia no es la violencia, la venganza, la represalia, sino la reconciliación.
Cristo rechaza la violencia: Él indica claramente que “todos los que tomen la espada, a espada morirán” (Mt 26, 52). Se ve cómo la ley de la continuidad funciona en este caso: el odio produce más odio, la violencia engendra más violencia. Además, la violencia no soluciona los problemas reales y subyacentes que están involucrados en un conflicto. La violencia es un ataque contra la persona, no contra los problemas; en realidad no se enfrenta a los problemas subyacentes tales como el miedo, el odio y la pobreza. Es una simplificación grave suponer que la violencia es la solución a los problemas personales, políticos o sociales. La violencia elimina toda posibilidad de entendimiento y, por ende, también toda posibilidad de reconciliación.