domingo, 6 de enero de 2008

CURSO BIBLICO 12

TEMA 12: LOS POBRES SON EVANGELIZADOS

EL EVANGELIO DE LUCAS

TEXTO: Todo el Evangelio de Lucas

(Para el Encuentro comunitario: Lc 12, 22-34)


CLAVE BÍBLICA


0. INTRODUCCION: LUCAS-HECHOS, UNA OBRA EN DOS VOLÚMENES.

Para nuestra lectura hacemos una separación metodológica de lo que se escribió para ser leído conjuntamente; el tercer evangelio y el libro de los Hechos son una obra en dos volúmenes; así nos lo indica claramente el prólo­go de Hechos ("En el primer volumen...", nueva dedicatoria a Teófilo, etc). La misión universal, la promesa del Espíritu y la ascensión cierran el pri­mer volumen (Lc 24,47-51) y abren el segundo (Hch 1,4.8s.). Numerosos rasgos literarios y teológicos confirman la unidad de ambas obras, separadas arti­ficialmente al juntar el cuarto evangelio a los sinópticos. No es improbable que en ese momento de la canonización tanto el final de Lc como el inicio de Hch hayan sufrido algún retoque.


1.NIVEL LITERARIO

1.1.Presentación del contenido

Lc es el más original de los evangelios sinópticos, pues, de sus 1.149 versículos, más de 500 son propios suyos, es decir, su contenido no está en Mc ni Mt; en algunos casos tiene una especial cercanía al cuarto evangelio; por ejemplo, conoce a Marta y María (Lc 10,38-42), y una historia de pesca mila­grosa (Lc 5,4-9), e incluye en su evangelio un pequeño "sermón de la cena" (Lc 22,24-30). El orden de los materiales es el sinóptico: infancia, preparación, ministerio en Galilea, subida a Jerusalén, ministerio en Jeru­salén, pasión y resurrección; pero también aquí Lc tiene una peculiaridad: la extraordinaria extensión del "camino" a Jerusalén, casi diez capítulos (9,51-19,28), frente a un solo capítulo en Mc y dos en Mt.

1.2. Terminología significativa.

Cada evangelista tiene su terminología predilecta, que es signo de su concentración teológico-espiritual. Algunos términos predilectos del tercer evangelio (en los cuales supera a los otros) son: salvar y salvación, pobre, compasión, mujer y niña, siervo, samaritano, pecado y pecador, perder/se, levantar o resucitar y resurrección, camino (20 veces en Lc y otras 20 en Hch) y caminar, santo, gozo y gozar, Señor, maestro y enseñar, Espíritu, servir, humillar y humillación.Otra terminología, también propia de Lc, de menos carga teológica, nos habla de su competencia como escritor. El tercer evangelio emplea 2.055 palabras diferentes para un total de 19.404 usos; es una gran riqueza de léxico.

1.3. Organización del material o estructura.

Aunque el segundo volumen deja entrever una posible estructura autóno­ma, presentamos ahora la estructura global de la obra lucana.La separación de épocas y personas (tiempo de preparación o del Bautista, tiempo de Jesús, y tiempo de la iglesia -importancia de la ascen­sión-), la centralidad de Jerusalén, el avance geográfico y étnico de la misión cristiana, la tenden­cia del autor a la simetría y equilibrio en la narración, etc. son los cri­terios que permiten detectar la forma de su trabajo teológico-artístico. Lo esquematizamos del modo siguiente:



A. Prólogo a toda la obra (Lc 1,1-4)
B. Presentación provisional de la obra y destino de Jesús (1,5-3,20)
C. Investidura profética de Jesús (3,21-4,13)
D. Actividad profético-salvífica de Jesús:
a. En la lejana Galilea y alrededores (4,14-9,50)
b. En la subida ("camino") a Jerusalén (9,51-19,28)
c. En Jerusalén (19,29-21,38)

d.Pasión-Resurrección-Envío-Ascensión (22-24)

A'. Nuevo prólogo (Hch 1,1-2)
B'. Presentación provisional de la comunidad y su tarea (1,3-26)
C'. Investidura profética de la comunidad (2,1-4)
D'. Actividad profético-salvífica de la comunidad:
c’. En Jerusalén (2,5-8,3)
b'. En la bajada (Judea y Samaría)(8,4-11,18)
a'. Hasta los confines de la tierra (11,19-28,16)
A''. Epílogo a toda la obra (28,17-31).

El autor ha trazado un paralelismo completo entre la presentación de Jesús y la de su comunidad de seguidores. La geografía de ambas actividades proféticas se desarrolla en dirección inversa, teniendo a Jerusalén como punto de llegada y de partida respectivamente.

Su interés por separar adecuadamente las distintas épocas de la histo­ria de la salvación se observa en datos tan extraños como narrar el encarce­lamiento del Bautista (Lc 3,20) antes del bautismo de Jesús (Lc 3,21s.); para Lc el Bautista es un profeta del Antiguo Testamento, y por eso en su presentación imita el comienzo de los libros proféticos (Lc 3,1-2).

El tiempo de Jesús y el de la Iglesia se separan por medio de la as­censión (único autor del NT que la narra; y de su narración debe de depender el dato en el "suplemento canónico" al segundo evangelio: Mc 16,19). También esta separación tan tajante va a tener algunas consecuencias, como por ejem­plo que el libro de los Hechos no conceda a San Pablo el título de apóstol, seguramente por no pertenecer al tiempo de Jesús.

El deseo de dar centralidad a Jerusalén ha llevado al autor a locali­zar todas las apariciones pascuales en dicha ciudad, en contra de la tradi­ción transmitida por Mt y Mc. En Hch también ha originado una serie de des­plazamientos.


2. NIVEL HISTORICO

2.1. Ubicación de la comunidad lucana

2.1.1.Predominantemente pagano-cristiana. Fuera de Palestina
El material típicamente judío-palestinense ha desaparecido casi por completo de este evangelio, seguramente porque resultaba ininteligible o inútil a los destinatarios. Es interesante a este respecto un estudio compa­rativo del sermón del monte en Lc (6,20-49) y en Mt (5-7). El tercer evange­lista no parece entender lo de pegar en la mejilla "derecha" o lo de acompa­ñar a quien te fuerce a ello (Mt 5,39.41//Lc 6,29); lo primero, un castigo sinagogal; lo segundo, una humillación infligida por representantes del poder de ocupación en Palestina. El detalle de "excavar, ahondar y poner cimiento" (Lc 6,48) es el modo de construir en Grecia, bien distinto del de Palestina (Mt 7,24).

Tampoco parece estar el autor muy al corriente de cómo se realizaba la práctica del nazireato, pues los cabellos tenían que ser cortados y quemados en el templo de Jerusalén, no en otro lugar(cf.Hch 18,18).

Hay interés por los encuentros de Jesús con extranjeros o paganos, y por mostrar que pueden entenderse bien con los judíos (Lc 7,3), signo quizá de que se piensa en una comunidad mixta; pero se omite cuanto pueda resultar humillante para el paganismo (cf.Mc 7,24-30; Mt 15,21-28).

Finalmente hay buen motivo para suponer que la comunidad destinataria es de origen paulino o, al menos, un lugar donde se tiene gran aprecio por la herencia paulina.

2.1.2.Necesita legitimarse sin renunciar a su helenismo

La segunda parte de la obra lucana es el testimonio de que Dios emplea todos los medios para garantizar la evangelización de los paganos y su pro­pia identidad. Pedro y Pablo, dos judíos ortodoxos y celosos de la ley, son "violentados" por Dios (Hch 9,10; 10,15) y convertidos en apóstoles de paga­nos, a los que se concede el bautismo sin otra condición que la fe (Hch 11,17; 15,10s.).

Ya el cántico de Simeón proclama a Jesús "salvación", que se traduce en "luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo, Israel" (Lc 2,30-32). Y Jesús en su ministerio profetiza que "vendrán de oriente y occi­dente, del norte y del sur, y se pondrán a la mesa en el Reino de Dios" (Lc 13,29).

El tema será retomado por Pedro después de pentecostés:"vosotros sois los hijos de los profetas y de la alianza que Dios estableció con vuestros padres al decir a Abraham: 'en tu desdendencia serán benditas todas las familias de la tierra'" (Hch 3,25). Y, en la Asamblea de Jerusalén, Santia­go, citando Amós 9,11s., da a entender que la entrada de los paganos en la Iglesia es algo necesario para que se cumpla el plan de Dios (Hch 15,17).

Finalmente la conclusión de Hechos es la afirmación solemne de la uni­versalidad de la salvación: "Sabed, pues, que esta salvación de Dios ha sido enviada a los gentiles" (Hch 28,28).

2.1.3.Comunidad de "pequeños" amenazada por el ambiente circundante

La redacción lucana de las Bienaventuranzas (Lc 6,20ss.) puede ser un indicio de las condiciones en que se encuentra la comunidad destinataria. No se trata de pobres "de espíritu" o de perseguidos "por causa de la justi­cia", sino de pobres y perseguidos, sin más. Se redactan en segunda persona, no como una bella teoría, sino como oferta de confianza en el Padre a perso­nas que experimentan la cruda realidad del sufrimiento.

La exhortación a no temer a quienes matan el cuerpo (12,4) y a confe­sar a Cristo ante los hombres y ante los tribunales (12,8ss.) orienta quizá hacia una comunidad de indefensos y perseguidos, gentes sin poder y a merced de los poderosos, que sólo pueden confiar en la providencia. Es significati­vo que sólo el tercer evangelio nos haya conservado el dicho de la ternura "no temas, pequeño rebaño, porque a vuestro Padre le ha parecido bien daros a vosotros el Reino"(12,32). Los creyentes viven la paradoja de carecer de seguridades humanas y vivir en la seguridad total:"hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados"(12,7).

En ningún evangelista destaca tanto como en Lc el elogio del pobre (cf. Lc 21,1-4) y el peligro de la riqueza, que puede llevar a la insensibi­lidad (Lc 16,19ss.). El Jesús de Lucas no es adorado por los ricos magos (Mt 2,1-12), sino por los pobres pastores (Lc 2,8ss.). El hecho de que el Padre haya revelado sus designios a los pequeños es para el Jesús lucano motivo de gozo en el Espíritu (10,21); se trata de una particularidad redaccional muy significativa del tercer evangelio (cf.Mt 11,25). Por lo demás, en materia de pobreza, Lucas quiere que sus fieles no pequen ni de deseo (12,33s.).

2.2. Datación de la obra lucana

2.2.1. De segunda o tercera generación cristiana

Una tendencia apologética del siglo segundo, repristinada por los católicos de los siglos dieciocho y diecinueve contra los excesos del pro­testantismo liberal, tuvo un especial interés en vincular cada evangelio lo más estrechamente posible a algún apóstol concreto. Recientemente han apare­cido de nuevo esas tendencias en algunos investigadores católicos, que se esfuerzan por demostrar que la redacción de los evangelios es cronológica­mente casi inmediata a la vida terrena de Jesús, minimizando la importancia de la tradición cristiana preevangélica. Documentos oficiales de la Iglesia han calificado de fundamentalistas dichas posturas.

Por lo que al tercer evangelio se refiere, el autor sabe que entre Jesús y él ha existido una generación de predicadores y otra de escritores (Lc 1,1-4). No se presenta a sí mismo como un testigo ocular de lo que na­rra, ni tampoco como el secretario de alguno de los testigos oculares, sino más bien como investigador de una rica y fiable tradición, oral y escrita. Son "muchos" los que han escrito antes que él. El habla, ciertamente, de "las cosas que se han verificado entre nosotros"(1,1); pero, a la luz del contexto, debe tratarse de un "nosotros" escatológico-eclesial.

La redacción lucana del discurso escatológico, en una serie de rasgos, sugiere que el autor conoce la destrucción de Jerusalén del año 70. Así la predicción de la destrucción del templo (Mc 13,2) se convierte en predicción de la destrucción de Jerusalén "cercada por ejércitos"(Lc 21, 20). Y el texto "tus enemigos te rodearán de empalizadas, te cercarán y te apretarán por todas partes"(Lc 19,43) se corresponde demasiado bien con el de Flavio Josefo en su descripción de la guerra. Sin duda, en el discurso lucano hay 'varticinia ex eventu'. En esta misma clave deberá leerse el texto "vuestra casa se quedará vacía" (Lc 13,35).

En el segundo volumen de Lucas, seguramente no muy posterior al evan­gelio, Pablo aparece con algunos rasgos legendarizantes, lo que permite suponer que ya hace tiempo que ha muerto. Del hecho de que Lucas no narre el desenlace del proceso contra Pablo no puede deducirse que todavía estaba en curso. La intención del libro de los Hechos explica esa ausencia de informa­ción; y, por lo demás, el texto de Hch 20,25ss. demuestra que el autor sabe muy bien que Pablo ha muerto.

2.2.2. Indicios de creciente institucionalización eclesial

Es lo que la investigación protestante alemana de hace un siglo llamó "protocatolicismo". La obra de Lucas no ha suprimido por completo la espera en la próxima vuelta del Señor, pero es indiscutible que le ha puesto sordi­na. El Hijo del Hombre glorificado a la derecha del poder de Dios (Lc 22,69) ya no está "viniendo sobre las nubes del cielo" (cf.Mc 14,62).

Esta previsión de duración de la historia hizo que la Iglesia se pro­veyese de instituciones que le garantizasen la continuidad en su identidad. Ante todo hace falta dar sucesores y colaboradores a los apóstoles; y así en Lc 22,26 ya no se trata de la corriente contraposición entre primero y últi­mo, sino entre "el que manda y el que sirve". En el libro de los Hechos aparecen muy pronto "los Siete" como un complemento en el gobierno de la comunidad que cada vez se hace más compleja. Y, tras el llamado "primer viaje" de Pablo y Bernabé (Hch 13-14), se afirma que han establecido presbí­teros en cada comunidad que han fundado (14,23). (Téngase en cuenta que la palabra "presbítero" no existe en las cartas paulinas comúnmente admitidas como auténticas).

Un interés muy especial como testimonio de la conciencia de prolonga­ción de la historia lo constituye la alocución de Pablo a los presbíteros de Efeso (Hch 20,18-35). En ella se manifiesta claramente la problemática de una época postapostólica. El apóstol es contemplado como un ejemplo edifi­cante que debe ser imitado por la nueva jerarquía. El Espíritu Santo (20,18) proporciona a la Iglesia quienes prolonguen la acción apostólica, ayuden a permanecer en la sana doctrina y protejan al rebaño de la amenaza de here­jías (20,29s.). Hay, pues, una institución jerárquica, una sucesión apostó­lica, una problemática de confrontación entre la sana doctrina y las here­jías incipientes. Es un ambiente muy semejante al reflejado en las cartas pastorales.

Otro dato a tener en cuenta es la nivelación entre paulinismo y petri­nismo que se percibe, sobre todo en el libro de los Hechos (y que no está completamente ausente en el tercer evangelio). Parece que las diversas for­mas de cristianismo han perdido ya sus aristas, y no hay inconveniente en poner en boca de Pedro un discurso típicamente paulino (Hch 15,9-11).

2.2.3. ¿Por los años 80?

La perspectiva de Jerusalén destruída obliga a situar la obra después del año 70; y la relación amistosa paulinismo-petrinismo orienta hacia una época en la que el cristianismo de Judea, históricamente suspicaz frente al apostolado paulino, ha perdido su influencia. Parece que la voz cantante la lleva el cristianismo de origen gentil.

Por otra parte, la obra tuvo que ser redactada en una época en la que todavía no eran de dominio público las cartas paulinas; ellas habrían obli­gado a modificar notablemente la imagen de Pablo que Hechos ofrece. Esto no permite retrasar demasiado la composición de la obra lucana.

Finalmente, la valoración más bien positiva de la justicia ejercida por el imperio romano (cf.Hch 21,35; 23,17ss.29; 24,23; 25,24s.; 27,3) su­giere que el autor no conoce la persecución general contra los cristianos decretada por Domiciano (años 93-96 ca.).

Visto todo, parece que la fecha más probable de redacción de la doble obra lucana debe ser la década de los 80.

2.3. Autor de Lucas-Hechos

2.3.1. La identificación de "Lucas" y su relevancia

La identificación personal de cada evangelista ha perdido importancia en los últimos decenios, debido a un mayor conocimiento de la naturaleza de los evangelios y al retroceso de la apologética. El evangelista individual es contemplado hoy no principalmente como un testigo ocular de lo que escri­be, sino como un teólogo, literato y, quizá, pastor, que organiza desde un deter­minado punto de vista y unas inquietudes concretas la tradición evangé­lica de que dispone su iglesia. Naturalmente que su eventual condición de testigo ocular o discípulo de testigos oculares en nada perjudicaría la tarea que se le asigna; más bien podría ser fuente de enriquecimiento.

El tercer evangelio, como los demás, fue escrito y divulgado sin el nombre de su autor. Hacia finales del siglo segundo o principios del terce­ro, el copista que escribe el papiro 75 (llamado Bodmer XIV) pone al final la indicación "evangelio según Lucas". De los años 170-180 es el llamado "Canon de Muratori", en cuyo prólogo se lee:"La tercera redacción evangélica es: según Lucas. Lucas era médico de profesión. Después de la ascensión de Cristo, Pablo lo tomó consigo, porque era un buen literato. Lucas escribió su narración de oídas(...)". Muy poco posterior debe de ser el testimonio de S.Ireneo: "También Lucas, el seguidor de Pablo, escribió en un libro el evangelio tal como aquel lo predicaba" (Adv.Haer.3.1,1). Toda la tradición posterior se deriva de estos dos testimonios, que quizá no sean independien­tes entre sí. Por lo demás, Ireneo no alude a una tradición que a él se le impone, sino que hace su deducción, o al menos justificación, desde determi­nados pasajes de Hechos.

Tradicionalmente se ha defendido la autenticidad lucana del tercer evangelio y Hechos con el argumento de que, si se tratase de una atribución creada por la Iglesia para salir airosa en una polémica, se habría optado por el nombre de un apóstol. Actualmente, sin embargo, tanto en este caso como en el de Marcos, se cuenta con la posibilidad de que, ya antes de la polémica, existiese una tradición que vinculaba estos evangelios con dos nombres concretos; el paso apologético habría consistido en identificar esos nombres con personajes homónimos conocidos por la historia neotestamentaria. El testimonio externo no permite en la actualidad una decisión segura acerca del autor del tercer evangelio.

2.3.2. ¿Qué decir de la filiación paulina de Lc-Hch?

Mucho más importante que un nombre es una identidad personal. La in­sistencia tradicional en el nombre Lucas obedece al interés por vincular la obra lucana al apóstol Pablo. De Lucas interesa su supuesto haber sido dis­cípulo de Pablo.
Ya hemos visto cómo los dos testimonios más antiguos acerca de Lucas nos hablan de su dependencia de Pablo. Tres textos neotestamentarios mencio­nan igualmente a Lucas discípulo de Pablo: Flm 24; Col 4,l4; 2Tim 4,11 (de éstos al menos el primero es autético, lo cual da fiabilidad inicial al resto de la tradición).

El testimonio externo fue completado, ya por Ireneo, con argumentación interna, concretamente con los pasajes "nosotros" del libro de los Hechos: en Hch 16,10-17; 20,5-15; 21,1-18; 27,1-28,16 el autor escribe en primera persona del plural, presentándose a sí mismo, al parecer, como compañero del protagonista. Pero a este argumento se le ponen modernamente muchas objecio­nes: dichos pasajes están casi vacíos de contenido, son pura descripción de cuatro travesías marítimas, es incluso difícil que sean el diario de un marinero, pues es de suponer que Pablo no viajó siempre "en la misma compa­ñía"; para algunos podría tratarse simplemente de un recurso estilístico para dar vivacidad al relato. Los pasajes "nosotros" hoy por hoy no resuel­ven el problema.

La crítica interna debe preguntar más bien por el paulinismo de los Hechos y por la autenticidad de la figura de Pablo que allí se presenta. Nadie ignora que el Pablo de los Hechos está notablemente idealizado, que el autor, por exigencias de su teología, le niega hasta lo más querido para él: el título de apóstol; que la teología de Hechos no tiene el frescor y radi­calidad del pensamiento paulino originario, que el autor pone en boca de Pablo afirmaciones que él muy difícilmente habría pronunciado (v.gr.Hch 13,31s. contra 1Cor 15,8s.; Hch 17,30 contra Rm 2,1; etc.). De aquí, sin embargo, no se puede extraer una conclusión apodíctica, ya que un discípulo no está obligado a pensar siempre y en todo como su maestro, y una nueva situación eclesial puede llevar a repensar figuras y doctrinas del pasado. Por todo ello el resultado con que podamos quedarnos debe ser modesto: no es absolutamente imposible que el autor de Lc-Hch haya sido un compañero o discípulo de Pablo, pero está claro que no escribió en cuanto discípulo de Pablo, sino desde una reflexión histórico-teológica propia, y, eso sí, en un ámbito en el cual la figura de Pablo -mejor o peor conocida en aquel momen­to- significaba mucho.

2.3.3. Fisonomía elemental del autor

Como en los demás evangelios, en Lc se entremezclan textos tradiciona­les con pasajes creados directamente por el autor; por ej. Lc 1,1-4 (prólogo a la obra). En esas creaciones propias se observa una buena formación lite­raria, y en los demás pasajes constante tendencia a mejorar el estilo de las fuentes, con corrección, elegancia y riqueza de recursos léxicos y sintácti­cos. De vez en cuando usa el modo verbal optativo, más bien raro en la len­gua koiné vulgar que predomina en el Nuevo Testamento.

Una característica típica de Lc es la imitación consciente del estilo de la Septuaginta (LXX) o versión griega del Antiguo Testamento, por ej. en el giro frecuente "y sucedió que...". Evidentemente está familiarizado con las antiguas escrituras, que también cita con soltura y acierto, a pesar de su indudable procedencia helenística.

El texto de Col 4,14 habla de "Lucas, el médico querido". En la polé­mica acerca del autor de Lc-Hch se esgrimió frecuentemente el argumento de los especiales conocimientos médicos que al parecer se manifestaban en la doble obra. Estudios léxico-estadísticos actuales demuestran que nuestro autor no conoce de medicina más de lo que pudiera conocer cualquier hombre culto de su tiempo.



3.NIVEL TEOLOGICO

3.1. El Cristo confesado en la comunidad lucana

3.1.1 El liberador de los oprimidos

Lc da un relieve especial a la comparecencia de Jesús en la sinagoga de Nazaret (4,16ss.), cambiando para ello el orden que encontró en la narra­ción marquina; sin duda lo hizo porque su tradición le ofrecía aquí un mate­rial útil para la presentación programática de Jesús. La palabras del Deute­roisaías dejan clara la misión de dar y causar nueva noticia entre los po­bres y oprimidos.
El canto de María habla ya de un Dios que "ha mirado la humillación de su esclava (...),ensalza a los humildes, a los habrientos llena de bienes" (Lc 1,48.52s.). La curación de endemoniados (4,31-37; 9,37-43), le­prosos (5,12-16; 17,11-19), mujeres (8,42-48; 13,10-13); la resurrección del hijo único de una viuda (7,11-15), etc. nos hablan de un salvador que traba­ja predominantemente en la marginalidad.

3.1.2. Realiza su programa desde lo que no cuenta...

Ya en el diálogo programático de la sinagoga de Nazaret sugiere Jesús que la salvación puede desplazarse hacia donde no se espera (4,25-27). Los primeros llamados a su seguimiento son unos pescadores de Galilea (Galilea de los gentiles!) (Lc 5,1-11) y un despreciado recaudador filorromano (5,27s.). Posteriormente se nos informa sobre mujeres (8,2-3); y sobre otro despreciado en cuya casa "ha entrado la salvación" (19,9). Y en la parábola del banquete habla de los "pobres, lisiados, ciegos y cojos" y los que andan por "caminos y cercas" como de los que responden a la invitación (14,21-23).

El libro de los Hechos deja claro que la expansión del cristianismo es obra principalmente de los helenistas (grupo secundario de la comunidad primitiva, cf. 6,1s.), de Pedro, pecador recuperado (Lc 22,31s.), y de Pa­blo, el gran derrotado por Dios (Hch 26,14) y por los hombres.

3.1.3...y lo consuma desde la cruz, perdonando y fiado del Padre

El anciano Simeón presenta ya a Jesús como bandera discutida y profe­tiza dolor para su madre(Lc 2,34s.), y la voz del cielo en el momento del bautismo (2,22) evoca el destino de Isaac y el del Siervo de Yahvéh. La enseñanza constante de Jesús es la de la autonegación y la renuncia incluso a la propia vida (9,23ss.;14,26).

Jesús mismo es vícitma de la personificación del pecado y del mal (22,3), y de las manifestaciones particulares de la hipocresía y maldad humanas (23,1s.). Frente a ellas aparece toda la impotencia del kenótico, que, sin ser convicto de la menor culpa (23,22-25), en vez de presentar resistencia, acepta mansamente el suplicio de la cruz. El, que había enseña­do encarecidamente el perdón de los enemigos(6,27ss.), concluye su vida como el Siervo: intercediendo por los culpables (Lc 23,34;cf.Is 53,12) y seguro de que no quedará avergonzado por haber puesto su vida en manos de su aboga­do (Lc 23,46; cf. Is 50,9).

3.1.4. Sigue con los suyos por medio de su Espíritu

Por haber entregado generosamente su vida, Jesús "verá descendencia" (cf.Is 53,10). El Espíritu, que permanentemente le ha acompañado a él, acom­pañará en el futuro a los suyos, para que lleven adelante su misma empresa. Ese Espíritu es el don del Padre por excelencia (Lc 11,13), y el que, en ausencia de Jesús, será la fuerza de los suyos (Lc 24,49; Hch 1,4s.). La narración de Hechos presenta al Espíritu como el responsable de cada nuevo paso que se dé en la misión.

3.2. La Iglesia querida por ese Cristo

3.2.1. Creada y guiada por el Espíritu, prolonga el estilo de Jesús

En la vida de los discípulos con Jesús tiene ya su prehistoria o pre­figuración. Al igual que Jesús, también ellos predicaron la buena noticia, curaron enfermos y endemoniados (Lc 9,6;10,17), derrotaron prolépticamente el poder de Satanás (10,18).

Con la recepción del Espíritu en Pentecostés, la Iglesia se pone en marcha, predica (Hch 2,14; 3,12; 4,33), cura (Hch 3,1-9), forma grupo alter­nativo en medio de la sociedad (Hch 2,42-47; 4,32-35), se acerca a los des­clasa­dos (Hch 8,5.29), etc.

3.2.2. Sus grandes protagonistas son los débiles

Los pescadores de Galilea, algunas mujeres y los insignificantes pa­rientes de Jesús (Hch 1,13s.), que en su día no pudieron rescatarle con un cordero debido a su pobreza (Lc 2,24), son quienes ahora realizan la gran empresa. Las autoridades se extrañan de que unos hombres iletrados puedan hablar (Hch 4,13) con audacia y fuerza persuasiva al pueblo. Esteban, que hablaba lleno de la fuerza y sabiduría del Espíritu (Hch 6,8-10), termina ajusticiado; pero, justamente porque se teme el influjo de su palabra, sus compañeros serán expulsados por las autoridades religiosas de Jerusalén (Hch 8,1). Mas la persecución no les corta las alas; llevarán el evangelio a Samaría, Chipre, Fenicia y Antioquía (Hch 8,5; 11,19), y tomarán la inicia­tiva de ofrecer el mensaje cristiano a los paganos (11,20).

Santiago será ejecutado, Pedro encarcelado (Hcf 12,2s), Pablo y Berna­bé perseguidos, afrentados, y lapidados (Hch 13,50; 14,5). A pesar de ello, la Palabra de Dios crece, se multiplica, se expande; y "las iglesias se afianzaban en la fe y crecían en número de día en día"(Hch 16,5).

3.2.3. Destruye todo tipo de barreras

El universalismo es característico de toda la obra lucana. El anciano Simeón entendió a Jesús no sólo como gloria de Israel, sino también como luz para alumbrar a las naciones (Lc 2,32). Jesús en su actividad terrena se acerca a los paganos, elogia su fe (7,9) y cura sus males (8,26ss.); tiene especial predilección por los samaritanos, hasta presentarlos como modelo de caridad (10,25-37); integra a las mujeres en su compañía y seguimiento (8, 2-3; 10,38-42); rehabilita a los pecadores públicos (5,27; 7,­50; 19,9); promete el paraíso al buen ladrón (23,43);...

Los seguidores de Jesús ofrecerán su mensaje a los samaritanos (Hch 8,5), a los temerosos de Dios (8,27ss; 10,2ss.), a los paganos (11,20); y el autor no concluye su "historia de la iglesia" hasta que el evangelio no haya llegado a la capital misma del paganismo (Hch 28,16-31).

3.2.4. Concede especial relevancia a la mujer

Siempre se ha considerado a Lucas como el evangelista de María; y, en efecto, es el que más datos proporciona sobre ella. Mientras que en Mt el protagonista del evangelio de la infancia es José, en Lc lo es María. Ella recibe el anuncio del nacimiento de Jesús y da su consentimiento, visita a su pariente Isabel y recibe de ella el título de "la creyente" y "madre de mi Señor" (Lc 1,43.45), entona cánticos de alabanza a Dios, y medita los misterios en su corazón (2,19.51). Posteriomente, durante el ministerio de Jesús, será alabada por su categoría de madre suya (11,27).

Pero el evangelista menciona y elogia a otras muchas mujeres: la pro­fetisa Ana, Isabel, la hemorroísa, la viuda de Naín, la pecadora que unge a Jesús, las mujeres que le siguen, Marta y María en cuya casa se hospeda, la encorvada a quien Jesús cura, la anciana que echa la limosna en el cepillo, las de Jerusalén que se lamentan de la pasión, las que observan el sepelio, visitan la sepultura y reciben el anuncio de la resurrección. Es de notar que ninguna mujer recibe un reproche de labios de Jesús por ningún motivo, sino todo lo más alguna invitación a crecer en la fe (Marta, y las de Jeru­salén).

El libro de los Hechos vuelve a presentar una serie de mujeres a las que concede categoría especial dentro de la Iglesia. La comunidad jerosoli­mitana se reúne en casa de María , madre de Juan Marcos (Hch 12,12)¿Será ella la dirigente de la oración? La criada, Rode, da al grupo la buena noti­cia de que Pedro ha sido liberado de la prisión; no la creen; luego aparece él y da instrucciones -narración en todo semejante a las historias de apari­ción del resucitado-(12,13-17). El primer convertido de la misión paulina en Europa es Lidia, en cuya casa también se reunirá la incipiente comunidad (Hch 16,15).

Del evangelista Felipe se nos dice que tenía cuatro hijas vírgenes que gozaban del don de profecía (Hch 21,9). La profecía es el carisma más rico de la Iglesia según la teología paulina, que el autor de Hechos puede cono­cer. Es claro que Lucas concede a la mujer un puesto relevante en la comuni­dad cristiana, es testigo y defensor de su función pastoral, y manifiesta que su iglesia está notablemente alejada de las concepciones y de la praxis del judaísmo.

3.3. La espiritualidad cristiana según Lucas

3.3.1. Seguimiento e imitación de Jesús

Cercano a Mc, y un poco alejado de Mt y Jn, el tercer evangelista pre­senta la figura de Jesús no principalmente como objeto de admiración o ado­ración, signo como aquel a quien el creyente debe seguir, apropiándose sus actitudes. El Jesús que camina hacia la muerte invita a todos a que renun­cien a sí mismo, tomen su cruz cada día y le sigan, a que pierdan la vida (y Lc ha introducido por cuenta propia el "todos" y "cada día", 9,23). A quien se ofrece a seguirle, Jesús no pone condiciones teóricas, sino que presenta el ejemplo personal:"el Hijo del Hombre no tiene donde reclinar la cabeza" (9,58). Los discípulos quieren aprender a orar porque han visto a Jesús orando (11,1).

Tras la Pascua, el Espíritu causará en los creyentes un comportamiento en consonancia con el de Jesús: la creación de una nueva comunidad, la aco­gida de los marginados, el perdón a los verdugos (Hch 7,60), la predicación acompañada de signos, la vida itinerante de algunos misioneros. El proceso de Pablo en Hechos se narra según el esquema de la pasión de Jesús.


3.3.2. Contemplación-escucha de la Palabra. Oración

El tercer evangelio es el que con más frecuencia presenta a Jesús orando (Lc 4,42; 9,18; 9,28; 10,21; 11,1;...23,46). También el libro de los Hechos presenta frecuentemente a los creyentes en oración (Hch 1,14.24; 2,42.47; 3,1; 4,24; 6,4; 9,11; 12,5;...). Incluso de no creyentes, como Cornelio (Hch 10,2) o el eunuco etíope (8,28), se nos dice que oran.

María la madre de Jesús es un ejemplo de interioridad, que reflexiona en su corazón sobre lo que en relación con su hijo se dice y se hace (Lc 2,19.51). Y, ante la alabanza que alguien le tributa por ser la madre de Je­sús, éste replica que la escucha de la Palabra de Dios es un motivo más fuerte (Lc 11,28). María,la hermana de Marta, es elogiada porque sabe "per­der el tiempo" a los pies de Jesús oyendo su Palabra (10,38ss.).

Como el resto del Nuevo Testamento, Lc entiende el Antiguo referido a Jesús y a la comunidad cristiana (Lc 24,25ss.; Hch 2,16ss.). Pero, además, presenta a la comunidad orando con textos bíblicos (Hch 4,24ss).

3.3.3. Compromiso eficaz con la realidad cotidiana

Pero este espíritu contemplativo de la comunidad lucana no la lleva en absoluto a la evasión o ausencia de compromiso concreto. Para Jesús es más importante curar al hombre de la mano seca (Lc 6,6ss.) o a la anciana encor­vada (13,16) que observar el reposo sabático. La escucha de la Palabra es en orden a "cumplirla"(11,28).

Esta contraposición entre religión mal entendida y amor concreto queda patente sobre todo en la parábola del Buen Samaritano (10,25ss.). Al sacer­dote y al levita la observancia de su pureza ritual les impidió acercarse al necesitado. Los seguidores de Jesús deben sentir de otro modo.

La nueva experiencia religiosa llevó a los creyentes a compartir sus bienes materiales (Hch 2,45; 4,32; 11,29ss.). Y Pedro y Juan, de camino hacia el lugar de oración (Hch 3,1), se preparan con la práctica de la mise­ricordia.

3.3.4. Pequeñez, providencia, gozo agradecido

Son tres conceptos y tres actitudes casi inseparables. La figura de María es programática: Dios ha mirado hacia su pequeña, y el alma de ésta se alegra en él. El Magnificat puede ser tanto el cántico de María como el de la comunidad cristiana. Los destinatarios del anuncio navideño son los pas­tores. Los llamados por Jesús: los pobres, ignorantes, pecadores marginados, mujeres, etc. Los destinatarios de la revelación del Padre son los pequeños (Lc 10,21); y Jesús se goza en ello.
La invitación constante que Jesús hace a los suyos es a ser el menor, el último, el servidor de todos (Lc 9,46ss; 14,11; 22,27). Quizá es la si­tuación de la comunidad la que lleva al evangelista a subrayar estas prefe­rencias, pero no parece que sea un mero "hacer de la necesidad virtud", sino la consecuencia de saber en manos de quién se está. Al "pequeño rebaño" ha querido el Padre dar el Reino; por lo cual tiene que vivir confiado, alegre, sin ansiedad (12,22-34). De la comunidad pascual se mencionará varias veces la alegría (Hch 2,46; 5,41; 11,23; 15,3).

3.3.5. Fermento en medio de una gran masa

A pesar de su insignificancia sociológica, la comunidad lucana se en­tiende como misionera, se sabe llamada a llevar a todos la buena noticia. Sólo en el tercer evangelio encontramos doble narración y discurso de envío (cap.9 y 10), de los doce y de los setenta y dos; se trata, sin duda, de una construcción teológica que manifiesta el doble panorama misionero: el pueblo judío (doce tribus) y la totalidad de las naciones paganas.

La actividad de Jesús en Israel y sus encuentros esporádicos con no israelitas o no judíos (samaritanos) son el preludio de la apertura misione­ra de la Iglesia. El segundo volumen de Lucas es la demostración de cómo la comunidad de Jesús ha sabido cumplir su misión hasta el presente, convir­tiéndose así en modelo para la comunidad lucana del presente y del futuro.





CLAVE CLARETIANA

EVANGELIZADOS POR LOS POBRES

En los propósitos de los ejercicios de 1860, el P. Claret apunta: "Para adelantar en la perfección se ha de tener devoción: 1) a la Sma. Tri­nidad; 2) a Jesucristo, Pasión y Sacramentos; 3) a María Santísima; 4) a los Stos. Patronos; 5) a los Stos. Angeles; 6) a las almas del Purgatorio; 7) a los pobres" (EA p.557). En los propósitos del año 1862 les dedica un día de la semana, el miércoles (cf. EA p.565).

En la Autobiografía, en el capítulo en que se refiere a la pobreza, después de ponderar cómo vivían Jesús y los Apóstoles, escribe: "Además, esta falta de recursos abate el orgullo, destierra la soberbia, abre paso a la santa humildad, dispone el corazón para recibir nuevas gracias y hace subir de un modo admirable a la perfección.... Cuando, al contrario, no practicando la pobreza, la gente no se salva y ellos (los evangelizadores) se condenan por codicia, como Judas. (Aut 371).

El capítulo de 1979 nos traduce este mensaje en un lenguaje más de nuestro tiempo: "esta preferencia (por una evangelización desde la perspec­tiva de los pobres y necesitados), vivida en profunda coherencia interior por haber profesado un Evangelio de pobreza, nos hace revisar criterios, actitudes, solidaridades, estructuras preferencias, instrumentos de aposto­lado y, sobre todo, el tenor de vida. Es una llamada insistente a una con­versión de la mentalidad y de los comportamientos. Comporta aceptar la fati­ga del trabajador, que nos pone codo a codo con los pobres, y vivir con ellos sus angustias, sufrimientos y esperanzas, sin olvidar que ellos nos evangelizan en cuanto nos hacen sintonizar más profundamente con el mensaje de Jesús" (MCH 176).

Estamos ante un rasgo muy importante de la espiritualidad claretiana, algo que marca profundamente la tarea evangelizadora del Fundador. Desde esta óptica hemos de releer el Evangelio de Lucas y dejar que su mensaje cuestione nuestras reticencias y fortalezca nuestros buenos propósitos. Una lectura, que nos lleve a conectar con la experiencia evangelizadora de Cla­ret y con el espíritu que la animaba, sólo será posible a partir de la so­lidaridad con los pobres. Nos lo recuerda el último Capítulo General: "La inserción entre las masas empobrecidas es un lugar privilegiado que nos permite leer y anunciar la Palabra en sus claves más interpelantes" (SP 20).




CLAVE SITUACIONAL

1. ¡Oh, Calcuta! Calcuta se acerca hoy a los 30 millones de habitantes. Hacinados, sofocados, aturdidos en medio del ruido, la miseria, los innume­rables vendedores y los fantasmagóricos coches, "rickshaws", autobuses sor­teando a velocidad increíble los más diversos obstáculos. Aquel día era domingo, y alguien bromeó: "Y de toda esta gente, la mayoría seguro que no ha oído misa". Eramos "minoría". Allí la virtud de la esperanza adquiere todo su sentido. Eramos una débil voz en el infinito mar de ruidos y confiá­bamos que algún día la semilla del Verbo fructificaría. Pensamos que quizá la solución no era gritar más, sino afinar mejor nuestros oídos. Allí mismo, en Calcuta, había mucho que escuchar. ¿Es la escucha la primera actitud ante la Palabra? ¿Es una escucha que prescinde de los condicionamientos sociocul­turales de masa?

2. Todo gratis. No cabe duda, lo gratuíto siempre está rodeado de pobres. Son los que no tienen con qué pagar. Pensemos ¿dónde está presente la gra­tuidad en nuestra vida, en nuestros criterios, en nuestras propuestas pasto­rales y de vida? El diccionario define la palabra gratis con "de gracia". Seguramente en el fondo es una consecuencia de la gracia. Donde hay gracia hay gratuidad y los pobres se hacen presentes. ¿No se merece el tema de la gratuidad una reflexión a fondo?

3. Tú y yo somos iguales, sobre todo yo. Nuestro interés, nuestra visión, nuestra opinión es lo que cuenta. Pero es desde Jesús desde donde se ve la realidad como es, y en Lucas está claro: los pobres, los oprimidos, los excluidos son el lugar de la salvación. El año de gracia del Señor, en el que todo se perdona y a todos se libera, ha llegado. ¿Cómo hacer que esto no suene hoy a vacío, a manido, a asumido, a domesticado? Sólo hay un camino: "experimentando los efectos de la pobreza". Allí nos encontraremos con los elegidos del Señor y, más aún, seremos uno de ellos. Pero ¿es cuestión de hacer sólo un "experimento"? ¿Hasta dónde podemos llegar?

4. Rescatar los evangelios. Hay lugares de pobreza donde la tarea fundamen­tal del pueblo cristiano es rescatar el sentido espiritual de los evange­lios. El pueblo pobre lee los evangelios para discernir la Palabra de ese Dios que se revela en medio de ellos, cercano y comprensible. Esta es la fuente donde el pueblo pobre alimenta con frecuencia su espiritualidad e inicia la transformación de su "status". Con frecuencia utiliza los textos evangélicos para comunicar esa misma experiencia. Esto es, sin duda, obra del Espíritu, presente entre ellos. Este es uno de los principales elementos del llamado potencial evangelizador de los pobres. Esta riqueza, que está ausente en muchos medios intelectuales y aun eclesiales, es la que hace que los textos escritos se hagan vida hoy y aquí. ¿Estamos dispuestos a empren­der también nosotros la tarea de rescatar el sentido espiritual de los evan­gelios? La lectura popular de la Biblia ¿no podría ser la respuesta a la frialdad con que es acogida muchas veces la Palabra?




CLAVE EXISTENCIAL

1. Los pequeños ¿son objeto de nuestras prioridades?, ¿son los débiles la fuente de nuestra satisfacción misionera? ¿En qué estamos siendo interpela­dos por los pobres?

2. ¿Qué fuerza de convocatoria tiene tu comunidad? ¿Podría invitarse a com­partir su estilo de vida a otras personas, especialmente jóvenes? ¿Funciona­ría lo del "venid y ved"?

3. En tu vida de oración personal y comunitaria ¿ha influido el proceso iniciado por el Proyecto Palabra-Misión?

4. Un signo claro de pertenencia al grupo del Maestro es la alegría, ¿te sientes alegre aun en medio de la pobreza y el dolor?



ENCUENTRO COMUNITARIO

1. Oración o canto inicial.

2. Lectura de la Palabra de Dios: Lc 12,22-34

3. Diálogo sobre el tema XII en sus distintas claves.
* Recordar lo que se ha indicado en el folleto PRESENTACIÓN acerca del encuentro comunitario.
* Tener presentes las preguntas formuladas dentro de las pistas que se ofrecen para las claves situacional y existencial.

4. Oración de acción de gracias o de intercesión.

5. Canto final

CURSO BIBLICO 11

TEMA 11: MATEO. LA JUSTICIA DEL REINO

TEXTO: Evangelio de Mateo

(Para la reunión comunitaria: Mt 18,1-20



CLAVE BÍBLICA


0. AMBIENTACION

0.1. La lectura de Mateo en la Iglesia

Ya el canon de Muratori, asignaba a Mateo el primer lugar en la lista de libros del Nuevo Testamento. Y tanto los manuscritos griegos como los escritos de los Padres coinciden en atribuírle este orden.

La colocación parece deberse a la consideración, no muy exacta desde el punto de vista histórico, de que el evangelio de Mateo fue el primero en haberse escrito (Cf.Ireneo, Adversus haereses III, 1,1).

Pero dicha colocación se debe también probablemente a algo más rela­cionado con la naturaleza de la obra en sí misma: el Evangelio está pensado como un "libro" en el que la multiplicación de los discursos permite conocer mejor la "enseñanza" de Jesús, de importancia fundamental para la conciencia eclesial. Junto con ello, la Iglesia encuentra en este evangelio posiciones que pueden servir de síntesis entre otras posturas menos matizadas de otros escritos del canon neotestamentario y esclarecer su relación con el Antiguo Testamento y la herencia de Israel.

0.2. Clave primordial y comunitaria

De esta conciencia de la Iglesia, que asigna a Mateo el primer lugar, deriva el título de "evangelio eclesial" que le fue atribuído y su importan­cia, que se fue acentuando a lo largo de la historia por la relevancia que asume en este Evangelio la figura de Pedro. Más allá de esta perspectiva jerárquica, la importancia de Mateo para la vida eclesial surge del cuidado con que señala lo referente a su vida interna, a la condición de igualdad fundamental entre sus miembros (como aparece en el relieve que adquieren términos como "hermano" y "discípulo" y en la estima de los "pequeños" de la comunidad), por encima de los diversos roles señalados en ella: escribas cristianos, profetas, etc. Esta clave comunitaria no puede dejarse de lado al tratar de comprender el sentido del escrito.


1. NIVEL LITERARIO

1.1. El lenguaje de la praxis: "hacer", "justicia", "pequeños"

Desde 1,24 en que, con la imposición del nombre de Jesús, José "hizo como el ángel del Señor le había mandado", Mateo tiene cuidado en señalar la importancia del "hacer" ligándolo intimamente con la "voluntad" divina. (7,21; 12,50; 21,31). Este hacer distingue a Jesús y a sus discípulos de los fariseos que "dicen y no hacen" (23,3) e implica un compromiso mayor que el de publicanos y gentiles (Mt 5,46-47). Frecuentemente aparece unido a la imagen de la fructificación: el árbol bueno que hace frutos.
Esta necesidad de una praxis en orden a realizar la vida en fidelidad al querer divino constituye lo que Mateo llama "justicia". El ámbito a que se extiende dicha justicia es tan amplio que engloba todo el querer divino sobre el mundo y la historia. A realizarla están invitados los hombres, que a semejanza de Jesús, pueden alcanzar la felicidad si son capaces de asumir las exigencias implicadas en ella.

En el marco de este recto comportamiento ético o "justicia", Mateo a­tribuye importancia a la relación que tienen los "pequeños" o "mínimos" con la justicia del Reino. En primer lugar, son sus principales beneficiarios. A ello se debe añadir que es necesario asemejarse a ellos en vistas a partici­par en ese Reino, que les pertenece. Y, en el Juicio final, el Rey Escatoló­gico se identifica con los pequeños. Mateo alterna estos términos con el de "niños", "sencillos" y "pobres".

1.2. "Cumplimiento" del A.T. "Discursos"

Como el escriba que saca de su tesoro cosas nuevas y viejas, Mateo se dirige al pasado del Antiguo Testamento para mostrar que se ha cumplido en Jesús. Con la fórmula "A fin de que se cumpla lo que fue dicho por el Señor a través del profeta que dijo..." u otra semejante, el evangelista no inten­ta ofrecer la prueba del hecho, sino que busca situar al hecho dentro de la economía salvífica. Este carácter sagrado facilita la adhesión a Jesús, mostrando que su persona y sus acciones son conformes al designio de Dios. Quizás Mateo haya, para esto, utilizado el trabajo de una escuela de escri­bas cristianos.

Pero, por otra parte, en los discursos de Jesús, Mateo agrupa las palabras del Señor o la interpretación que adquieren dichas palabras a par­tir del presente comunitario. De este hecho surge la composición de cinco grandes discursos que concluyen de la misma manera: "Y sucedió que cuando acabó Jesús..." seguido por un término referido al decir.

1.3. Estructura

Las múltiples conexiones que están indicadas en el texto, en lugar de facilitar la presentación de la estructura, la dificultan. Para la presente estructuración se toman en cuenta los siguientes datos:
a) La frase, repetida cinco veces, ya mencionada, "Y sucedió que cuan­do acabó Jesús..." (7,28; 11,1; 13,53; 19,1 y 26,1).
b) La conexión que tiene un discurso con las acciones sucesivas, y no con las anteriores, señalada explícitamente en la sección 4,23 - 9,35, dónde el versículo inicial se repite casi al final.
c) Los comienzos solemnes que aparecen en el texto (4,17 y 16,21): "Desde entonces comenzó Jesús..."
d) La naturaleza de la sección de 13,1 - 16,20, situada antes del se­gundo comienzo, pero íntimamente ligada con el contenido que empieza a desarrollarse a partir del mismo: por primera vez aparece la mención del "fin del tiempo" (synteleía aionos) en 13,39.40.49 (Cfr.24,3 y 28,20). En conexión con ello, encontramos un vocabulario que casi no se había usado anteriormente: uno de los verbos griegos que significa "sentarse" aparece por primera vez aplicado a Jesús en 13,1.2, y otro verbo de la misma significación, apenas consignado anteriormente (5,1), multiplica sus frecuencias (13,48; 19,28; 20,21.23; etc). El verbo "reunir" unido a personas, que antes sólo se había usado en 2,4 (y a nivel simbólico en 3,12), comienza a repetirse frecuentemente: 13,2; 18,20; 22,10.34.­41; 26,3.57; 27,17.27.62; 28,12.

Y junto a ello, "vender" (antes sólo en 10,29) y "alegría"(antes sólo en 2,10), y aparición de nuevos términos como "comprar","separar" y "dudar", "explicar".

1,1 - 4,16: I.INTRODUCCION: La acción del Espíritu
1,1 - 2,23 A. En el Evangelio de la Infancia
3,1 - 4,16 B. En la preparación al ministerio
4,17 - 12,50: II. PRIMERA PARTE: Programa y Misión
4,17-22 A. Primer comienzo: El Reino ha llegado. Llamada a Pedro y a otros pescadores
4,23 - 9,38 B. El poder del Reino
5,1 - 7,29 El Discurso
8,1 - 9,38 Las acciones
10,1 - 12,50 C. El cuestionamiento al Reino
10,1-42 El discurso
11,1 - 12,50 Las acciones

13,1 - 16,20: III.TRANSICION: Entender el Reino
13,1-52: El Discurso
14,1 - 16,20 Las Acciones

16,21 - 28,20: IV. SEGUNDA PARTE El tiempo de la decisión
16,21 - 17,27 A' Segundo comienzo: Ver el Reino de los presentes (Transfiguración). Pedro pesca para pagar el didracma.
18,1 - 22,45 C' Los pequeños aceptan el Reino
18,1-35: El Discurso
19,1 - 22,45: Las Acciones
23,1 - 28,20 B' Rechazo y juicio
23,1 - 25,46: El Discurso
26,1 - 28,20: Las Acciones


2. NIVEL HISTORICO

2.1. Lugar social urbano: "polis"

El lugar de origen de este Evangelio parece ser la ciudad (polis). En favor de ello hablan el frecuente uso que el evangelista hace del término y otros indicios, sobre todo ciertos rasgos que implican la existencia de una organización eclesial que cuenta con pluralidad de ministerios (23,8-10.34) y con un desarrollado procedimiento disciplinar (18,15-20).

Para determinar su ubicación se debe tener en cuenta que una ciudad tal debe reunir las siguientes condiciones:
a) Un lugar fuera de la Palestina;
b) Con una fuerte presencia del fariseísmo;
c) Situada en una encrucijada del judaísmo y otras culturas. Según esto debemos pensar en Siria como pa­tria del Evangelio. A favor de ello habla, también, el hecho de que es el único evangelio que habla de la resonancia de la predicación de Jesús en esa tierra (Mt 4,24).

2.2. La época de Mateo

2.2.1. Características generales

Mateo escribe su evangelio después de la destrucción de Jerusalén. Ello se deduce de la parábola del rey que invita a las bodas de su hijo (Mt 22,1-14). En ella la muerte de los mensajeros reales suscita la cólera del rey que con su ejército extermina a los asesinos y hace arrasar su ciudad.

Durante esta época, la política imperial romana produce transformacio­nes importantes en el ámbito sirio-palestino. Entre ellas debe contarse el proceso de urbanización que el evangelista parece juzgar no muy positivamen­te ya que consigna repetidas veces cierta desconfianza hacia la ciudad, considerada como lugar de persecución (10,23; 23,34) y de rechazo (10,11-14; Cf.11,1: sus ciudades).

Sabemos a este respecto que, ya desde el año 38, la autoridad romana de la región veía con desconfianza a los cristianos a causa de los conflic­tos que su predicación causaba al interno del judaísmo.

Junto a la urbanización se produce un auge del comercio. Frecuentemen­te el Evangelio menciona "tesoros", "plata", "talento", conoce los banqueros a quienes se confía el dinero (25,27); se señalan actividades como "comprar" y "ganar". Por ello, el evangelista tiene cuidado en llamar la atención sobre los daños que una codicia desmedida puede producir en la comunidad.

2.2.2. Polémica con la sinagoga

Después de la destrucción de Jerusalén, el judaísmo desde Jamnia bus­caba emerger de la crisis en que aquella destrucción lo colocaba. Bajo la dirección de los fariseos, emprende un rápido y enérgico proceso de unifi­cación.

Dicho proceso procura imponer uniformidad en toda la vida judía: li­turgia, disciplina, interpretación escrituraria, etc., y se lleva a cabo con la única oposición de grupos marginales judíos y del cristianismo, que hasta ese momento, formaba parte del judaísmo.

Esta resistencia, junto a las dificultades exteriores del medio pagano
o gnóstico, estimula el proceso de uniformidad y lleva a un enfrentamiento irreconciliable entre judaísmo oficial y cristianismo naciente.

En el año 80, Gamaliel II introduce en las Shemoné 'Esré (dieciocho bendiciones recitadas en la oración judía) una nueva bendición contra los minim o herejes (judíos que se habían pasado al cristianismo).


BIRKAT-HAM-MI­NIM

Que los calumniadores no tengan esperanza,
que los malévolos sean aniquilados,
que tus enemigos sean destruídos.
Que la fuerza del orgullo quede pronto
en nuestros días abatida, rota y humillada.
Alabanza a Tí, Eterno,
que destrozas a tus enemigos
y derribas a los orgullosos.

Con esta nueva bendición se procuraba que los cristianos no tuvieran acceso a la liturgia sinagogal y que, con ello, el proselitismo cristiano que frecuentemente se hacía aprovechando el momento de la explicación sina­gogal de la Escritura, perdiese fuerza.

Mateo polemiza con este judaísmo fariseo, cuyas asambleas en "sus
sinagogas" (4,23; 9,35; 10,17; 12,9; 13,54; 23,13ss) quedaron, por ese moti­vo, sin la presencia de cristianos y cuyas medidas represoras produjeron la separación definitiva.

Sin embargo, el evangelista procura evitar las medidas de abierta rup­tura en orden a que no se encuentren pretextos para que la persecución ad­quiera mayor fuerza. Parece que esta intención está presente en textos como 17,24-27 en que se recomienda contemporizar con los preceptos del legalismo fariseo dominante y, de esa forma, evitar sus sospechas, escándalos y hos­tilidades.

Teniendo presente lo dicho, se puede concretar algo más la fecha pro­bable de composición de eset Evangelio, asignando su edición a un momento de la década que transcurre entre los años 80 y 90.

2.2.3. Los destinatarios del Evangelio

Es probable que los destinatarios del Evangelio sean parte de una comunidad cuya constitución cuenta con la presencia de numerosos judeocris­tianos. A esto nos lleva el que en él no se explican las costumbres judías y que se emplean vocablos hebreos sin traducirlos o explicarlos. El plantea­miento de la cuestión del divorcio hace alusión a discusiones entre escuelas rabínicas.

La descripción de la comunidad deja entrever la existencia en su seno de tibieza y de pérdida del entusiasmo de los orígenes. La atención se diri­ge por tanto a revitalizar la vida cristiana, señalando repetidamente sus exigencias a interlocutores que pueden ser definidos por "su poca fe".

Junto a esa apatía religiosa, en la comunidad de Mateo se advierte también la presencia de "falsos profetas" cuya naturaleza es difícil de determinar y a los que se acusa de no producir buenos frutos y de ser causa de división en el seno de la comunidad.


3. NIVEL TEOLOGICO

3.1. La cercanía de Dios en el Emmanuel Señor

Las últimas palabras del Evangelio "Y he aquí que yo estoy con voso­tros todos los días hasta el fin del mundo" (28,20) están en conexión con el "Y le pondrán por nombre Emmanuel, que traducido significa Dios con noso­tros" (1,23) del comienzo del Evangelio.

Para la comunidad, El "estar con vosotros (nosotros)" hace presente en Jesús al Dios del Antiguo Testamento que sigue prometiendo a todo su pueblo, o a algunos individuos de él, su compañía y su asistencia para desarrollar una tarea que aparentemente excede las propias fuerzas. La tarea encomendada puede realizarse gracias a esa ayuda de un Dios que acompaña la actuación y la vida del pueblo y de cada uno de sus miembros.

Este dinámico "estar" de Dios con su pueblo, da fuerzas para la misión cristiana, y es garantía de la asistencia divina en las dificultades de la persecución. Se trata de un "Ánimo que soy yo, no temáis" (14,27), escuchado en medio de las dificultades, capaz de superar las dudas de los enviados (28,17; 14,31).

Pero la cercanía de Dios tiene otra función en la vida comunitaria. Frente a la comodidad y al adormecimiento, la presencia de Dios sirve para recordar que el propio presente comunitario de "todos los días antes del fin de los tiempos ("synteleia tou aionios") debe llevar las marcas de una vigi­lancia activa, única forma de que el futuro no encuentre desprevenidos a los integrantes de la comunidad.

Frente a las dificultades de la persecución y frente a la comodidad de una vida sin incentivo, el evangelista desarrolla el tema de la presencia divina en la Historia y en la vida diaria.

3.2. El Señor y su comunidad

3.2.1. Constitución de una comunidad: El nuevo Israel

La constitución de una nueva comunidad está ligada al fracaso de Is­rael. Mateo desarrolla largamente el tema del rechazo que engloba no sola­mente a los dirigentes sino a todo el pueblo. El motivo polémico comienza en 2,1 y continúa hasta el final del evangelio (28,11-15).

La afirmación de que "el rey de Herodes se sobresaltó y con él todo Jerusalén" (2,3), pasando a través del motivo de la agitación de la ciudad de Jerusalén en 21,10 (retomado en la Historia de la Pasión), desemboca en un final trágico que llega hasta el presente del evangelista en 28,15:" Y se corrió esta versión entre los judíos hasta el día de hoy".

El motivo de este rechazo reside en la falta de una respuesta ética
por parte del antiguo Israel. Aunque la parábola de las viñadores homicidas interpela directamente a los dirigentes, el pueblo es también aludido cuando se habla de otro "pueblo que rinda sus frutos" (21,43).

Tanto en este pasaje, cuanto en la primera parte de la parábola de los invitados a la boda del hijo del rey, se nos habla del rechazo por parte de Israel del anuncio del Reino y de sus mensajeros, los discípulos antes y después de la Pascua. La consecuencia es que el rey "dio muerte a aquellos homicidas y prendió fuego a su ciudad". Ésta se encuentra sin escapatoria ya que "mata a los profetas" (23,37), y se verá obligada a exclamar "Bendito el que viene en el nombre del Señor", grito de los reconocen a su Mesías, de­masiado tarde, sin posibilidad de rectificación como se señala en el libro de Henoc (c. 63).

Todo el pueblo pide la condena de Jesús en 27,25 con un grito que tiene un valor jurídico, ya que atestigua la falta colectiva de una genera­ción que mata, crucifica, azota y persigue a profetas, sabios y escribas, y sobre la que caerá "toda la sangre inocente derramada sobre la tierra, desde la sangre del inocente Abel hasta la sangre de Zacarías, hijo de Baraquías" (23,36).

Esto hace que Jesús, que había buscado "a las ovejas perdidas de la casa de Israel" (10,6), se abra a la universalidad de la misión.

Desde el Evangelio de la Infancia, paganos venidos del Oriente se pre­sentan ante Jesús. Ante el rechazo de los hijos del Reino, "vendrán muchos de Oriente y Occidente" (8,11) y del Sur (12,42).

La segunda parte de la parábola de los invitados a las bodas señala el carácter universal de la invitación (22,8-10) y al final del evangelio apa­rece el mandato de "haced discípulos a todas las gentes"(28,19).

Este nuevo pueblo se define por la fraternidad, término preferido por el evangelista para definir las relaciones comunitarias. La igualdad mani­festada en este concepto se hace llamada universal a la perfección que surge de la misma perfección de Dios (5,48).

Esta predicación de la igualdad impide a cada uno de los integrantes de la comunidad toda pretensión de encumbramiento por encima de los demás. Ciertamente que la comunidad conoce distintas funciones: doctores (5,19), profetas y taumaturgos (7,15-23), escribas (13,52); pero nadie puede recla­mar algún privilegio particular en el orden religioso o en el jurídico.

Sin embargo, este nuevo Israel, al que se pide algo más que a los publicanos (5,46) para que su justicia sea mayor que la de escribas y fari­seos (5,20), lleva en su seno las marcas de la ambiguedad: la comunidad conoce defecciones, disensiones internas, el enfriamiento de la caridad. Las sombras están presentes a cada paso; en ella junto a la invocación "Señor, Señor", también se encuentra la desobediencia a la voluntad del "Padre que está en los cielos" (7,21-23). Frecuentemente, ante el crecimiento de la iniquidad, la práctica de la mayoría de sus integrantes se hace contraria a la caridad (24,­12).

A esta comunidad en que se reunen "malos y buenos" (22,10) Mateo re­cuerda que hay caminos que conducen a la perdición (7,13-14). El evange­lista busca reavivar una caridad que se extingue y lo hace colocando a la comuni­dad frente al juicio divino al que también ella está sujeta (22,11-14).

3.2.2. La práctica de la justicia: Jesús y los fariseos. El lugar central de los pequeños

El criterio de este discernimiento dentro de la Iglesia es el mismo
que ha llevado a la condenación de Israel: la práctica de la justicia. Y para explicarlo, Mateo recurre a la actuación terrestre de Jesús en confron­tación con sus principales adversarios: los fariseos.

Ya la estructura del Evangelio nos coloca ante esa perspectiva: Jesús
es aquél que, a diferencia de los fariseos que "dicen y no hacen" (23,3), ratifica su enseñanza con una acción en consonancia con la misma.

Por otro lado, las bienaventuranzas del sermón del monte encuentran
su antítesis en los ayes pronunciados en relación a los fariseos, que han descuidado "lo más importante de la Ley: la justicia, la misericordia y la fe" (23,23).

Mateo afirma en ese pasaje la vigencia de toda la Ley: ésto es lo que había que practicar sin descuidar aquello (Cf.5,18-19). Al discípulo se le recuerda la fidelidad a la Torah, una fidelidad mayor que la de los escribas y fariseos. Pero se trata de una Torah que debe entenderse desde las accio­nes de Jesús -"no he venido a abolir la Ley y los Profetas..." (5,17-18)-, y desde sus palabras en coheren­cia con ella -"venga tu Reino, se haga tu vo­luntad" (6,9)- (en ambos pasajes se usan los mismos verbos).

Toda la Torah se reinterpreta así desde una práctica transformada, la de Jesús, que es su intérprete y que envía a sus discípulos a enseñar "todo lo que yo os he mandado" (28,20). Por este motivo, "todos estos mandamien­tos" (5,19) del comienzo del sermón de la montaña, se transforman en "estas palabras mías" (7,24.2­6), las únicas que valen como fundamento de la vida.

Desde esta interpretación, la justicia que es necesario buscar se identifica con el Reino (6,33) y, por consiguiente, sale al encuentro de toda dolencia. En Mateo, pecado y enfermedad están en estrecha relación. La enfermedad simboliza al pecado, no lo castiga. Dicho de otro modo, la exis­tencia de la enfermedad está indicando que el Reino aún no ha llegado. Por ello, "sanos y enfermos" son metáforas de "justos y pecadores" (9,12), y Jesús dirige su actuación al segundo miembro de cada par.

Jesús, en quien se hace presente el Reino, "salvará a su pueblo de sus pecados" (1,21) y, por consiguiente, su actuación de la justicia llevará las marcas de la compasión del Mesías-pastor (9,36) frente a la situación de abandono del pueblo producida por la apostasía de sus dirigentes.

Ya en los relatos del Evangelio de la infancia, esta compasión aparece como solidaridad con un mundo que sufre a causa de los poderes de la muerte. En la muerte de los inocentes se invita a compartir el llanto de Raquel. Jesús vive en el exilio y encuentra refugio en los confines de su pueblo como todos aquellos a quienes "busca matar" (2,13) el poder de Herodes o el de Arquelao que "reinaba en Judea en lugar de su padre Herodes" (2,22).

En la vida pública, esta participación en los dolores se hace compa­sión activa frente a "toda enfermedad y toda dolencia" (4,23; 9,35). La com­pasión así entendida hace realidad la profecía del Servidor sufriente, re­cordada en Mt 8,17: "El tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfer­medades".

Los fariseos, en nombre de la tradición, han anulado la palabra de Dios (Mt 15,6). No han comprendido el contenido central de la justicia por­que no han aprendido "qué significa aquello de: Misericordia quiero que no sacrificio" (9,13; 12,7). La legitimidad de los dirigentes es puesta en cuestión porque no han atendido a la miseria económica, corporal y cultural de la gente.

De ello se deduce que no se trata de trasladar a la gente hacia un nuevo espacio, hacia el nuevo Israel, la Iglesia; sino que, como aparece en la escena del juicio, es la Iglesia la que es llevada hacia los desdichados donde puede encontrar el verdadero lugar del Evangelio.

El corazón del Evangelio reside en la predilección que tiene el Dios de Jesucristo por los más desprotegidos de este mundo y en esto consiste la fidelidad ética al designio salvador de Dios, la justicia del Reino.

Por ello, en la parábola de los viñadores, el Reino no se transfiere a los enviados por Jesús que, de este modo, serían constituídos como nuevos dirigentes. La nueva nación se construye desde un llamado generoso, cuyo modelo es el pueblo que andaba en tinieblas, las masas miserables de la Galilea de los gentiles, de uno y otro lado de la frontera, judíos y paga­nos.

El discípulo, entonces, está llamado ante todo a una comprensión obe­diente de las palabras de Jesús, llamado a unir también, como Jesús, la en­señanza y la práctica en su actuación de la misericordia. El único criterio para el juicio es el fiel cumplimiento de la Ley, en que el discípulo camina con Cristo y comparte su destino de inseguridad total en orden a implantar la misericordia en medio de un mundo inmisericorde.

Se exige así desprendimiento (5,3) y libertad plena (5,10), únicos
caminos de que se dispone para obtener en el presente la felicidad del Rei­no, ya participada por los discípulos (5,12) y que, en el futuro, colmará los vacíos del mundo presente (5,4-6) y llevará a su plenitud la práctica de la justicia (5,7-9)

3.3. El Señor y su poder universal

3.3.1. Irradiación del Señor

En los versículos finales del Evangelio, el "con vosotros" (nosotros) de Cristo (Dios) está ligado con el poder universal que se le ha confiado. Este poder lo hace Señor de todos los pueblos y con él ha comenzado el Reino de Dios.

La promesa de Satanás, cuando en la montaña de la tercera tentación "le muestra todos los reinos del mundo y su gloria y le dice: 'Todo esto te daré...'", encuentra su realización por caminos totalmente diversos en la montaña de Galilea, origen y justificación de la misión cristiana.

En ella, la salvación se ofrece a todos. En la historia del centurión
de Cafarnaum no se pone ninguna condición previa; todos los hombres son lla­mados y el juicio determinará quiénes de verdad han creído y dado frutos.

El objetivo de la misión se define como un "hacer discípulos". Como aparece de la comparación entre Mt 27,57 y Mc 15,43, el Reino de Dios y Jesús pueden ser colocados en relación recíproca, en cuanto los discípulos son los que hacen la voluntad de Dios y, de esa forma se convierten en her­manos de Jesús.

De esa forma, adhesión a Jesús y discipulado cristiano constituyen una sola realidad. El llamado de Jesús no se dirige sólo a los que lo acompaña­ron sino a todo hombre.

Este hacer discípulos se convierte en un enseñar "todo lo que yo os he mandado". Cristo aparece aquí como único Maestro (Cf.23,8) que exige respec­to a sus palabras la misma obediencia que exigía la voluntad divina en el Antiguo Testamento.

El hablar autoritativo de Jesús en todo el evangelio, la posición (sentado) en que lo efectuaba, el material de los "discursos", la transfor­mación de las acciones a las que carga de finalidad didáctica hacen ver la importancia que concede Mateo a la enseñanza.

Pero esto implica que la Iglesia debe ser la continuadora de la ense­ñanza del Jesús terreno. 24,14 y 26,13 hablan de la necesidad de la procla­mación "de esta Buena Nueva en el mundo entero" y que su contenido no puede ser otro que la predicación del Jesús terreno.

Con ello el término de Buena Nueva ha recorrido un largo camino desde el uso que del mismo hacía Pablo cuando con él designaba la proclamación de la cruz y resurrección como hechos salvíficos. Marcos había incluído el destino del Jesús terreno. Mateo le asignará el sentido de "la predicación del Jesús terreno".

Esta búsqueda de precisión del contenido de la enseñanza de Jesús lleva a Mateo ampliar las fórmulas de Mc 1,39 y 6,6 con el "evangelio del Reino" (4,23; 9,35)

A través de esta enseñanza la irradiación de Jesús llega a todas las gentes.

3.3.2. Universalismo que no olvida la encarnación

El rechazo Israel, ha hecho, como hemos visto, que la predicación de Jesús que se había limitado a actuar inicialmente con los integrantes de su propio pueblo (4,­23; 9,35) y que había indicado lo mismo a sus discípulos (10,6), trascienda los límites de su nación. Sin embargo, junto a este moti­vo, el evangelista señala otro no menos importante: el dolor de la humanidad impulsa a Jesús a salir al encuentro de la miseria universal.

El mismo Jesús ha dado el primer paso hacia esas gentes en la transi­ción que ocupa la parte central del Evangelio: ello se ha realizado en el episodio de la cananea y en la segunda multiplicación de los panes realizada en favor de los paganos (cf. 15,31). La simetría que ella tiene con la pri­mera multiplicación nos orienta a descubrir la participación del pan entre judíos y paganos.

La vida común de ambos grupos podía verse dificultada por las pres­cripciones alimentarias y por el sábado. Frente a estos dos preceptos Jesús recurre a Oseas como forma de fundamentar el universalismo de la misericor­dia. La doble multiplicación enseña que ritos y sacramentalidad adquieren su significación en la verdad de las relaciones humanas que trascienden al sólo individuo.

Sin embargo, se da en Mateo una fidelidad absoluta a la herencia de Israel. Los escribas de la comunidad de Mateo aseguran el lazo entre Israel y los tiempos nuevos (13,52). Mateo concluye con esta afirmación la ense­ñanza parabólica en que por dos veces se ha remitido al Antiguo Testamento (13,14.35). Las citas de cumplimiento, la necesidad de cumplir las prescrip­ciones mosaicas (8,4; 17,27).

Con todo ello, aparece un universalismo que parte de la fidelidad a su pueblo, que vuelve a él y que sale al encuentro de los otros pueblos para ofrecer lo mejor de sí mismo.

Esta salida se realiza en el desempeño de la función del Servidor su­friente "que anunciará el juicio a las naciones" (12,18) y en cuyo "nombre pondrán las naciones su esperanza" (12,21).




CLAVE CLARETIANA

EL SERVICIO A LA JUSTICIA

Claret vivió con pasión su etapa de aprendizaje de la técnica de la industria textil en Barcelona. Cuando su vida parecía ya haber tomado una orientación clara y definida, le sale al encuentro la Palabra: "En medio de esta barahúnda de cosas, estando oyendo la Santa Misa, me acordé de haber leído desde muy niño aquellas palabras del Evangelio: ¿De qué le aprovecha al hombre ganar todo el mundo, si finalmente pierde su alma? Esta sentencia me causó una profunda impresión... fue para mí una saeta que me hirió el cora­zón; yo pensaba y discurría qué haría, pero no acertaba" (Aut 68). El proce­so que comienza en este encuentro con la Palabra le llevará a Claret a dar una orientación totalmente nueva a su vida: la evangelización será ahora su pasión. "Buscad primero el Reino de Dios y su justicia, y lo demás se os dará por añadidura" (Mt 6,33).

La evangelización misionera es nuestra vocación específica en la Igle­sia. Una tarea que tiene múltiples dimensiones. La acción por la justicia es una de ellas. Como nos dicen la Evangelii Nuntiandi y el documento del Síno­do de los Obispos de 1971, la acción en favor de la justicia y la participa­ción en la transformación del mundo se nos presentan claramente como una dimensión constitutiva de la predicación del Evangelio, es decir, la misión de la Iglesia para la redención del género humano y la liberación total de toda situación opresiva (cf. E.N. 30-38; Sínodo de 1971, Introducción).

Por ello, el último Capítulo General nos exhorta a "iluminar y promo­ver las iniciativas que abren caminos al Reino de Dios por la proclamación de la fe, la vivencia del Evangelio, la defensa de la vida, la justicia, la solidaridad y la paz, colaborando así en la instauración de un orden inter­nacional más justo" (SP 10.1).

La lectura del Evangelio de Mateo, desde una óptica misionera clare­tiana, nos alerta sobre esta dimensión fundamental de la evangelización: ¿Qué significa hoy, para nosotros como evangelizadores claretianos, asumir la palabra de Jesús que dio una orientación completamente nueva a la vida de Claret?




CLAVE SITUACIONAL

1. La justicia y el Reino. ¿Qué imágenes asociamos a estas palabras? Comen­zamos sugiriendo algunas: el grano de mostaza, el árbol que da fruto, un rey que viene sobre un asno, un niño en medio, el más pequeño...hacia: las imá­genes del poder. La justicia del Reino es también un hijo que no sólo muere, sino que es asesinado escandalosamente. ¿Y qué justicia? ¿la que reparte igual entre desiguales? ¿la que sabe reconocer y valorar la diversidad? ¿la que reconoce a todos el derecho a tener acceso a lo que sirve para vivir? ¿Hay lugares, tiempos, personas y procesos que anticipan las palabras: "mi­sericordia y verdad se encontrarán, justicia y paz se besarán"? ¿La historia está recorrida por procesos de justicia? ¿Cómo "revela" el cada día de cada uno la justicia del Reino?

2. La presencia de Dios en la historia: cómo se manifiesta hoy el Emmanuel. El Reino llega donde se practica la justicia. Busquemos estos signos de su presencia más allá de los límites de la Iglesia, en las experiencias locales e internacionales, expresando así una verdadera catolicidad.

3. La memoria de las raíces. Es un problema crítico no sólo ligado a las nuevas generaciones, sino a todas: el de releer la praxis de las primeras comunidades, de su fundador, del largo hilo de fidelidad de Dios con el quehacer humano. ¿Cómo transmitimos esta memoria? La transmisión de esta memoria que hace hoy la Iglesia ¿es comprensible al mundo actual?
4. El desafío de las grandes ciudades. ¿Cómo ser un "corazón pensante" den­tro de unas transformaciones de las que nuestras ciudades son el signo más monstruoso? ¿Qué espontaneidad y qué organización necesitan?



CLAVE EXISTENCIAL

1. Qué debemos hacer. No se trata de la lista de la compra y ni siquiera de un calendario que rellenar. La pregunta sintetiza el estar presentes y la ubicación para el cambio; el confiar en la Providencia y el realismo respon­sable con el que afrontar el día a día.

2. Cómo leemos la historia partiendo de los últimos. ¡Cómo cuesta a las comunidades poner en el centro de los proyectos a los pequeños! ¿Son ellos verdaderamente nuestra perspectiva y el criterio a la hora de elegir?

3. La misión universal, exigencia de la vocación claretiana. ¿Encuentran eco en nuestros corazones y en nuestras opciones misioneras las tensiones uni­versales expresadas por el magisterio congregacional? ¿Es "normal" conjugar nuestra tarea particular con la universal?

4. Entre la tradición y el futuro, ¿qué nuevas síntesis se nos piden para colaborar en el crecimiento del Reino?



ENCUENTRO COMUNITARIO

1. Oración o canto inicial.

2. Lectura de la Palabra de Dios: Mt 18,1-20

3. Diálogo sobre el tema XI en sus distintas claves.
* Recordar lo que se ha indicado en el folleto PRESENTACION acerca del encuentro comunitario.
* Tener presentes las preguntas formuladas dentro de las pistas que se ofrecen para las claves situacional y existencial.

4. Oración de acción de gracias o de intercesión.

5. Canto final

CURSO BIBLICO 10

TEMA 10. MARCOS. EL EVANGELIO DEL REINO EN LA DEBILIDAD DEL CRUCIFICADO

TEXTO: Evangelio de Marcos

(Para la reunión comunitaria: Mc 10, 17-31)


CLAVE BÍBLICA

O. INTRODUCCION.

Lectura del evangelio de Marcos en la Iglesia.

Durante mucho tiempo el evangelio de Marcos (=EMc) ha sido injustamen­te olvidado; considerado como la "cenicienta" de los evangelios. Su lengua­je, en comparación con el griego refinado de Lucas, resultaba bastante vulgar. Su estilo conciso, abrupto y, con frecuencia, oscuro, desmerecía del ritmo ordenado y lento de Mateo. Ambos evangelios, llenos de dichos y pará­bolas de Jesús, tenían una proyección eclesial. El EMc, en contraste, pare­cía demasiado pobre. Además, Juan era el evangelio "espiritual" por excelen­cia. Incluso un hombre genial como S.Agustín -de tanta influencia posterior- es, en parte, responsable de dicha infravaloración al afirmar que el EMc no había hecho más que resumir el evangelio de Mateo ("Marcus eius breviator").

Los datos de la tradición se imponen. En la historia eclesial puede afirmarse que ni los especialistas (teólogos y escrituristas) ni las comuni­dades cristianas han tenido demasiado interés en conocer el EMc, que no fue prácticamente empleado ni en la liturgia ni en la catequesis. Hasta el con­cilio Vaticano II, durante todo el ciclo litúrgico, fuera del relato de la pasión en el martes santo, no se leían más que cuatro perícopas. En latín sólo se encuentran algunas homilías de S.Jerónimo y un comentario de Veda el Venerable. Entre los griegos absolutamente nada.

Por fortuna la situación ha cambiado radicalmente en los últimos años. Y de un olvido inmerecido y multisecular se ha pasado a una valoración cre­ciente. Y quien fuera motejado "cenicienta" ha llegado a ser, siguiendo la moraleja, "reina" en cuanto a la alta estima y utilización actual dentro de la Iglesia.

A comienzos del siglo XX se opera el cambio, debido a estas razones fudamentales. Los especialistas son del parecer que el EMc es el más antiguo y que su texto fue empleado por Mt y Lc al componer sus respectivos evange­lios. Atención de los historiadores, pues lo consideran más cercano de la historia de Jesús; en este sentido menos elaborado y más "fiable" que los otros evangelios. Interés cada vez mayor por descubrir la humanidad de Jesús -que tan insistentemente el EMc destaca-, presentando sus sentimientos, gestos, palabras y acciones, que poco a poco la tradición ha abandonado, por considerarlos demasiado terrestres (Mc 1,40-43; 3,5.21; 6,5.6; 7,34; 9,16.33.36; 10,14.18.21; 11,12-15; 13,32). Sobre todo la sintonía con el EMc de la gente más pobre y humilde, el pueblo de Dios, que se siente oprimido, y sufre en sus espaldas los problemas que acarrea la injusticia imperante en el mundo. El EMc describe la figura de Jesús con los rasgos más críticos hacia determinadas presentaciones triunfalistas de la fe, que olvidan el conflicto histórico de la vida de Jesús y la exigencia para todo cristiano de llevar la cruz detrás de él; pues sólo así se puede ser discípulo de Jesús, el crucificado.

En este sentido el EMc resulta enormemente actual, porque interpela a las conciencias cristianas demasiado seguras e instaladas, y a los oprimidos les da una razón para la esperanza, en el seguimiento de Jesús

1. NIVEL LITERARIO.

1.1. Narración evangélica.

En el Nuevo Testamento se emplean dos tipos de lenguaje catequético: uno doctrinal, como el de las cartas de Pablo; otro narrativo, el de los evangelios. Marcos fue el primero que utilizó este lenguaje. Su obra tuvo enorme éxito como lo demuestra el hecho de que fuera seguido por otros auto­res (los evangelios de Mateo, Lucas y Juan) y que estos escritos evangéli­cos ocupasen un lugar privilegiado en la enseñanza y liturgia de la Iglesia, al ser expresión genuina del pensamiento y obra de Jesús. No fue intención de Marcos escribir una biografía completa de Jesús, sino una catequesis, pero lo hace recordando la historia de Jesús y seleccionando algunos relatos (Juan Bautista, bautismo, ministerio en Galilea, Judea, Jerusalén, muerte y resurrección), de manera que ayude a la comunidad; pues el presente de la Iglesia se fundamenta en la existencia histórica de Jesus de Nazaret, guía y norma viviente para todos los cristianos.

Como libro -que es también el evangelio escrito-, se somete a todas las leyes gramaticales, sintácticas, de cualquier obra literaria.

En el EMc sorprende su "realismo ingenuo". Pasar del primer evangelio (Mt) al segundo es como salir de una plaza para contemplar la naturaleza. El griego del EMc no es el de la época clásica, ni tampoco el que hablaban los letrados de su tiempo. Es el griego corriente (koiné). Su vocabulario es pobre, monótono pero sorprendente. Repite hasta el cansancio la conjunción "kai" (y) y el adverbio "euthys" (en seguida)". Utiliza palabras que Lc, más estilista, evita cuidadosamente (Mc 1,38; 2,11; 14,31). La "ingenuidad" del EMc se muestra también en su sintaxis, que según los expertos tiene muy pocas consideraciones con la gramática griega. Cae en flagrantes repeticio­nes (2,4; 15,26), introduce frecuentes paréntesis, tiene 19 anacolutos o frases incompletas. Todas estas peculiaridades muestran que está muy influ­enciado por los giros populares y el estilo semítico. Cuando se lee, pues, el EMc hay que comportarse como un oyente que escucha atentamente la exposi­ción "en vivo" de los recuerdos de un testigo, que escribe tal como habla. El EMc introduce dinamismo y colorido en su narración. Apenas utiliza el aoristo (tiempo griego del pasado), mantiene a toda costa el presente histó­rico. Sabe describir la realidad concreta. El autor es un hombre "que ha visto bien las cosas" y así las cuenta. Poco importa la forma, con tal de que el lector entienda y se sienta hondamente interpelado. Pero el EMc, aunque pobre en su apariencia, posee una fuerza tremenda. Es un caso pareci­do a la genial poesía del sudamericano César Vallejo. Es el estilo propio que indica una vivacidad del pensamiento e impetuosidad de la acción, y que sacude siempre la conciencia del lector.

Pero junto a esta vivacidad, se detecta un esquematismo. Algunos mila­gros se escriben siguiendo el mismo patrón literario: un exorcismo (1,25-27) y la tempestad calmada (4,39-41). La misma comparación se puede establecer entre la curación del sordomundo (7,32-36) y la del ciego de Betsaida (8,22-26), o entre la primera predicación de Jesús en Cafarnaúm (1,26-27) y en Nazaret (6,1-2). Estas binas de relatos mantienen idéntica factura de compo­sición.

Según estas características, el EMc posee un doble origen: un testigo y una comunidad, ambos muy activos. Cuando es testigo de los recuerdos de Pedro, el EMc reproduce de manera muy viva; cuando es portavoz de la comuni­dad, recoge de manera fiel los testimonios ya fijados y anclados en la tra­dición eclesial. Esto explica la aparente contradicción en la narración, marcada simultáneamente por la viveza y el esquematismo.

1.2. Estructura literaria.

El conjunto del evangelio se vertebra en dos grandes partes, de acuer­do con la tesis inicial: "Comienzo del evangelio de Jesús, el Mesías e Hijo de Dios" (Mc 1,1). Estos dos títulos de Jesús aparecen de nuevo, en dos escenas de confesión, en donde se proclama a Jesús como Mesías (8,27-30) e Hijo de Dios (15,39). Las subdivisiones están determinadas por las diversas reacciones ante la revelacion de Jesús, especialmente las de los discípulos.

Introducción (1,1-13).
El evangelio se cumple en Jesús de Nazaret, en cuanto que él es el Mesías que trae el Reino del modo que le compete al Hijo de Dios (1,1).
Tríptico introductorio: datos previos para plantearse la identidad de Jesús (1,2-13).

PRIMERA PARTE (1,14-8,30).
El evangelio es Jesús en cuanto que es el Mesías, que proclama el Reino de Dios. Tres tipos de respuesta ante la revelación de Jesús:

1. Jesús y los fariseos (1,14-3,6):
- Introducción: presentación de Jesús y los discípulos: Jesús heraldo comienza a proclamar la llegada del Reino de Dios. El primer signo de este hecho es la llamada de los discípulos (1,14s.16-20).
- Jesús, acompañado por sus discípulos, se revela en Cafarnaún y toda Galilea (1,21-45).
- Los escribas y fariseos le rechazan (2,1-3,6).

2. Jesús y el pueblo (3,7-6,6a):
- Introducción: presentación de Jesús y los discípulos rodeados por la gente en actitud religioso-popular mágica. En este contexto Jesús elige a los Doce (3,7-19).
- Jesús, acompañado por los discípulos, se revela. Diversas reacciones de la gente, en las que predomina la incredulidad. Las parábolas ex­plican la razón de esta incredulidad (3,20-5,43).
- Los nazaretanos rechazan a Jesús (6,1-6a).

3. Jesús y los discípulos (6,6b-8,30):
- Introducción: Jesús misionero envía a los Doce en misión (6,6b-13).
- "Intermezzo". Opiniones sobre Jesús (6,14-29).
- Jesús se revela especialmente a sus discípulos, que aparecen torpes, pero poco a poco se les van abriendo los ojos y oídos (6,30-8,26).
- Pedro, en nombre de los discípulos, reconoce a Jesús como Mesías (8,27-30).

SEGUNDA PARTE (8,31-16,8).
El evangelio es Jesús en cuanto que es Hijo de Dios que muere y resu­cita. Consta de tres secciones:

1. Catequesis a los discípulos sobre el modo del mesianismo, jalonada por los tres anuncios de la muerte y resurrección; pero los discípulos no comprenden absolutamente nada (8,31-10,52).

2. El juicio de Jerusalén. Jesús, acompañado por sus discípulos, va a su ciudad y al templo. Los diversos grupos dirigentes religiosos y políticos se le oponen y deciden matarle porque descalifica el templo y se presenta como el Hijo (11-13).

3. Pasión, muerte y proclamación de la resurrección de Jesús. Los discípulos le abandonan. Jesús, muriendo, se revela como Hijo de Dios, pero sólo le reconoce un centurión romano. El resucitado convoca a Pedro y a los discípulos a Galilea, donde le verán (14,1-16,8).

1.3. Final largo de Marcos (16,9-20).

No se admite que sea original de Marcos por razones de vocabulario y estilo, totalmente diferentes al conjunto del Evangelio, y porque conecta mal con la escena precedente (16,1-8); ya que cambia, entre otros motivos, el sujeto y el número de mujeres. Hay dificultades de la tradición textual. Varios códices muy antiguos, entre ellos el Vaticano y el Sinaítico, omiten el final largo. Resulta más verosímil pensar que haya sido tomado de otros documentos, quizás del segundo tercio del siglo II, redactado en medios misioneros helenistas con el fin de invitar a unirse al grupo de los creyen­tes, acogiendo la palabra cristiana del Evangelio, que da la salvación al que la cree y la condenación al que la rehúsa. Este punto de vista, que considera el final largo como un apéndice, es hoy generalmente aceptado y se fue imponiendo en un proceso paralelo al desarrollo de la crítica textual en los últimos siglos.

Con respecto a la relación del final largo del EMc con los relatos paralelos de apariciones, los autores creen que este final depende de y resume los de Juan, Lucas y Mateo. En síntesis concentra la aparición de María Magdalena (Jn 20,11-18), los discípulos de Emaús (Lc 24,13-35), comida y misión (Lc 24,36-49; Jn 20,19-23; Mt 28,18-20), ascensión (Lc 24,50-53). Se insiste en la incredulidad de todos, pero de forma consoladora en la presencia eficaz de Jesús con la iglesia misionera. La Iglesia católica lo considera canónico, consiguientemente inspirado y Palabra de Dios. Este final es conocido desde el siglo II por Taciano y S.Ireneo, y se encuentra en la mayoría de los manuscritos griegos y otros. Si no se puede demostrar que haya tenido a Marcos por autor, lo cierto es que constituye "una tradi­ción extraordinariamente testaruda" (Conzelmann) y "una auténtica reliquia de la primera generación cristiana" (Swete) ): en fin, una síntesis de la teología de la resurrección y del mandato misionero.


2. NIVEL HISTORICO

2.1. Autor. Marcos.

- En vano se buscaría, dentro de las páginas del evangelio, la firma de su autor. No existen pistas seguras que nos orienten sobre su autoría; ni siquiera el enigmático episodio del joven que huyó desnudo cuando fue arres­tado Jesús (Mc 14,51-52).

La tradición atribuye unánimemente el evangelio a S.Marcos y reconoce en él los recuerdos de Pedro. El título que se le añadió en el siglo II, cuando se compilaron los cuatro evangelios, asigna el evangelio a Marcos. Hoy día, la mayoría de los investigadores consideran como digno de crédito el hecho de que el autor del segundo evangelio se llamase Marcos. El testi­monio más antiguo es el de Papías, obispo de Hierápolis, hacia el año 130: "Marcos, convertido en intérprete de Pedro, escribió exactamente pero no ordenadamente, cuanto recordaba de las palabras o acciones del Señor...Sólo tuvo una preocupación: no omitir nada de lo que había oído, no decir nada que fuese falso". Este testimonio muestra que ya a principios del siglo II, el evangelio se atribuía a un personaje de segunda categoría; algo que en aquel tiempo era comunmemente aceptado y que razonablemente no pudo ser inventado por el gusto de querer rebajar la autoridad de este evangelio. "Se habría escogido más tarde un nombre más famoso que el de Marcos, si no se supiera quién era el autor"(Schweitzer). Siguiendo a Papías, abundan en la Iglesia testimonios afirmando que el segundo evangelio fue escrito por Mar­cos, de acuerdo con la predicación de S.Pedro: Ireneo (+202; Adv.Haer. 3,1.1); Tertuliano (+220; Adv. Marc. 4,5); Clemente de Alejandría (+215; HE VI,25,5). La tradición romana (Hipólito) ha conservado el recuerdo de un Marcos "con los dedos cortos" (colobodaktylus).

La tradición de la Iglesia, no sólo en Asia Menor, sino también en Egipto, Africa y Roma, afirma unánimente que el segundo evangelio fue escri­to por Marcos, siguiendo fielmente la predicación de Pedro.

2.1.1. Marcos en el NT.

Interesa resaltar la dimensión histórica de este personaje, a fin de calibrar su influencia en la composición del evangelio. Los Hechos de los Apóstoles mencionan a un cierto Juan, de sobrenombre Marcos (12,12.25; 15,37); a veces desginado como Juan (Hch 13,5.13), otras como Marcos (Hch 15,39). Es hijo de una mujer llamada María de Jerusalén. La casa de su madre acoge a la comunidad cristiana para la oración, y a ella se dirige Pedro al salir de la cárcel (Hch 12,12).

En las cartas de Pablo, el nombre de Marcos aparece en tres ocasiones, siempre en los saludos finales (Col 4,10; Flm 24; 2 Tim 4,11). Finalmente el mismo Pedro escribe: "Os saluda la comunidad reunida en Babilonia, la elegi­da con vosotros, y también mi hijo Marcos" (1 Pe 5,13). Según la interpreta­ción más probable, Babilonia designa a Roma. Así Marcos habría estado en relación primero con Pedro, luego con Pablo (del 44 al 49 y del 61 al 63), después de nuevo con Pedro (63-64). En esta conexión de Marcos con uno y otro apóstol, existen claves para la comprensión del evangelio.

Según algunos especialistas la relación "Marcos-Pablo" es la princi­pal, y se convirtió en una experiencia misionera en tierras paganas (cf. Hch 13,5). La convivencia entre ambos resultó dura, y al final, insostenible (cf, Hch 15,39), pero para Mc supuso experimentar el universalismo de la misión. Com­parando el EMc y las cartas de Pablo se encuentran grandes temas teológicos, que los hermanan: la ineficacia de la ley judía, la salvación por la fe, el universalismo y la novedad traída por Cristo.

La tradición ha insistido, no obstante, en la relación "Marcos-Pedro" a fin de colocar este evangelio bajo la autoridad de un apóstol y poder ser considerado así un escrito canónico. Se reconoce el testimonio de Pedro en bastantes relatos: la vocación de los discípulos, la curación de la suegra de Pedro, la llamada a Leví, el rechazo en Nazaret, la confesión de Pedro, la transfiguración, el episodio del joven rico, la petición de los hijos del Zebedeo, la entrada en Jerusalén, la purificación del templo, la unción en Betania, Getsemaní, la negación de Pedro. Pero frente a la figura del após­tol, Marcos no se comporta como un defensor a ultranza. Omite relatos que tiendan a honrar a Pedro: la marcha sobre las aguas, el primado de Pedro, el tributo pagado en el templo, y especifica lo que le es desfavorable (Mc 8,33; 9,5; 14,29.31.66ss). Es decir, en el fondo del evangelio está el tes­timomio de Pedro, pero ya anclado en la tradición. Los aspectos negativos podrían provenir de ambientes cristianos más o menos opuestos a Pedro, donde le respeta, pero a veces se le discute (cf.Gál 1,18-19; 2,1-4). Así pues, la relación de Marcos con Pedro es compleja y rica. Marcos se sirvió de los recuerdos de Pedro y también de la tradición ya fijada.

2.1.2. Fecha de composición.

Ya S.Ireneo afirmaba que el evangelio fue escrito después de la muerte de los apóstoles Pedro y Pablo. La crítica interna precisa: antes del año 70, fecha de la gran guerra judía y de la destrucción de Jerusalén; pues ningún dato del evangelio parece aludir a esta aniquilación. Se sigue con­servando el proverbial cliché bíblico de la "abominación de la desolación" (Mc 13,14; cf.Dn 9,27; 11,31). Pero un rápido inciso muestra que el "comien­zo de los dolores" ya ha empezado: "Entiéndelo, lector" (Mc 13,14). Se es­cribiría, pues, el evangelio entre el 67 y el 70. Otros investigadores indi­can que este c. 13 está influenciado por una fiebre apocalíptica. Y se sabe que todo movimiento apocalíptico surge tras un desastre o calamidad nacio­nal; en este caso, después de la destrucción de Jerusalén. Y son partidarios de una fecha algo más tardía.

2.2. Roma: Crisis económica. Xenofobia.

Dos acontecimientos marcan la historia de la ciudad, patria del evan­gelio y destinataria del mismo. La devaluación del denario (la ley seca), que sumió a la población en una gran miseria. Tan enorme carestía y hambre provocaron que la gente mirase con sospecha a otros pobladores de fuera (potenciales competidores) que venían a arrebatarles lo poco que les queda­ba. El otro lamentable evento fue el incendio de Roma. Los cristianos son considerados culpables y Nerón martiriza a una gran multitud de ellos, y a sus pastores Pedro y Pablo.

La comunidad cristiana se encuentra en Roma como una minoría indesea­ble y sospechosa. La xenofobia (odio al extranjero) de los romanos era ya proverbial, en especial repecto a los grupos y sectas que provenían de orie­nte. Entonces se acuñó aquel cruel refrán: "El Oronto desemboca en el Tí­ber", en alusión a los peregrinos que llegaban de lejos, considerados como un montón de cadáveres que infectaban las aguas del gran río de Roma. Entre estos cadáveres estaban los cristianos.

2.3. Comunidad cristiana perseguida.

En Roma, además, vivían colonias influyentes de judíos. Los cristianos no fueron solidarios con éstos en sus aspiraciones violentas ni se unieron a la gran guerra, y, obedeciendo una revelación divina (Lc 21,20-23; cf. Euse­bio de Cesarea, Historia Eclesiástica III, 5,3), dejaron la ciudad para establecerse en Pella (año 66 d.C.). Especialmente, a partir de entonces fueron tratados por los judíos como unos desertores. Durante la década que nos ocupa (60-70), la situación de los cristianos en Roma fue dura y despia­dada. Eran odiados por los judíos, quienes practicaban con ellos la "dela­tio", para acusarlos a los romanos. Eran odiados, asimismo, por éstos, quie­nes los perseguían y acusaban de incendiarios y de corromper con su fe en la divinidad de Jesucristo la "pax romana", cimentada en el culto único al emperador. Sobre la comunidad cristiana se cernía el peligro de la aposta­sía. Así hay que leer la mención de Judas, el traidor "uno de los doce". El EMc lo pone en escena como una posiblidad real en la vida de la comunidad. Cualquiera puede ser un traidor y cada uno debe preguntarse: "¿Acaso soy yo?" (Mc 14,10).

En esta crucial situación, de acoso y persecución a los cristianos, nació el EMc: una comunidad que sentía muy profundamente todo el riesgo que comporta ser cristiano. No era problema ya de identidad o de nombre; era cuestión de vida o muerte. Esto significaba realmente llevar hasta las últi­mas consecuencias la cruz de Cristo en el EMc, a saber; ser excluído de la sociedad como un indeseable y ser ejecutado ignominiosamente como un escla­vo, ardiendo entre las llamas de una tea, o echado a las fieras en el circo.

Un grupo eclesial que experimenta una crisis profunda se remonta casi espontáneamente a sus orígenes; en este caso, al ministerio, vida y muerte de Jesús. Cuando sobre una comunidad recaen por todos los flancos amenazas exteriores e interiores, urge la radicalidad, en la doble acepción del tér­mino: búsqueda de las propias raíces y de la coherencia. La comunidad cris­tiana de Roma tenía necesidad del evangelio escrito; tenía que encontrar fuerza para no sucumbir ante tanta hostilidad. El EMc ofrece al cristiano perseguido una razón para seguir siendo discípulo de Jesus, el crucificado; y saber, como cristiano, vivir tras las huellas del Crucificado, y morir como murió su Señor, abandonado de todos y en la cruz.

Recientemente algunos han pensado que es Galilea, o el sur de Siria, el lugar en donde deben situarse la patria del evangeliio, pero la mayor parte de los exégetas mantienen la opinión tradicional, según la cual Marcos escribió para étnico-cristianos de Roma, o al menos en una zona muy romani­zada del imperio.


3. NIVEL TEOLOGICO.

3.1. Seguir a Jesús, condición para conocerle.

Igual que Israel conoció el nombre de Yahvé (Ex 3,14) y experimentó su presencia, al caminar con él rumbo a la tierra prometida -camino que iba desde la esclavitud a la libertad-, el discípulo de Jesús sólo podrá conocer de verdad quién es Jesus -verdadera presencia de Dios en la historia-,si­guiendo tras sus huellas, haciendo camino con él.

El EMc ha subrayado la importancia central del discípulo: 45 veces aparece la palabra "discípulo" (mathetai), y 41 veces se aplica a los discí­pulos de Jesús. Y esta insistencia estriba en que el EMc presenta al discí­pulo histórico de Jesús como tipo del cristiano de todos los tiempos. Los destinatarios del evangelio, leyendo la vida de estos hombres, que lo deja­ron todo por seguir a Jesús, están descubriendo el ejemplo para hacer lo mismo, y también para no incurir en los viejos errores que ellos cometieron.
Algo que sorprende en el EMc -tal como ha podido verse en la descripción de su estructura- es que Jesús está siempre acompañado por los discípulos. Su primera actuación, tras la proclamación del Reino -aun antes de realizar algún milagro (!)-, es llamar a unos discípulos para que le sigan (Mc 1,16-20); y los discípulos, a lo largo de toda la historia evangélica, estarán siempre con Jesús, salvo el breve paréntesis de su envío a la misión (6,12-30); por eso un momento de gran desolación para Jesús será cuando universa­lizando la huida en Geetsemaní, el EMc escribe: "Y abandonándole huyeron todos" (14,50).

La palabra mathetai, aplicada a los discípulos, era común en Israel para designar los alumnos de un rabino, y Jesús mismo es así nombrado tanto por el pueblo como por sus discípulos (Mc 9,5; 10,51; 11,21; 14,45). Podría pensarse que lo necesario era "aprender doctrinas" como hacían los discípu­los de los rabinos. Pero el aspecto genuino de los discípulos de Jesús es conocerle siguiéndole y conviviendo con él; pues el objeto de su aprendizaje no son doctrinas y tradiciones, sino la persona misma de Jesús, quien se convierte en centro de vida y enseñanza. Así, pues, lo característico de los discípulos, según el EMc, es que deben seguir siempre a Jesús, en una comu­nidad de existencia y de tarea misionera. Sólo en este seguimiento se les dará el conocer gratuitamente el Reino de Dios (Mc 4,11). Y únicamente a lo largo de este seguimiento y convivencia llegarán a descubrir la verdadera identidad de Jesús. Discípulo para el EMc no es tanto quien desea saber de él, sino quien es invitado a seguirle (Mc 1,18; 2,14.15; 10,21.28.32.52); y va detrás de Jesús (Mc 1,17.20; 8,33.34). En el EMc se cumple lo dicho por el antiquísimo poema del conde Arnaldos: "Yo no digo mi canción si no a quien conmigo va".

El discípulo es llamado al seguimiento merced a la iniciativa, comple­tamente gratuita, de Jesús (Mc 1,16-20; 2,13s; 3,13-17). Y ha sido llamado para hacer un camino detrás de Jesus, que consiste en proclamar el Reino (1,14) y en anudar con él una relación de intimidad personal, asumiendo su tarea de salvación.

A causa de Jesús y del Evangelio y debido a la urgencia de la misión, todos los demás bienes se relativizan; es preciso el desarraigo social y el extrañamiento afectivo: hay que estar dispuestos a dejar el trabajo que se tenía, las redes, la barca y los jornaleros, y hasta la propia familia (Mc 1,18-20); el oficio como Leví (Mc 2,14), las seguridades (Mc 6,7-13), el vivir en una tierra concreta, como Galilea (15,41). Jesús pide no sólo el desprendimiento de cosas o personas, sino la renuncia a uno mismo, como centro orientador de la propia existenia; y tomar la cruz por amor de él y seguirle con fidelidad (Mc 8,34). Ahora bien, este radical seguimiento, que comporta la persecución (Mc 10,30), no será humanamente posible sin una intensa vida de fe, oración y vigilancia (Mc 9,23.29; 11,23-26; 13,37).

El seguimiento se hace en comunión estrecha con Jesús, y también for­mando una convivencia entre los discípulos. Jesús va preparando paulatina­mente a sus seguidores, a fin de que con su poder prediquen el Reino (Mc 13,10; 14,9); se concentra en ellos (Mc 3,9; 4,1-2.35-36; 5,37) y realiza ante ellos los mayores prodigios (Mc 4,35-41; 6,30-44.45-52; 7,32-37); pues deben aprender, ver y entender (Mc 4,40; 6,37.52; 8,14-21). Los seguidores de Jesús constituyen una fraternidad, la nueva familia creada a partir de quienes lo han dejado todo por él y por el evangelio (10,28-30); y, tratando de vivir en actitud permanente de servicio y de compartir, se erigen en primicias y signos visibles del Reino de Dios.

3.2. En la debilidad de la cruz se manifiesta el Hijo de Dios.

Frente a la propuesta del imperio romano, que pretende implantar un reino en este mundo, mediante las armas de la fuerza y el poder, el EMc ofrece la verdadera alternativa: presenta el Reino de Dios, que se realiza en la persona de Jesús, el Hijo de Dios, mediante la debilidad, y el colmo de la debilidad, que es la cruz.

En todo el EMc, desde el principio hasta el final, late la cuestión fundamental: "¿Quién es Jesús?". Puede afirmarse que el EMc está concentrado enteramente sobre la cuestión cristológica. Los discípulos se interrogan (4,41) y el mismo Jesús solicita a los discípulos una respuesta sobre su identidad: (8,27.29). Ya el EMc, con su título incial (1,1) muestra que su obra contiene una "professio fidei"; muestra a la manera de una predicación: "Yo os anuncio que..." , de dónde viene este título fundamental de "Hijo de Dios" y cómo Jesús lo ha cumplido en su vida histórica.

En este largo itinerario que es el EMc, Jesús manifiesta que ha reali­zado su tarea en la más pura debilidad, en la aceptación voluntaria de la cruz; y ha mostrado que su destino es la cruz y la resurrección. Se ha dicho del EMc que es "una epifanía oculta de Jesús".

Todo el que sigue a Cristo tiene que saber que sólo si se está dis­puesto a seguir a Jesús en el camino de la cruz, se puede entender de verdad quién es Jesús.

Quien sigue a Cristo va inevitablemente camino de la cruz; pero los discípulos, ante los repetidos anuncios de Jesús sobre su próxima crucifi­xión (Mc 8,31;9,31;10,33-34), muestran su ignorancia y una absoluta incom­prensión; no quieren entender y temen preguntarle (Mc 8,32; 9,32; 10,32.35-40).

La cruz de Cristo es la piedra de toque y de escándalo para todo se­guidor de Jesús: con la cruz tiene que toparse, antes o después. La comuni­dad cristiana no parece entenderlo así. Le agrada más una imagen triunfalis­ta de Jesús y no se da cuenta de que puede recibir el reproche de "Satanás" que recibió Pedro por no aceptar la cruz (Mc 8,34). Por eso el EMc, con vivo interés por avisar al lector cristiano de todos lo tiempos, toma la imagen de los discípulos y prefigura en ellos lo que puede pasar a cualquier cris­tiano -por más bautizado y católico que sea y por grande que sea su puesto dentro de la Iglesia...- si no está dispuesto a seguir a Jesús en el camino de la cruz.

El EMc quiere que a la luz del conflicto que provocó la manera histó­rica como Jesús hacía presente el Reino de Dios entre los hombres, se descu­bra hasta qué punto el conflicto, la persecución y la cruz, son inherentes a todo el que quiera seguir a Jesús. El EMc viene configurado por la cruz de Jesús y por el escándalo que su vida provoca. Por eso el título por excelen­cia de Jesús en el EMc "Hijo de Dios" se encuentra en textos marcados por la pasión, sobre los que la cruz de Jesús planea su sombra alargada.

El título de "Hijo" aparece en el EMc, especialmente pronunciado por la boca del Padre (aparte del testimonio de los demonios: 3,11; 5,7), quien llama a Jesús "hijo amado" en el bautismo (1,9-11), en la transfiguración (9,2-8) y en la parábola de los vinañadores homicidas (12,1-12). En todos estos textos se observa una especial cercanía entre la identidad de Jesús como "hijo amado" y su caminar hacia la pasión y la muerte.

Y es justamente, en su muerte en la cruz, cuando Jesús es confesado como Hijo de Dios por parte de un centurión romano: "Verdaderamemte este hombre es el Hijo de Dios" (15,39). Se acentúa la cualidad de Jesús, como hombre, y hombre que está muerto y que cuelga de la cruz. En la debilidad extrema de este hombre concreto se manifiesta todo el poder y la fuerza de Dios. Es la unión misteriosa de la muerte de Jesús y su identidad de Hijo de Dios, que alcanza su punto de revelación más alto y misterioso. Sólo en la cruz quiere ser reconocido Jesús con su título de gloria más preciado: Hijo de Dios. Y asimismo -la mirada del EMc a la comunidad es constante- el cris­tiano no puede encontrar más gloria sino la cruz de Jesús, el "Crucificado": la persecución, el abandono, la muerte, el martirio, por amor de su nombre y en solidaridad con los hombres y mujeres injustamente crucificados. Entonces su seguimiento de Jesús llega a su culmen; se identifica del todo con la debilidad del Crucificado, que es fuerza de Dios para la salvación de este mundo.

3.3. El secreto mesiánico.

Es un hecho indiscutible que el EMc, de manera mucho más acentuada que los demás sinópticos, ha destacado el secreto con que Jesús ha querido encu­brir su mesianidad durante la vida terrestre. Se puede constatar este pre­tendido silencio en bastantes textos agrupados en temas afines:
- Narraciones de milagros: 1,44; 5,43 ;7,36, 8,26. En estas narracio­nes sorprende el tenor de las palabras de Jesús; son severas adverten­cias para que el hecho milagroso no se divulgue. Todas estas prohibi­ciones quedan, por otra parte, desmentidas por el contexto próximo de la perícopa, y la lógica normal de la vida.
- Expulsiones de demonios: 1,25.35;3,12.
- Ordenes de silencio: 8,30; 9,9.

Un cierto velo de secreto aparece en las controversias con los fariseos: 2,10.19-20.28; 10,1-11; 11,27-33. La misma enseñanza en parábolas, que debe­ría ayudar a la comprensión de los misterios del Reino, se convierte en enigmas indescifrables (4,10-12).

Su voluntad de guardar el "secreto mesiánico" explica también su ansia de soledad; busca estar en "lugares desiertos": 1,12-13.35; 5,1; 7,24. Esta característica del EMc resulta aún más sorprendente si es comparada con los otros sinópticos. El secreto mesiánico se impone, pues, como elemento pecu­liar del EM.

Existen diversas interpretaciones de este hecho:

a) Explicación apologética:
El defensor es W.Wrede. El tema del secreto mesiánico serviría, pues, de aclaración a esta antinomia o desnivel entre la fe de la Iglesia, que cree en Jesús como Mesías, y la tradición histórica, que parece negar esta creencia. La explicación indica que Jesús era Mesías, pero habría ocultado su mesianidad durante su vida pública. Esta hipótesis ha sido seguida y aumentada por los exégetas de la historia de las formas (Dibelius). Debe, no obstante, ser criticada, pues ignora datos fundamentales del mismo evange­lio: 8,29; 11,1-11; 14,62. El hecho de la crucifixión sólo se explica cohe­rentemente desde una prentensión mesiánica por parte de Jesús. Wrede, desde la base de los elementos redaccionales del evangelio, ha querido negar el hecho histórico.

b) Explicación pedagógica:
Jesús actuaba así intencionadamente con el fin de evitar que los ju­díos diesen de su mesianidad una interpretación sesgada, meramente material y política. Esta explicación, que ha sido defendida con fuerza y matizada con muchas variantes, aunque se ajusta plenamente a las circunstancias his­tóricas (el EMc no es una biografía de Jesús, pero sí un relato fundamental­mente histórico) y resulta sumamente verosímil, no da la razón última del hecho narrado por el EMc.

c) Explicación histórico-redaccional:
Se trata de armonizar el dato fundamental de que en la vida de Jesús se dio este secreto y de que Marcos lo "ilustra" porque tiene razones impor­tantes para su comunidad. Jesús ha vivido de manera oculta. "Hay en este ocultamiento una especie de coacción" (H. U.V.Balthasar; cf. Mc 1,45; 6,5). Jesús ha debido corregir continuamente el entusiasmo desbordado de la gente. "El secreto mesiánico expresa en Marcos la irrevocable y libre decisión de Jesús de abrazarse con su pasión, porque ésta es la voluntad del Padre" (G.Minette de Tillesse).

Por otra parte, existe el motivo redaccional, propio del EMc, que acentúa la incomprensión de quienes están cerca de Jesús: la familia, los discípulos y los seguidores de Jesús. Los otros evangelistas, especialmente Lucas trata de suavizar dicha incomprensión.

Con este "secreto mesiánico" el EMc quiere interpelar a su comunidad y dejarles bien claro el motivo de su obra. Incluso, después de la resurrec­ción de Jesús vuelve a aparecer el motivo del silencio ("La mujeres no dije­ron nada a nadie..." Mc 16,8) y de la incomprensión del mensaje de Dios.

La insistencia en este aspecto se debe a que el EMc parece estar preo­cupado por el hecho de que sus cristianos pudieran entender mal a Jesús y no estar dispuestos a seguirlo en el camino de la cruz. A la confesión y profe­sión cristológica debe siempre pertenecer la búsqueda, la apertura, el in­tenso esfuerzo por una más profunda comprensión. El cristiano no puede con­tentarse con fórmulas fijas, ni títulos cristológicos estáticos; no debe faltar nunca el estupor que pregunta: ¿Qué significa el Hijo de Dios?, ¿qué consecuencia tiene la cruz de Jesús para el discípulo?

3.4. La Iglesia se abre a la esperanza. "Galilea".

No todo acaba en la cruz ni en la tumba. Los discípulos ya no pueden seguir callados ni merodeando sepulcros, como muertos, víctimas de un fraca­so. Es verdad que han abandonado a Jesús ante los acontecimientos de la pasión (14,50) y, escandalizados por la cruz, andan dispersos como ovejas que no tienen pastor (Mc 14,27). Pero Jesús de Nazaret ha resucitado y vive, ya no está en el sepulcro (Mc 16,6). Y quiere que sus discípulos le esperen en Galilea.

Galilea es, según el EMc, un lugar teológico; significa la Iglesia en las tres dimensiones del tiempo.

El EMc nombra doce veces Galilea; prácticamente todas las menciones son redaccionales. Nueve de estas menciones de Galilea aparecen en los nueve primeros capítulos. Existe, pues, una acumulación significativa. De esta manera el EMc crea un violento contraste entre Galilea, región de los mila­gros de Jesús y del cumplimiento final, y Jerusalén, la ciudad hostil a Dios, residencia de las autoridades judías, donde Jesús sufrirá la pasión. Para el EMc la vida de Jesús se reliza en Galilea, alcanza su cumbre en Galilea, cae bruscamente en Jerusalén, y se abre de nuevo a la esperanza en Galilea.

La visión teológica del EMc encuentra un punto de apoyo en la geogra­fía y en la historia de su tiempo. Galilea comprendía entonces territorios paganos de Fenicia al NE y de la Decápolis al SE; con todo derecho podía llamarse, pues, Galilea de las naciones. Marcos, que escribe su evangelio para cristianos de origen pagano, hace ver cómo la gran Galilea hace de puente ente los dos territorios habitados por los paganos, los engloba bajo su propia denominación; refuerza con los pueblos paganos de Fenicia y la Decápolis, la aspiración del antiguo Israel de ser "Galilea de las naciones, el distrito de las naciones" (Is 8,23).

El EMc identifica a Galilea con el presente de la Iglesia, la misión contemporánea de la Iglesia, y le da un fundamento en la vida de Jesús (mi­nisterio público en Galilea) y la abre a un espacio absoluto (la Parusía que es el final de la historia). Galilea es, pues, un lugar "teológico"; signi­fica la Iglesia. Pero con una diferencia: la misión de Jesús en Galilea era una epifanía oculta (secreto mesiánico, Jesús ante la gente no declaraba abiertamente quién era); la misión actual de la Iglesia según el EMc se realiza a plena luz porque el secreto mesiánico se ha levantado gracias a la muerte y resurrección de Jesús. El va delante de sus discípulos: "Id a decir a sus discípulos y a Pedro que va delante -proaguei- de vosotros a Galilea, allí le veréis como os ha dicho" (16,7; cf. 14,28; proagei: término para indicar el pastoreo de Dios sobre su pueblo) y los discípulos, siguiendo sus palabras, marchan a su encuentro.

En Galilea ha empezado a predicarse el evangelio; después de la resu­rrección, en Galilea tiene de nuevo que recomenzar y expandirse. La Iglesia ya no debe seguir buscando a Jesús, el Crucificado y Resucitado, en los sepulcros ni en el pasado, sino en donde verdaderamente quiere estar presen­te: en medio de los hombres. Tiene que repetir con la tarea de su misión universal ("Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la crea­ción" Mc 16,15), la misma vida de Jesús en nuestra historia, quien, presente dentro de la Iglesia, la asiste y la fortifica en su evangelización misione­ra.


CLAVE CLARETIANA

CONFIADOS SOLAMENTE EN EL SEÑOR

"Poniendo toda nuestra confianza en el Señor, y nunca en el poder y las riquezas, buscamos ante todo el Reino de Dios, que pertenece a los po­bres" (CC 24).
Desde la pobreza y la debilidad, nos comprometemos en la realización de una grande obra: el Reino. Humildes fueron los inicios de nuestra Congre­gación, aunque fuerte el apoyo de aquella pequeña comunidad de sacerdotes jóvenes: "Tu vara y tu cayado" (cf. Aut 489-490).

Releer el Evangelio de Marcos desde esta clave de pequeñez y debilidad es importante para una comunidad misionera. Es el Señor quien nos ha llama­do a estar con Él y para enviarnos en misión, nos dicen las Constituciones (cf. CC 3) haciéndose eco de Mc 3,13-14. Tomar conciencia de las propias limita­ciones, de los efectivos insuficientes de nuestras Provincias, de las debi­lidades de la Congregación, nos lleva a alabar al Señor de la vida que obra maravillas (cf. Lc 1,46-55) y a confiar en Él.

Lo importante es mantenerse fiel a la llamada del Señor y poner los intereses del Reino en el centro de nuestras vidas. "Aunque nuestra fuerza sea pequeña, cuando la Palabra se apodera de nosotros y somos dóciles a ella, actúa eficazmente en quienes la escuchan y la cumplen" (SP 10).



CLAVE SITUACIONAL

1. Pongamos que hablo de... No podemos escapar de su imperio. Es impresio­nante. Vayas donde vayas allí está. Es el árbitro del mundo. Su ejército es fuerte, poderoso, bien equipado y con generales muy expertos en el arte de la guerra, aunque se llaman a sí mismos protectores de la paz. Está por todas partes para mantener el control y dominar. Hace lo posible para que ninguna otra potencia le haga sombra. Esquilma a los países más pobres. Vive de ellos y, sin embargo, todos le deben algo. Intenta imponer su sistema, un sistema que favorece a las minorías. Necesita mano de obra barata y esclavi­za. Su moneda es la referencia obligada. Respeta las tradiciones de los pueblos con tal que paguen y no se rebelen. Es la envidia de muchos. Su tierra es el sueño dorado, pero prohibido, de los pobres... Allí parece ser que se escribió el evangelio de Marcos. ¿No parece interesante? ¿Podemos sacar conclusiones? ¿Es posible escribir una historia de salvación en la sede de la injusticia y el poder?

2. No se lo digas a nadie.
.Si no quieres quedar en ridículo en cualquier tertulia, no le digas a nadie que Jesús es el Hijo de Dios.
. Si no quieres que se marchen los pocos que te escuchan, no le digas a nadie que seguirle lleva consigo cruz y sufrimientos.
. Si no quieres que te llamen "beato", no le digas a nadie que invita a todos a la oración.
. Si no quieres que se escandalicen, no digas a nadie que sus preferidos son los pobres, las prostitutas, los enfermos, los pecadores.
. Si no quieres que se rían de ti, no digas a nadie que no le gusta la pu­blicidad.
. Si no quieres levantar sospechas, no le digas a nadie que le encanta en­frentarse a las autoridades.
. Si no quieres resultar peligroso, no le digas a nadie que prefiere el bien de las personas a cualquier ley.
. Y, sobre todo, no se te ocurra decir a nadie que hoy vive resucitado des­pués de dos mil años. Déjalo. No se lo digas a nadie. Es mejor guardar el "secreto mesiánico", ¿o no? ¿Hay que decirlo todo o damos paso a las inter­ferencias y los silencios?

3. La fuerza de la debilidad. El grupo religioso siempre comienza como un servicio desde la debilidad y para los débiles. En su evolución numérica y cualitativa va creciendo la distancia con la periferia y se va estrechando la vinculación interior. Nace la fidelidad. La visión se acorta y se alargan los vínculos ciegos a tradiciones, costumbres, mandatos, palabras sagradas, ideologías. El servicio se mantiene como la covertura del poder. De ahí al fundamentalismo hay poca distancia. ¿Dónde comienza un grupo religioso basa­do en la debilidad a tran­sformarse en un grupo de poder? ¿Existe la posibi­lidad de seguir sirviendo a pesar de las complicadas redes de lo institucio­nal?

4. Sin condiciones. Hoy Jesús sigue, como siempre, de modo incondicional a lado de las víctimas frente al mal que las oprime. Su vida es, por esencia, oposición a las fuerzas del mal: la angustia del hombre frente a la fuerza ciega de las catástrofes naturales, el dolor de la madre en la muerte de su hijo único o de las hermanas en la del hermano querido, el desamparo de la viuda de quien todos abusan, la desesperación del amigo asesinado por absur­dos motivos políticos, la soledad tremenda de todos los excluidos de la sociedad, el dolor físico en todas las formas y grados de crueldad, el ham­bre, la sed, el desamparo, el desprecio social en sus formas políticas, culturales o religiosas. Hoy Jesús sigue salvando a los "últimos". Por eso "es imposible, como decía Schillebeeckx, estar tristes en la presencia de Jesús". Si ahí está el débil ahí debería estar la Iglesia y nosotros, porque ahí está el Maestro. ¿Desde dónde proclamamos nosotros la Palabra? ¿Cuáles son los condicionamientos que impiden a la iglesia estar donde están los débiles? ¿Por qué la Palabra no está dando los frutos apetecidos?


CLAVE EXISTENCIAL

1. ¿En qué iglesia vivimos? ¿En la de Jerusalén, que mira hacia atrás, que guarda las tradiciones, que mide los pasos, que añora los tiempos pasados? ¿O en la de Galilea, la de la alegría, la del Cristo vivo, la de aspecto diferente, la que sale, la que camina, la que proclama la buena noticia a todos, la que bautiza?

2. Decimos que somos servidores "oyentes" de la Palabra, ¿qué tiempo dedica­mos a la escucha personal y comunitaria y qué frutos está produciendo?

3. ¿Cómo asumes la cruz en el seguimiento del Señor? ¿Es un aceptar la cruz que te da el Señor? ¿Es un padecer para purificarte?

4. Asistimos con frecuencia a escándalos en el ámbito de la iglesia o de la congregación, ¿cómo reaccionamos ante ellos? ¿Qué capacidad tenemos de cap­tar lo positivo en la debilidad?

5. La vida comunitaria exige servir. Este servicio va unido, a veces a res­ponsabilidades que exigen la máxima disponibilidad. ¿No puede, a veces, convertirse la propia debilidad, la baja autoestima, en una excusa para inhibirse de servir?


ENCUENTRO COMUNITARIO

1. Oración o canto inicial.

2. Lectura de la Palabra de Dios: Mc 10,17-31

3. Diálogo sobre el tema X en sus distintas claves.
* Recordar lo que se ha indicado en el folleto PRESENTACION acerca del encuentro comunitario.
* Tener presentes las preguntas formuladas dentro de las pistas que se ofrecen para las claves situacional y existencial.

4. Oración de acción de gracias o de intercesión.

5. Canto final