miércoles, 24 de agosto de 2011

EL PROBLEMA DEL SUFRIMIENTO


EL PROBLEMA DEL SUFRIMIENTO


INTRODUCCION GENERAL

1. Justificación
Por qué dedicar estas sesiones al tema del sufrimiento? ¡Ya sufrimos bastante en la vida, como para encima ponernos a pensar en ello! Posiblemente, cuando pensamos en la vivencia espiritual cristiana nos la imaginamos como un camino de gloria en gloria que hacemos acompañados por un Dios todopoderoso que nos libra de cualquier clase de mal… Pero, querámoslo reconocer o no, la experiencia personal y comunitaria nos muestran una experiencia menos triunfalista de lo que a menudo nuestra alabanza parece dar a entender. La vida tiene a menudo una cara menos amable, también para los cristianos. sí que quiero ofrecer, al menos, estas cuatro razones de por qué tratar el tema del sufrimiento humano en la iglesia:
1. En primer lugar…
porque el sufrimiento es un misterio de la vida humana, que tarde o temprano nos afecta a todos. Todos hemos experimentado o experimentaremos en mayor o menor grado la angustia, el dolor, la congoja, la pérdida,… Son procesos universales, pero difíciles de aceptar.
El padecimiento es difícil de definir, pero al mismo tiempo siempre resulta inconfundible y reclama nuestra atención. Nos condiciona, nos limita, desestructura nuestra persona y nuestro entorno. Hace desaparecer la ilusión de que todo marcha bien y de que controlamos la situación -incluso de que Dios controla la situación-. Lo que teníamos por seguro deja de valer y de ser suficiente. Acaba hasta con nuestros proyectos y nuestras esperanzas más arraigadas. Sabemos que el dolor y el sufrimiento son un arma de doble filo: en ocasiones no acerca, sino que aleja de Dios; en ocasiones no purifica, sino que amarga y deprime; en ocasiones no ayuda a madurar, sino que vuelve a la persona terriblemente egoísta y autocompasiva. Todo esto, de uno modo u otro, nos puede alcanzar, y es bueno reflexionar sobre el tema para que no nos pille por sorpresa.
2. En segundo lugar, porque es una de las preguntas a las que sin duda tendremos que responder en nuestra presentación de la Buena Noticia. En ocasiones, el sufrimiento lleva a los seres humanos a buscar a Dios; pero en otras, a desesperar de Él. El sufrimiento, y sobre todo el sufrimiento que se percibe como injusto, produce queja y rechazo, hasta el punto de -como la mujer de Job- renegar de Dios al no ver su amor en una vida maltratada.
Sabemos que una de las grandes acusaciones con que nos enfrentamos en la evangelización es: Si Dios existe y es amor, ¿por qué permite las guerras, el hambre, la muerte de los niños? ¿Por qué tanto sufrimiento? O no existe, o si existe, es un Dios insensible, frío, ciego e indiferente.
Como cristianos, debemos dar tomarnos muy en serio estos planteamientos para no dar respuestas banales o simplonas a estas preguntas.
3. En tercer lugar, porque -aun sin ser conscientes de ello- cuando reflexionamos sobre el sufrimiento, cuando damos respuestas a los no creyentes o tratamos de consolar a nuestro prójimo empleamos ideas distorsionadas al respecto, que a menudo provienen del catolicismo sociológico. Me refiero a ese sustrato religioso que ha acuñado expresiones como “¡Qué cruz!”, para referirse a una situación dolorosa, o que interpreta como una prueba de Dios cualquier problemática personal o social.
4. Por último, porque sobre los miembros de las iglesias recae el peso del acompañamiento a la persona que
sufre. ¿Quién cuida de los enfermos terminales, de los ancianos discapacitados, de los viudos y las viudas, de los niños pequeños? ¿Quién aconseja a mujeres maltratadas por sus maridos, o con hijos con problemas escolares, o de adicción a las drogas? En la mayoría de los casos, hermanas de la comunidad que tratan de consolar y ayudar del mejor modo que saben y pueden, sencillamente porque están más próximas a la persona que sufre que el pastor, el anciano o el diácono. Y esto es un buen ejemplo del cuidado de unos a otros del que tantas veces nos habla el apóstol Pablo. Puede que en algunas iglesias no se le dé el nombre de “trabajo pastoral”, pero, de hecho, es un ministerio pastoral importantísimo que ha sostenido durante siglos la esperanza y la fe de muchos hermanos y hermanas. Pero es necesario que aprendamos a llevar a cabo este ministerio de acompañamiento con sabiduría y cariño, de acuerdo a la voluntad de Dios.
A lo largo de estas sesiones intentaremos abordar de uno modo u otro estas cuatro razones, y nos acercaremos desde dos ángulos complementarios. Por un lado, vamos a ver un testimonio bíblico de profundo sufrimiento, que por supuesto no agotará en absoluto la riqueza del libro; como ya os imagináis, me refiero al testimonio de Job. Por otro lado, conoceremos a otro creyente, esta vez contemporáneo, que dejó testimonio escrito de su sufrimiento y de su reflexión sobre el dolor; me refiero a C. S. Lewis, profesor universitario y escritor cristiano, cuya biografía veremos en la película Tierras de penumbra.