jueves, 18 de agosto de 2011

Raúl Marcelo Scozzina, el obispo de los campesinos

Raúl Marcelo Scozzina, el obispo de los campesinos

por Murtagh, Ricardo · 1 Comentario

murtagh-scozzinaMurió en junio el último obispo de un grupo que dejó su huella en una región de altísimos contrastes: el Noreste argentino y que se organizaron para trabajar juntos en la “Región Eclesiástica NEA”.



…y elevó a los humildes (Lc 1, 52)

Nacido en San Martín Norte, Santa Fe, en 1921, el fraile franciscano Raúl Marcelo Scozzina fue designado obispo de Formosa siendo muy joven, a los 36 años, y murió el pasado 11 de junio poco antes de cumplir 90. Respetuoso con los humildes y respetado por los poderosos, en sus exequias se palpó el afecto de quien había querido ser relevado de la responsabilidad de su cargo 33 años atrás, pedido al que accedió Juan Pablo II. Por decisión testamentaria sus restos serán depositados en una humilde capilla de Campo Alegre, recóndita población a 265 km de la capital formoseña. Allí existe una imagen de la Virgen de los Pobres. Gustaba que lo llamaran Pacífico por su nombre de profesión religiosa; quiso descansar en la tierra y con los pobres entre los pobres.

La escasa población de Formosa está dispersa en un amplio territorio. Tuvo un alto crecimiento entre 1960 y 1980 –al retiro de Scozzina–, cuando la densidad de población subió de 2,5 a 4,1 hab/ km2. En el extremo noroeste, lindante con Salta, está el departamento Ramón Lista, el más pobre del país, con 87% de población aborigen (hay estimaciones confiables de que entre el 70 y el 80% de la población actual de los departamentos del oeste de la provincia corresponde a pueblos originarios).

El importante componente de estos pueblos en Formosa (existen tres etnias: pilagá, toba y wichi) remite a una población de cultura rural cazadora y recolectora que para subsistir debe ocuparse en tareas temporarias de recolección, sobre todo de algodón, o en obrajes madereros y estancias. En ambientes urbanos, ciertamente escasos en Formosa, más aún a fines de los ‘50, el recurso era “la changa”, el trabajo esporádico y el servicio doméstico en el caso de la mujer. En pocas palabras, además de discriminados, pobres entre los pobres.

Obispos trabajando juntos

Los obispos del NEA habían sido nombrados a horcajadas del cambio de década de 1960, creadas las diócesis de Reconquista, Formosa y Posadas en 1957, y Goya y San Roque (R. Sáenz Peña) en 1961. Crear una diócesis supone más que acuerdos y arduas tramitaciones, implica abordar un espacio físico y dotarlo de los recursos (institucionales, físicos e instalaciones) que el ejercicio pastoral requiere, tarea, ciertamente, del titular de la nueva jurisdicción. Se necesitan personas capaces de colaborar en la pastoral que se pretenda implementar, formados y comprometidos, máxime cuando se trata de territorios extremadamente carentes de recursos. Y esta tarea hubo de encarar el padre Pacífico, joven obispo: organizar una diócesis en un extenso territorio en el que aparte del ferrocarril que corría de SE a NO sólo tenía una ruta troncal paralela, en su mayor parte de tierra (la misma que desde 2004 lleva su nombre). Contaba que gracias al contacto con un obispo norteamericano en el Concilio Vaticano II consiguió la ayuda material con la que financió los primeros agentes de pastoral y sostener sus actividades.

Scozzina pensaba que la acción pastoral debía realizarse con la gente, capacitándola y dándole la posibilidad de desarrollarse y asumir responsabilidades: “No había que preocuparse de amontonar ladrillos, sino de formar la gente”.1 Además de ocupar diócesis recién creadas, estos obispos y sus pares vecinos compartieron la preocupación por los que menos tenían y se abocaron, como correspondía en la realidad de sus jurisdicciones, al ámbito rural. Eran años de importantes cambios y tensiones en ambientes seculares y eclesiásticos, como los reacomodamientos del fin de la Segunda Guerra Mundial y el Concilio Vaticano II. La preocupación por los más pobres fue asumida en forma grupal. A instancias de uno de ellos, monseñor Juan José Iriarte, de Reconquista, y previo al Concilio Vaticano II, se habían constituido como la Región Eclesiástica del NEA, la primera en el país, y comenzaron a trabajar en sintonía con el Movimiento Rural de la Acción Católica Argentina (MR). El énfasis en lo rural se sostenía con el esforzado aporte del MR, que fortalecía grupos y comunidades y tenía un programa muy definido y activo de capacitación para maestros y animadores rurales. Su lógica del “igual por el igual” y el método de Ver, Juzgar y Actuar determinaban que la búsqueda de soluciones se concretara entre pares y a la medida de sus capacidades: “Lo vi entonces y lo sigo viendo como una de las cosas más positivas que pude hacer como obispo, es decir, que el Movimiento Rural, el regionalismo, me ayudó mucho a desarrollar mi actividad misionera y pastoral, porque me abría campos. Junto con los responsables del Movimiento Rural visitaba a los grupos, los encontrábamos en los momentos en que estaban reunidos, siguiendo las lecciones por radio, caer así sorpresivamente (…) Justamente eso era la promoción, porque se daba conocimiento a la gente, se los estaba, a muchos de ellos, alfabetizando, se les estaba abriendo un mundo nuevo”.

También trabajó en estrecha asociación con el Instituto de Cultura Popular (INCUPO) y frecuentemente usaba su lema “Juntos podemos”. Scozzina solía referirse al aporte que podía hacer la Iglesia a los campesinos con un ejemplo. Una vez llegó sin aviso a una cooperativa muy incipiente, de no más de siete pequeños campesinos, en la zona de El Colorado. Se arrimó al lugar donde estaban trabajando y empezó a conversar: “Les dije: ¿Ya están sacando alguna ventaja, algo se está produciendo? Yo, cura obispo, mirando el sentido económico o material (…). Y uno me dice: Y, monseñor, ya hemos encontrado la amistad”. La posterior y estrecha vinculación entre el Movimiento Rural y las Ligas Agrarias, que en Formosa se constituyeron como la U.Li.Ca.F, también marcó la gestión de monseñor Scozzina, que supo acompañar pero sin intervenir en la conducción de esas organizaciones. El pasaje de la atención de los grupos de campesinos de un movimiento a otro, probablemente por tratarse en su gran mayoría de los mismos promotores o animadores, transcurrió de manera natural, coordinada y sin estridencias.

Refiriéndose al primer acto público de U.Li.Ca.F, Scozzina, muy conocedor de una diócesis con alta explotación de mano de obra intensiva y de la licitud de los reclamos por precios y condiciones de trabajo dignas, contaba: “Asistí porque me pidieron y hablé, los animé, estaban luchando por sus derechos, les correspondía”. Y agregó luego: “Seguí con su defensa, sobre todo cuando vino la represión militar, ahí tuve que sacar la cara, hablar.2 En el caso de Formosa, los campesinos que se habían ya vivido, formado en el Movimiento Rural supieron oponerse a infiltraciones extremistas y violentas”. “Hice mucho junto a los dirigentes del Movimiento Rural que tuve en tiempo de obispo –dice–, sobre todo de uno a quien recordamos y queremos tanto (N.d R. Oscar Ortiz, empeñoso comunicador y animador comunitario ya fallecido). Me llevaron a hacer mucho, me abrieron caminos, me hicieron arrimar a la gente, yo que por temperamento soy más bien esquivo. Por eso valoro mucho esto del tema de región del noreste, de los obispos, principalmente de los siete primeros, sin quitar valor o peso a lo que sucedió después. Hablo de mis primeros años, de mi primer trabajo realmente misionero, apostólico, que significó el regionalismo, el impulso, el apoyo, el entusiasmo que nos daban y el hecho completo del Movimiento Rural. (…) Sólo Dios sabe lo que hay ahí, justamente es algo normal en la vida del misionero no ver los frutos”. Queda a la historiografía el desafío de indagar las razones personales y probablemente también políticas que llevaron a Scozzina a solicitar su retiro anticipado, cuando sólo tenía 57 años.



1. Los textos encomillados corresponden a una entrevista grabada en junio de 2001 por gente cercana a INCUPO.

2. Como reclamo por la detención del sacerdote francés Santiago Renevot cura párroco de El Colorado, en noviembre de 1975, cerró por un día las capillas e iglesias de la diócesis. “Es lamentable que se haya interpretado su accionar a favor del campesinado pobre como una actuación marxista” decía el documento firmado por él y 17 sacerdotes de su clero.