domingo, 6 de enero de 2008

CURSO BIBICO 6

TEMA 6: EL PROGRAMA DEL REINO


TEXTO: Mt 5,1- 7,27; Lc 6,20-49

(Para el encuentro comunitario: Mt 5,1-16)


CLAVE BIBLICA


1. NIVEL LITERARIO

1.1. El género literario

Esta sección de Mateo está delimitada por la repetición de la misma idea que aparece en los textos 4,23 y 9,35: «Jesús recorría toda la Galilea, enseñando en las sinagogas, predicando el Evangelio del Reino y curando todas las dolencias o enfermedades del pueblo». Por tanto, se trata de una sección unitaria en torno al tema que se indica: Jesús enseña, predica la buena noticia del Reino y cura toda dolencia y enfermedad del pueblo.

1.1.1. "Felices...." ¿De qué felicidad se trata?

"Felices..." Este es un punto en el que Mateo y Lucas concuerdan: las bienaventuranzas, que son como un resumen del Evangelio, son una buena nue­va, um anuncio de felicidad. Podríamos preguntarnos: ¿de qué felicidad se trata y para cuándo? ¿para el momento presente o para el futuro?

Hay muchas maneras de entender la felicidad. Para algunos está unida a la idea de posesión: feliz el que posee lo que desea. Otros prefieren redu­cirla al hecho de que alguien esté contento con lo que tiene, de considerar las cosas por el lado bueno. Pero no es éste el sentido de las bienaventu­ranzas, puesto que no excluyen las contrariedades y el sufrimiento. Las bienaventuranzas se refieren a personas que son consideradas felices. Esta felicidad, para los cristianos, implica tres cosas:
1. Tener un futuro delante de sí; es decir, son felices ahora a causa del futuro que se abre ante ellos;
2. Cumplir actualmente ciertas condiciones; es decir, encontrarse en situaciones de pobreza material o espiritual, de privaciones (pan, justicia...), o vivir con actitudes ajenas a la violencia y a la fal­sedad de corazón;
3. Apoyarse en la memoria histórica de las bienaventuranzas; es decir, el momento en el que fueron pronunciadas por primera vez. ¿Quién es éste que pretende enseñar a los hombres la verdadera felicidad? A esta pregunta no basta responder con un título: "Tú eres el Mesías" (Mt 16,16; Mc 8,29; Lc 9,20). Decir "Tú eres el Mesías" significa recono­cerle como aquél que los profetas anunciaron, que Dios nos prometió, y que los hombres esperaban. El hecho de estar él aquí lo cambia todo: en la historia humana y en la vida de cada uno de noso­tros. Que Él esté aquí significa que el Reino de Dios ha llegado.

1.1.2. La forma literaria de "macarismos"

La forma literaria de "macarismos" -del griego "makarios" (felicita­ción, bienaventuranza)- es usada por los autores profanos y es frecuente en la Sagrada Escritura. Es una fórmula de felicitación, de la que encontramos muchos ejemplos en los Evangelios. "Feliz la que ha creído..." (Lc 1,45); "Felices las entrañas que te trajeron y los pechos que te..." (Lc 11,27-28); "Felices los que escuchan la Palabra de Dios..."(Mt 13,16; 16,17; Lc 11,28). Por tanto, no se trata de una promesa ni de un deseo, sino de la constata­ción de la felicidad que los destinatarios de la bienaventuranza viven en el momento en que son felicitados por haber realizado algo en su vida.

Según los datos estadísticos, la forma "ashrê" aparece aproximadamente 45 veces: "toda la felicidad a...", seguida de la indicación del destinata­rio. Aparece en los libros bíblicos más recientes, principalmente en los sapienciales y en la literatura apocalíptica.

La bienaventuranza está constituida por tres elementos:
1. la afirma­ción (promesa u ofrecimiento) de felicidad;
2. la designación de la persona sobre la que recae la cualidad-condición presupuesta o la disposición para la felicidad pro­clamada;
3. la causa objetiva y concreta de su felicidad, que será nor­malmente un favor de alguien, o una recompensa divina.

1.1.3. Las inclusiones

Los medios estilísticos usados por el autor para construir esta sec­ción son característicos del arte literario semítico: inclusiones temáticas y paralelismos.

El Reino de los cielos aparece en la perícopa inicial (Mt 5,3) y en la perícopa final (Mt 7,21). Esta figura literaria indica realmente el tema de todo el sermón, de la actividad didáctica y misionera de Jesús, y contiene la proclamación de la venida del Reino y de las condiciones indispensables para formar parte del mismo. El Reino de los cielos pertenece a los discípu­los que viven el espíritu de las bienaventuranzas (Mt 5,3ss) y cumplen la voluntad del Padre, poniendo en práctica la palabra de Jesús (Mt 7,21ss).

Otra temática está indicada por la expresión "la Ley y los Profetas" que se encuentra en Mt 5,17; 7,12. En efecto, Mateo 5,17 - 7,12 contiene la proclamación de la ley y de la justicia del Reino, que no elimina el mensaje religioso del Antiguo Testamento, sino que lo lleva a su plenitud en la re­velación del Evangelio. En realidad, Jesús no vino para abolir el contenido de las Escrituras, sino para llevarlas a pleno cumplimiento con su mensaje de paz y de amor.

1.1.4. Paralelismos

Otro elemento literario importante para entender la composición de las perícopas bíblicas es el "paralelismo de las distintas partes" dentro de los relatos.

Así, en el comienzo de las perícopas (Mt 5,17-18 y 6,1-2) encontramos un imperativo "no penséis" (Mt 5,17), "guardaos" (Mt 6,1), seguidos ambos por la expresión "en verdad os digo" (Mt 5,18; 6,2).

Del mismo modo, el Reino de los cielos o del Padre es mencionado en el primer relato (Mt 5,3.10), en el tercero (Mt 5,19-20), al final (Mt 7,21) y también en el centro del discurso (Mt 6,33).

1.2. Análisis comparativo: Mateo y Lucas.

Las bienaventuranzas fueron transmitidas por Mateo (Mt 5 - 7) y por Lucas (Lc 6,20-49). Observamos que los dos evangelistas tienen algunos pun­tos comunes y algunas divergencias.

MATEO LUCAS
a) (5,3) pobres (6,20) pobres
b) (5,5) afligidos (6,21b) lloráis
c) (5,6) tienen hambre (6,21a) Tenéis hambre
d) (5,10-11) alegraos y exultad, (6;22-23) Alegraos y exul­tad,
porque será grande vuestra porque vuestra recompensa
recompensa en los cielos... será grande en los cielos.
los profetas... ...Los profetas...

Haciendo un análisis comparativo, constatamos:

- En Mateo forma parte de un largo discurso, el "Sermón de la Montaña" (Mt 5-7), y en Lucas (6,20-47) es el comienzo de un "discurso en la plani­cie". La perspectiva de los dos evangelistas es diferente. El discurso de Lucas se orienta casi exclusivamente hacia el amor al prójimo; mientras que Mateo indica el modo por el que las exigencias del Evangelio van más allá de las exigencias de la Ley judaica.

- Respecto de las bienaventuranzas en sí mismas, hay que notar lo si­guiente: hay diferencia en cuanto al número. En Mateo (5,3-10) encontramos ocho, y en Lucas (6,20-24) hay sólo cuatro. En Lucas, van seguidas de cuatro antí­tesis: ¡ay de los ricos!, ¡ay de los que están saciados, de los que ríen, de los que son adulados!, todas ellas ausen­tes en Mateo (Lc 6,24-26).

- En Lucas, las situaciones mencionadas son extremas (felices vosotros los pobres, los que tenéis hambre, lloráis, os odian), en cambio Mateo se refiere a actitudes o disposiciones interiores (felices los pobres de espí­ritu..., felices los que tienen hambre y sed de justicia, los puros de cora­zón... )

- Lucas omite cosas que se encuentran en Mateo; por ejemplo: no con­signa el Padrenuestro, no trae ninguno de los ejemplos-contrastes de la Ley, nada sobre el discípulo como sal de la tierra y luz del mundo, aun cuando Lucas presente esto en otros lugares de su Evangelio.

- Las tres primeras bienaventuranzas en Mateo están formuladas en la tercera persona del plural: "ellos", y las de Lucas, en la segunda persona del plural: "vosotros".

- La primera bienaventuranza de Mateo especifica los destinatarios: los califica de "pobres de espíritu", lo cual está ausen­te en Lucas.

- En cuanto a la motivación de las bienaventuranzas, en Mateo y Lucas hay una correspondencia: en Mateo se dice "Reino de los cielos" y en Lucas "Reino de Dios".

- La segunda y la tercera bienaventuranzas en Mateo (5,4.5.) apuntan a unas actitudes o situaciones anímicas en la vida de los destinatarios, mien­tras que Lucas tiene una tendencia realista, como hemos indicado ya varias veces.

- En Mateo la primera (5,3) y la octava bienaventuranza (5,10) tienen la misma recompensa: el "Reino de los cielos".

1.3. Estructura del texto: Mt 5 - 7

Podemos dividir el Sermón de la Montaña en tres partes:
1. Las bienaventuranzas (Mt 5,1-12), indican quiénes son los destina­tarios del "Reino de los cielos", y presentan una breve introducción (Mt 5,1-2).
2. Las actitudes que los hombres deben tener para formar parte del Reino (Mt 5,13 - 7,12).
3. La conclusión final (Mt 7,13-27), donde Jesús insiste fuertemente en la acción y no solamente en la intención.

Respecto de la segunda parte (Mt 5,13 - 7,12), podemos dividirla de la siguiente manera:
1. La misión de los discípulos en el mundo: es ser sal de la tierra y luz del mundo (Mt 5,13-16).
2. El espíritu que los anima debe ser diferente del espíritu que anima a los fariseos (Mt 5,17-20).
3. A través de seis ejemplos-contrastes, Jesús define la actitud del cristiano ante el Antiguo Testamento (Mt 5,21-48).
4. Jesús define con qué espíritu deben hacerse los tres grandes ejer­cicios de piedad: limosna, oración y ayuno (Mt 6,1-18).
5. Explica cuál debe ser la actitud ante los bienes de este mundo; es una exhortación a afrontar la vida con serenidad y confianza y a poner en el centro los "intereses" de Dios (Mt 6,19-34).
6. En el capítulo séptimo emergen tres exhortaciones: cómo debe ser la relación con los otros, es decir, no condenar (Mt 7,1-5), precaverse de los falsos profetas (Mt 7,15-20), y poner en práctica las palabras de Jesús (Mt 7, 21-27).
7. Hay otros dichos complementarios (Mt 7,6-14), entre ellos la regla de oro (Mt 7,12).


2. NIVEL HISTORICO

2.1. La justicia en el Antiguo Testamento y en la época de Jesús

2.1.1. La justicia en el Antiguo Testamento

La justicia es uno de los conceptos centrales de la Biblia y de la teología. La justicia entra en escena en las relaciones entre Dios y el pueblo y entre los hombres. Está presente en los campos jurídico, social, ético y religioso. Por tanto, es algo dinámico: significa más el hacer que el ser. Se afirma frecuentemente que los hombres y Dios hacen justicia, practican la justicia.

El justo es aquel que posee la sabiduría, aquel que conoce a Dios. La justicia es fuerza y amor al servicio de la vida (Sb 11,23-26). El ideal del justo se describe sobre todo en los libros de los Salmos, de Job y de los Proverbios.

En los últimos escritos del Antiguo Testamento hay una insistencia muy grande en la justicia; presentada como práctica de la piedad, es colocada en el mismo nivel de dar limosna y de las buenas obras, llegando a ser identi­ficada con éstas, a las que se atribuyen fuerza salvadora y destructora del pecado (Dn 4,24).

2.1.2. En la época de Jesús

En Lucas (1,6) tenemos la explicación del término "justo": "... cami­naban sin tacha en todos los mandamientos y preceptos del Señor". Se refiere a la vida conforme a los mandamientos de Dios. Justo es aquel que cumple los mandamentos de Dios.

Dos puntos son característicos para la concepción de justicia:
a) La justicia que Cristo exige, que es mayor y más perfecta que la de los fariseos y doctores de la Ley (Mt 5,20); al contrario del legalis­mo en la concepción de la Ley, Cristo subraya la intención como ele­mento esencial de cualquier actitud ética (Mt 6,1). En el aspecto del contenido, esta justicia debe superar las exigencias del judaísmo e incluso del Antiguo Testamento, como nos muestran las antítesis (Mt 5, 21-48).
b) La justicia es fundamentalmente un don de Dios: es obra de Dios en el mismo sentido que el Reino; pero, al mismo tiempo, exige una acti­tud de búsqueda sincera de nuestra parte (Mt 6,33).

Para Mateo la justicia es querer vivir como Jesús, en una sociedad nueva en la que la norma es el mismo Jesús. El "camino de la justicia" es un nuevo orden social, que se contrapone a todos los proyectos humanos egoistas de sociedad. La nueva sociedad, o la familia de hermanos y hermanas de Je­sús, son aquellos que cumplen la voluntad del Padre (Mc 3,35), y practican la justicia, que Jesús sintetizó en el mandamiento del amor a Dios y al prójimo (Mt 22, 37-40).

La justicia abarca todos los deberes para con el prójimo, pero sobre todo se define en relación a Dios. La justicia es el respeto y la fidelidad a los derechos de Dios, establecidos por la Alianza. Justicia y Alianza van unidas. La justicia es la práctica de los compromisos de la Alianza. Los derechos de Dios, especificados en la Alianza, obligan a ciertos deberes en relación a Dios y en relación al prójimo.

2.2. Ley antigua y Ley nueva

El termino "Ley" (tôrâh) empleado solo, designa el Pentateuco. Cuando se quiere hablar de toda la Escritura, se dice: "la Ley y los Profetas" (Mt 5,17; 7,12). En el sentido más amplio, la tôrâh es la enseñanza dada por Dios a su pueblo; los mandamientos constituyen la parte principal de esta enseñanza.

La alianza y las promesas divinas están condicionadas por la obser­vancia de la Ley (Ex 24,3). Se puede afirmar que la suerte de Israel estaba ligada a su fidelidad en la observancia de la Ley (Dt 30,10-14). La Ley fue establecida para un pueblo de hermanos, y contiene los preceptos morales, sociales, religiosos. La mayoría de las leyes se remontan a Moisés, y muchas de ellas fueron adaptadas por los sacerdotes y escribas posteriormente.

Jesús da cumplimiento a las profecías y a los mandamientos. Declara abolido todo precepto que no refleje claramente la voluntad de Dios. Son abolidas las determinaciones de la ley, que se refieren simplemente a pres­cripciones exteriores, puesto que la intención interior es exigida como elemento funda­men­tal de la verdadera obediencia a la ley (Mt 5,21-30).

Pablo no niega el carácter divino y la excelencia de la Ley (Rom 7, 12), pero pone de relieve que el cristiano está desde ahora en adelante libre de la Ley (Gal 4,1-5). El fiel es justificado por la fe y no por las obras de la ley (Gal 3,24). San Juan dirá: "La ley fue dada por medio de Moisés; la gracia y la verdad nos han llegado por medio de Jesucristo" (Jn 1,17).

2.3. Mateo y Lucas: comunidades diferentes

El motivo de este punto se debe a esta dificuldad: ¿por qué Lucas nos ofrece un discurso tan diferente de Mateo?

Mateo escribe para los judíos convertidos. Por eso, juntó frases y pronunciamientos de Jesús que dieran una síntesis del mensaje del Evangelio, accesible a ellos. Así se comprende la continua confrontación entre lo anti­guo y lo nuevo, en el capítulo quinto. Entraba en la línea del interés de los judíos convertidos. En cambio, Lucas escribe para los paganos converti­dos. A éstos no les interesaba tanto la confrontación entre la moral traída por Jesús y la moral del Antiguo Testamento. Por eso Lucas lo omite comple­tamente y conserva apenas aquello que sirve a sus lectores. Hace como Mateo: sintetiza el pensamiento de Jesús para sus destinatarios, los paganos con­vertidos. Ambos, Mateo y Lucas, procuran ser fieles al Evangelio: el Evange­lio quiere "convertir", provocar un cambio de vida. Por eso la fidelidad al Evangelio implica que el mensaje de Cristo sea presentado de tal manera que cambie a la persona en su vida concreta. Ahora bien; la vida concreta de los paganos convertidos y de los judíos convertidos era diferente. Por eso la fidelidad exigía que las palabras de Jesús fueran presentadas de manera diferente a aquellas dos categorías de personas.

3. NIVEL TEOLOGICO

3.1. El Reino ha llegado: energía de amor que transforma

Con la venida de Jesús entre los hombres comienza un cambio. La fami­lia humana puede reencontrar la paz y el bienestar, según el corazón de Dios: los ciegos comienzan a ver, los cojos a andar, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen (Mt 11,5), la alegría de la felicidad vuelve a estamparse en el rostro de los pobres (Lc 6,20-21), los marginados -prosti­tutas, pecadores y publicanos- son readmitidos en la convivencia humana (Mc 2,16; Lc 7,36-50), las enfermedades son curadas (Mt 8,16-17; Mc 6,56). La naturaleza deja de ser amenaza (Mt 8,23-27) y sirve al hombre (Lc 5,4-7), el hambre queda vencida (Mc 6,30-44) y los hambrientros son saciados (Lc 6,21), los muertos resuscitan y la tristeza del luto desaparece (Lc 7,11-17), los pecados son denunciados (Mt 23,13-31) y perdonados (Mc 2,5; Lc 7,48), los débiles son acogidos sin condenación (Jn 8,1-11), la justicia es afirmada (Mt 5,10-20; 6,33), la sinceridad es exigida (Mt 6,1-6), la verdad es anun­ciada (Jn 8,45), caen las barreras, los hombres se unen, un soplo de amor inspira la vida (Jn 13, 34-35).

Algo ha cambiado radicalmente: el pecado y el error son quitados del mundo (Jn 1,29), cortados de raíz. Los hombres son liberados de todas las formas de opresión (Lc 4,18), renacen para el bien, cuya victoria ya se hace presentir (Jn 16,33). La venida de Jesús fue verdaderamente una alegría para todo el pueblo (Lc 2,10). Todo eso comenzó a existir entre los hombres con la llegada de Jesús. Era la Luz, esperada desde hacía muchos siglos. Esta es la prueba de que el Reino de Dios ha llegado (Lc 11,20; 17,21; Mc 1,15).

3.2. Las Bienaventuranzas: los pobres en el Reino de Dios

El Sermón de la Montaña se abre con ocho bienaventuranzas (Mt 5,3-10), que constituyen el nuevo programa del Reino. Declaran: "felices los pobres", caracterizados de ocho maneras diferentes, pues en ellos el Reino de los cielos se hace ya presente como don y gracia de Dios en medio de nosotros.

Presenta la nueva justicia, que viene por medio de la enseñanza de Je­sús. No se trata de una simple ley o de una utopía irrealizable. Son pro­puestas para que vivamos verdaderamente la dimensión de seguidores de Jesús, de Hijos de Dios. El Reino exige una actitud fundamental: abrir los ojos y los oídos a los pobres de Dios. En medio de ellos se realiza el Reino de los cielos. Ellos nos van a revelar la acción poderosa de Dios -la gracia- y el nuevo espíritu evangélico.

Existen dos círculos de oyentes: los discípulos, en primer plano, y la multitud detrás. Los discípulos en este Evangelio de Mateo son los doce que vivieron en comunidad con Jesús, y que representan a los creyentes de la primera comunidad cristiana. La multitud, en cambio, está al fondo del rela­to, presente como oyente, y, al final, queda estupefacta (Mt 7,28-29). La palabra de Jesús es una enseñanza nueva. Jesús interpreta las normas de Dios con­tenidas en las Sagradas Escrituras. Jesús vino para revelar el sentido ver­dadero y último de la voluntad del Padre. El es su intérprete autorizado. Ante de la palabra de Jesús, cada hombre está llamado a responder. Cada hombre es invitado a tomar posición, a cambiar de vida.

Son ocho las caracterizaciones de personas, entre las que el Reino se hace presente de forma sorprendente. Jesús proclama una felicidad paradóji­ca: declara felices a los pobres, los mansos, los afligidos, los persegui­dos... Presenta un nuevo orden de valores y de realidades. El programa del Reino proclama el verdadero ser del hombre, el ser del cristiano que ha aco­gido la persona de Jesús. Las bieneventuranzas son el dinamismo que trans­forma la vida y las corrupciones, lleva a descubrir el verdadero sentido de la vida, que es el proprio ser del Padre. Podemos agruparlas en dos catego­rías:

a) Bienaventurados son "los pobres de espíritu" (Mt 5,3), los "mansos" (Mt 5,4),"los afligidos" (Mt 5,5),"los puros de corazón" (Mt 5,8). Estos sujetos, en los que el Reino se va manifestando, son ciertamente pobres de verdad, los residuos de la sociedad.
b) Bienaventurados los que "tienen hambre y sed de justicia" (Mt 5,6), "los misericordiosos" (Mt 5,7), los que "promueven la paz" (Mt 5,9), los "perseguidos por causa de la justicia" (Mt 5,10-12). Aquí la ca­racterística es de los que se comprometen en el cambio de la situación concreta que produce sufrimiento y muerte.

Nos preguntamos: ¿En qué recae el énfasis? ¿Por qué los pobres son perseguidos? Es necesario darse cuenta de que la misericordia es más que dar limosnas, ayunar y orar. Misericordia es también promover la paz y luchar por la instauración de la justicia en el mundo; como sabemos, esta lucha hiere intereses poderosos, y de ahí surgen las persecuciones.

En estas ocho bienaventuranzas Jesús indica el inicio del Reino, que ya está aconteciendo en la praxis de los pobres. No hay bienaventuranzas para la ideología de los fariseos, ni para los escribas, ni para el sistema de los saduceos, de los sacerdotes, de los ricos y de los poderosos. La práctica de ellos no revela el Reino. Es en la práctica de los pobres donde despunta, aunque de lejos, la nueva creación. En ellos la vida nueva del Reino se construye en torno a su ejes básicos: posesión compartida de la tierra (Mt 5,4), ausencia de males que hacen sufrir y llorar (Mt 5,5), prác­tica de la justicia (Mt 5,6), de la solidariedad (Mt 5,7), nueva experiencia de Dios (Mt 5,8) y de la relación filial con Él (Mt 5,9), que es la raíz de la verdadera fra­ternidad.

Terminada la proclamación de las bienaventuranzas, Jesús insiste en decir: "Felices, cuando os injurien y os persigan" (Mt 5,11). Aquellos que han asumido esta práctica, y así han permitido que la justicia reine en sus vidas, tendrán que ir necesariamente contra la corriente y serán persegui­dos. Pero, incluso siendo perseguidos, su vida tiene sentido: serán "sal de la tierra" (Mt 5,13), "luz del mundo" (Mt 5,14-16). Así realizarán la misión del Siervo de Dios: siendo perseguidos (Is 50,4-9), serán "luces de las naciones" (Is 42,6; 49,6).

3.3. La nueva sociedad

En este programa del Reino Jesús presenta el camino que conduce a la felicidad, presenta a la sociedad vigente una alternativa. ¿Cuál es esta alternativa?

No encolerizarse jamás con el hermano (Mt 5,22); no participar en el culto si otro tiene algo contra mí, sino reconciliarse antes (Mt 5,23-24); no mirar nunca a la mujer con deseo de poseerla (Mt 5,28); no jurar nunca (Mt 5,34); no mentir nunca, sino decir siempre la verdad (Mt 5,37); no re­sistir al hombre malo, con un espíritu de venganza, y si él golpea en la mejilla derecha, presentarle la otra (Mt 5,39); entregar incluso la camisa a aquél que quiere pleitear contigo (Mt 5,40); amar al enemigo (Mt 5,44); estar dispuesto a perdonar siempre (Mt 6,12); no hacer nada para ser visto por los demás (Mt 6,1); tener una confianza tan grande en Dios, que hasta las palabras de la oración se vuelvan secundarias (Mt 6,5-8); no acumular dinero (Mt 6,19); escoger a Dios y no el dinero (Mt 6,24); no preocuparse de la comida, bebida y ropa, sino tomar ejemplo de los pájaros y las flores que no se preocupan de ello y son cuidadas por el Padre celestial (Mt 6,25-31); no juzgar nunca a nadie (Mt 7,1-2); hacer a los otros lo que nos gustaría que ellos nos hicieran a nosotros (Mt 7,12); ser perfectos como el Padre del cielo es perfecto (Mt 5,48).

3.4. Los portadores de la nueva justicia

El gran deseo de muchas personas era -y sigue siendo- ser justo ante Dios. El camino para alcanzar la justicia pasaba por la observancia perfecta de la Ley. Jesús toma posición ante esta práctica y señala dos dimensiones importantes de la justicia del Reino:
a) debe superar la de los fariseos y la de los escribas en la defensa de la vida de todas las personas (Mt 5,17-48);
b) no debe tener como objetivo el acumular méritos personales ante Dios (Mt 6,1-18). Este énfasis de Jesús es importante. Entre los empo­brecidos, las bienaventuranzas son, de hecho, experiencia de sus lu­chas y esperanzas.

A través de Mt 5,13-16, Jesús nos muestra tres parábolas-proverbios, indicando lo que es ser cristiano: sal de la tierra (Mt 5,13), luz del mundo (Mt 5,14) y ciudad visible en lo alto de un monte (5,14-16). Las tres imáge­nes convergen en una misma dirección: el testimonio de vida al servicio del otro. En este servicio Jesús concretiza la identidad del cristiano: luz y sal de la tierra, como lo fue él mismo.

La sal es la primera de las imágenes a las que Jesús apela para defi­nir la identidad de sus discípulos. La sal es elemento familiar en cualquier cultura, pues desde siempre se empleó para dar sabor y conservar los ali­mentos. En la cultura bíblica y judaica, la sal significaba también la sabi­duría. La sal acaba siendo un simbolismo feliz, de gran riqueza expresi­va, para explicar la misión del seguidor de Jesús en medio de la sociedad.

El discípulo debe ser luz que ilumina, como lo fue Jesús. El simbolis­mo de la luz tiene un largo y fecundo itinerario: desde las primeras páginas del libro del Génesis (1,3-5), en que se describe la creación de la luz por Dios; pasando después a la columna de fuego que guiaba al pueblo israelita en su éxodo de Egipto; y llegando a los tiempos mesiánicos, anunciados por los profetas, especialmente por Isaías (Is 42,6; 49,6), donde encontramos la plenitud de esa luz en la Revelación de Cristo Jesús. El afirmó de sí mismo: "Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no camina en las tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida" (Jn 8,12).

3.5. Superar la justicia de los escribas y de los fariseos

"Si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los cielos" (Mt 5,20). Después de las bienaventu­ranzas, que nos muestran la tarea de los discípulos en el mundo, Mateo ex­plicita la verdadera misión de Jesús: no vino para abolir la enseñanza de la Ley y de los Profetas, es decir, del Antiguo Testamento, que contiene las exigencias reveladas por Dios al pueblo de Israel.

La expresión "la Ley y los Profetas" (Mt 5,17) se usaba en el tiempo de Jesús para indicar toda la Escritura.

Estas referencias de Jesús a la justicia de los escribas y fariseos, que debe ser superada, forman parte el gran bloque (Mt 5,17-48), formado por seis antítesis (Mt 5,21-22.27-28.31-32.33-34.38-39.43-44). Estas antítesis están bien determinadas con la fórmula introductoria: "oisteis que fue di­cho", y la propuesta de Jesús: "Yo, en cambio, os digo". Jesús reconduce los mandamientos a su raíz y a su objetivo último: el servicio a la vida, a la justicia, al amor, a la verdad. Los mandamientos apuntan un nuevo rumbo para la vida humana. Existe un "crescendo" cada vez mayor, que nos permitirá com­prender el punto más alto, que se resume en el imperativo: "sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto" (Mt 5,48).

3.5.1. "No matarás" (Mt 5,21)

La vida humana es sagrada, porque desde su origen encierra la acción creadora de Dios y, por ello, en el hombre permanece para siempre una rela­ción especial con el Creador, su único fin. Hay diversas formas de matar: en legítima defensa, homicidio voluntario, aborto, eutanasia, suicidio, etc.

Este mandamento exige el respeto a la vida en toda su integridad. Sa­bemos que existen múltiples formas de matar: la injusticia del actual siste­ma económico es ciertamente una de ellas. Estamos cansados de oir estadís­ticas acerca de las personas que mueren de hambre. Este mandamiento se ob­servará solamente en la medida en que se supere un sistema de sociedad que produce muerte y, en su lugar, se vaya construyendo otro en el que el res­peto a la vida humana sea el criterio fundamental (Mt 5, 21-26).
3.5.2. "No cometerás adulterio" (Mt 5,27)

"Los Creó hombre y mujer" (Gen 1,27). Hombre y mujer: ambos son igua­les en derechos y deberes. Por la unión de los esposos se realiza el doble fin del matrimonio: el bien de los cónyuges y la transmisión de la vida. Se nos descibren las ofensas hechas a la dignidad del matrimonio: adulterio, divorcio, poligamia, incesto, la unión libre. Jesús comienza cortando el privilegio que el hombre tenía de poder despedir a la mujer por medio de libelo de repudio (Mc 10,1-12). El respeto a la mujer es una exigencia bási­ca que han de asumir los que quieran formar parte de la nueva comunidad del Reino.

3.5.3. "No juzgar en falso" (Mt 5,33)

Este mandamento sólo será observado plenamente en la medida en que consigamos crear una convivencia en la que sea posible confiar completamente en la palabra del otro, sin necesidad de juramento, en la que el "sí" sea "sí", y el "no" sea "no" (Mt 5,33-37).

3.5.4. "Ojo por ojo y diente por diente" (Mt 5,38)

Jesús propone la subversión de este principio, pues corrompe las rela­ciones de las personas entre sí y con Dios. Este cambio solo podrá partir de la actividad creadora del amor, que la comunidad debe saber engendrar en sus miembros (Mt 5,38-42).

3.5.5. "Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo" (Mt 5,43).

En esta frase Jesús explicita la mentalidad con la que en aquel tiempo se explicaba la Ley, y que nacía de las divisiones entre judíos y no judíos, entre prójimo y no prójimo, entre santo y pecador, entre puro e impuro. Jesús manda subvertir este pretendido orden nacido de divisiones interesa­das. Manda superar las divisiones. Y aquí alcanzamos la fuente de donde brota la novedad del Reino: es el mismo Dios de la Vida quien hace nacer el sol sobre malos y buenos (Mt 5,45). Jesús manda que imitemos a Dios: "sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto" (Mt 5,48). Imitando a Dios, podremos crear una sociedad justa, radicalmente nueva (Mt 5,43-48).

3.6. La verdadera justicia

3.6.1. Las obras de justicia

Jesús anuncia el principio general: las obras de piedad no deben pra­ticarse para ganar prestigio ante los hombres, posición de poder o privi­legios. Se trata de los tres elementos encontrados en Mt 6,1-18: la limosna (6,1-4), la oración (Mt 6,5-15) y el ayuno (Mt 6, 16-18); estas obras deno­tan el contexto de fidelidad del hombre a Dios. Son las tres obras de piedad de aquella época. Jesús critica a quienes las pratican sólo para ser vistos por los hombres (Mt 6,1). En las palabras de Jesús se transparenta un nuevo tipo de relación con Dios: "Tu Padre que ve en lo secreto, te recompensará" (Mt 6,4). "Vuestro Padre sabe de qué tenéis necesidad antes de que se lo pidáis" (Mt 6,8). "Si perdonáis a los hombres sus delitos, también vuestro Padre celestial os perdonará" (Mt 6,14). Es un nuevo camino de acceso al corazón de Dios. Jesús nos hace caer en la cuenta que la paz interior es más obra de la misericordia de Dios que de nuestros esfuerzos. No hay que per­mitir que la práctica de la justicia y de la piedad sean usadas como medio de promoción social dentro de la comunidad (Mt 6,2.5.16).

Los fariseos enseñaban que la justicia de la Ley podía ser practicada exclusivamente por el esfuerzo de la libertad humana. Algunos practicaban la justicia para ser vistos y elogiados, para mantener su prestigio y su poder. Con ello prácticamente se cerraban a la experiencia de la gratuidad de la acción salvadora de Dios. La nueva justicia es, ante todo, fruto de la gra­cia que viene del Padre. El Padre es el comienzo y el fin de todo. A los hombres se nos pide apertura y docilidad a la acción de Dios. En el tiempo de Jesús, la limosna, la oración y el ayuno eran los tres prácticas funda­mentales de la justica, que englobaban todas las relaciones del ser humano.

3.6.2. La limosna (Mt 6,1-4).

Podemos dar o no limosna a los que la piden. Sin embargo, la realidad del que pide nos incomoda: el mendigo es fruto de un sistema injusto, que genera pobres y miserables. Dios no quiere esto. En su Reino la justicia proporciona vida digna para todos, a través del compartir solidario de los bienes, que son para todos. La limosna nos recuerda que debemos luchar por un sistema económico que establezca un compartir más justo.

3.6.2. La oración (Mt 6, 5-15)

La oración del Padrenuestro se encuentra en el centro de las Escritu­ras. Tertuliano decía: "La oración del Señor es realmente el resumen de todo el Evangelio". Con ella pedimos, agradecemos y renovamos nuestra fe. En la tradición antigua, el Padrenuestro era conocido como "la oración dominical", es decir, la oración del Señor, porque esta oración nos fue enseñada y dada por el Señor Jesús, maestro y modelo de oración. Para profundizar esta temá­tica existe al final una documentación auxiliar, donde se presentan las raíces judaicas del Padrenuestro.

¿Qué peticiones debemos hacer? Jesús nos presenta la oración del Pa­drenuestro como modelo de oración cristiana. Son siete peticiones por la restauración de la vida. En ellas Jesús retoma y relee todo el Antiguo Tes­tamento y le da su sentido definitivo. Las tres primeras peticiones son teologales: se refieren a Dios, y son para toda la humanidad:

a) Para restaurar la relación con Dios, Jesús pide la santificación del Nombre (Mt 6,9). Esta invocación es entendida como alabanza y acción de gracias, porque Dios revela su nombre, como se lo reveló a Moisés y salvó a su pueblo de las manos de los egipcios. La petición "Padre nuestro" propone una nueva relación de los discípulos con Dios, que no es solamente indivi­dual, sino comunitaria.

b) Pide la venida del Reino messiánico (Mt 6,10), esperado por el pueblo después del fracaso de la monarquía.

c) Pide el cumplimiento de la voluntad de Dios (Mt 6,10), revelada en la Ley, que estaba en el centro de la Alianza. La voluntad del Padre es su plan de salvación para la vida del mundo.

El Nombre, el Reino, la Ley: son los tres ejes sacados del Antiguo Testamento, que expresan cómo debe ser la nueva relación con Dios. Todas tienen el mismo contenido. La experiencia de vida lleva a desear que esa vida se extienda.

Sólo después, el grupo de cristianos pasa a preocuparse de sí mismo. Las otras cuatro peticiones nos muestran que la relación renovada con Dios sólo es posible en la relación renovada entre nosotros. De ahí que estas cuatro peticiones sean para la comunidad y se refieran a nuestras necesida­des:
a) "El pan de cada día" (Mt 6,11) nos recuerda el maná de cada día en el desierto (Ex 16,1-36). El maná era una "prueba" para ver si el pueblo era capaz de caminar en la ley del Señor (Ex 16,4), es decir, si era capaz de compartir y de vivir sin acumular bienes. El Padre, que nos da la vida, no puede dejar de darnos el alimento necesario para la vida: todos los bienes útiles, materiales y espirituales.

b) "El perdón de las deudas" (Mt 6,12) nos recuerda el año sabático, que obligaba a los acreedores a perdonar todas las deudas a los hermanos (Dt 15,1-2). El objetivo del año sabático y del año jubilar (Lv 25,1-22) era deshacer las desigualdades y recomezar de nuevo. El perdón es un punto cen­tral de la oración cristiana: el don del perdón no puede ser recibido, a no ser en un corazón que esté en consonancia con la compasión divina.

c) "No caer en tentación" (Mt 6,13) es para no repetir hoy el error cometido en el desierto, donde el pueblo cayó en la tentación (Ex 32,1-14; Nm 20,1-13; Dt 9,7-29); tambié para imitar a Jesús que fue tentado y venció (Mt 4,1-11). El maligno siempre tienta al pueblo para que siga por otros caminos. En el desierto tentó al pueblo para que se volviera atrás, para que no asumiera el camino de la liberación y para que se levantara contra Moisés que lo guiaba. Jesús fue tentado a abandonar el Proyecto del Reino y conver­tirse en un Mesías según las ideologías de los fariseos, escribas y otros grupos de la época. En esta petición se suplica el espíritu del discerni­miento.

d) "Líbranos del Mal" (Mt 6,13). Esta petición aparece también en la oración de Jesús: "No te pido que los saques del mundo, sino que los guardes del mal" (Jn 17,15). Es importante tener presente que en algunas traduccio­nes se lee: "líbranos del Mal" o "líbranos del Maligno". Las dos versiones son correctas: el mal como realidad o el Maligno como causante del mal. En la mentalidad antigua se explicaba la maldad del mundo por la acción del Maligno, que en la lengua hebrea quiere decir "el adversario", "el oposi­tor".

3.6.3. El ayuno

Jesús opone el ayuno sincero a la conducta de los hipócritas (Mt 6­,16-18), que, con su aspecto descuidado, dan a entender que están ayunando, bus­cando de este modo ser admirados por los hombres. El ayuno hay que hacerlo en secreto, como expresión ante el Padre de una actitud íntima. En el ayuno podemos percibir horizontes nuevos para nuestra vida, crecer más allá de lo que somos. Haciendo cosas diferentes de las que ya hacemos, descubrimos nuevas formas de vivir y de relacionarnos con los demás, con Dios y con el mundo. El ayuno tiene que ser interior.

3.7. El dinamismo de la nueva comunidad

3.7.1. La justicia no es teoría, sino práctica.

Jesús hace las recomendaciones finales. Comienza a hablar de cómo debe ser la vida en comunidad (Mt 7,1-29), es decir, de lo que debe guiar a la comunidad en su vivencia y en la práctica de la justicia. Los asuntos trata­dos están dispersos: no reparar en la paja que está en el ojo del hermano (Mt 7,1-5), no echar las perlas a los puercos (Mt 7,6), no tener miedo de pedir las cosas a Dios (Mt 7,7-11), hacer a los otros lo que nos gustaría que ellos nos hicieran a nosotros (Mt 7,12), escoger el camino estrecho y difícil (Mt 7,13-14), tener cuidado con los falsos profetas (Mt 7,15-20), no sólo hablar, sino también practicar (Mt 7,21-23). La comunidad, construida sobre estos cimientos, se mantendrá en pie, firme en la hora de la tempestad (Mt 7,24-27).

El resultado de estas palabras es la conciencia crítica con relación a los líderes religiosos: los escribas (Mt 7,28-29).

Podemos distinguir dos puntos fundamentales en este capítulo séptimo: la regla suprema de la justicia -"todo lo que queráis que is hagan los hom­bres, hácedselo también vosotros; poruqe ésta es la Ley y los Profetas" (Mt 7,12)-; y la necesidad de practicar la justicia.

3.7.2. Consejos para la práctica de la justicia

a) "No juzgar" (Mt 7,1-5). Jesús pide una actitud creativa que nos haga capaces de salir al encuentro del otro, sin juzgarlo, sin prejuicios, acogiéndolo como hermano. El sabio chino Confucio decía, quinientos años antes de Jesús, que "el hombre justo, cuando ve una cualidad en los demás, la imita; cuando ve un defecto en los demás, lo corrige en sí mismo".

b) "Saber discernir" (Mt 7,6). Esta apertura no debe llevar a una ingenuidad que hace que la persona pierda su identidad.

c) "Confiar en el Padre" (Mt 7,7-11). Esta apertura total hacia el otro como hermano sólo nacerá en nosotros cuando sepamos relacionarnos con Dios con total confianza de hijos. Pedir lo que es justo con la certeza de que seremos escuchados.

d) "No engañarse" (Mt 7,13-14). El Reino viene por la práctica de la justicia, y eso implica discernimiento, testimonio, perseverancia, lucha. A veces nos parece que hay caminos más fáciles.

e) "Cuidado con los aprovechados" (Mt 7,15-20). Jesús pide un cuidado especial con la ideología de los falsos profetas. ¿Quiénes eran los falsos profetas? ¿Quiénes son hoy los falsos profetas? ¿Cómo distinguirlos? Viendo en ellos no lo que dicen, sino lo que hacen.



DOCUMENTACION AUXILIAR


LAS RAICES JUDAICAS DEL PADRENUESTRO

Padre Nuestro que estás en los cielos.

"Haznos volver, Padre Nuestro, a tu Ley... Perdónanos, Padre Nuestro" (quinta y sexta bendición).
"Tú has tenido piedad de nosotros, Padre Nuestro, nuestro Rey... Padre Nuestro, Padre de misericordia, ¡oh, Misericordioso!, ten piedad de noso­tros" (segunda oración antes del Shemá).
"Que las preces y súplicas de todo Israel sean acogidas por el Padre que está en los cielos" (Qaddish).

Santificado sea tu nombre.

"Tú eres Santo, y tu Nombre es Santo, y los santos te alabarán cada día. Bendito seas tú, Señor, el Dios Santo. Nosotros santificaremos tu Nom­bre en el mundo, como es santificado en las alturas celestiales" (tercera bendición).
"Que sea engrandecido y santificado su gran Nombre en el mundo que él creó según su voluntad" (Qaddish).

Venga a nosotros tu Reino

"Desde su habitación, nuestro Rey, resplandece y reina sobre nosotros, pues nosotros esperamos que tú reines en Sión" (tercera bendición del Shab­bat).
"Restablece nuestros jueces... y reina sobre nosotros, tú solo, Señor, con amor y misericordia... Bendito eres tú, Señor, Rey, que amas la justicia y el derecho" (Décimoprimera bendición).

Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo

"Tal sea tu voluntad, Señor... guiar nuestros pasos en tu Ley y unir­nos estrechamente a tus mandamientos" (Oración de la mañana).

Danos hoy nuestro pan de cada día

"Tú alimentas a los viventes por amor, tú resucitas a los muertos por tu gran misericordia, tú sostienes a los que caen, tú curas a los enfermos y liberas a los cautivos..." (segunda bendición).
"Bendice para nosotros, Señor, nuestro Dios, este año y todas sus cosechas, para el bien. Sácianos con tu bondad" (novena bendición).

Perdónanos nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden

"Perdónanos, Padre Nuestro, pues pecamos; haznos gracia, nuestro Rey, pues fallamos; pues tú eres aquel que hace misericordia y perdona. Bendito seas tú, Señor, que eres misericordioso, y multiplica el perdón" (nona ben­dición).
"Perdona nuestros pecados como nosotros perdonamos a todos aquellos que nos hacen sufrir" (Liturgia del día del perdón).

Y no nos dejes caer en la tentación

"No nos entregues al poder del pecado, de la transgresión, de la fal­ta, de la tentación, ni de la vergüenza. No dejes dominar en nosotros la inclinación del mal" (Oración de la mañana).

Líbranos del mal

"Líbranos sin demora por causa de tu Nombre, pues tú eres un libera­dor poderoso. Bendito seas Señor, Liberador de Israel" (séptima bendición).


(BARROS SOUZA, Marcelo - GUIMARÃES, Marcelo Rezende, Novo Catecismo, subsídios para estudo, volume 6, a oração cristã. Editora Vozes, Pe­tró­polis, RJ, 1995, pp. 48-51).




CLAVE CLARETIANA

NUESTROS PROYECTOS Y EL PROYECTO DE JESUS

"El seguimiento de Cristo, tal como se propone en el Evangelio, es, pues, para nosotros la regla suprema. Por eso, escuchamos con toda docilidad la palabra con que el Señor llama a los discípulos a la perfección del Pa­dre, promulga el mandamiento del amor fraterno, recomienda la oración, pro­po­ne las reglas de la vida apostólica y proclama partícipes de su propia bie­naventuranza a los pobres de espíritu, a los que lloran, a los mansos, a los que tienen hambre y sed de justicia, a los misericordiosos, a los lim­pios de corazón, a los que trabajan por la paz y a los que sufren persecu­ción por la justicia y por su causa son injuriados" (CC 4).

El P. Claret, en su libro sobre el Evangelio de San Mateo (EL SANTO EVANGELIO DE JESUCRISTO SEGUN SAN MATEO, Librería religiosa, Barcelona, 1856), escribe comentando el capítulo 5: "en este sermón hecho por el Señor a las gentes que iban en su seguimiento, se encierra toda la perfección de la vida cristiana". Luego va comentando con detalle cada una de las Biena­venturanzas. Claret procurará siempre que estas palabras de Jesús sean el núcleo que oriente toda su vida (y particularmente su "plan de vida")y sus proyectos apostólicos.

Sabemos que el P. Fundador tenía un cuidado especial en escribir su "plan de vida", que luego iba adaptando a los distintos momentos de su vida, a través de los propósitos de los ejercicios de cada año (cf. Aut 642-650; E.A. pp.509-588).

La programación es un instrumento para el crecimiento espiritual y para una acción apostólica eficaz (cf. SP 13.3; CPR 84).

Las validez de todos estos proyectos reside en su capacidad de expli­citar hoy el proyecto de Jesús. Cada uno de los puntos de nuestros proyec­tos, los criterios que los inspiran, las actitudes que piden, etc. deben resistir una confrontación seria con el proyecto de Jesús. PALABRA-MISION es un instrumento importante de discernimiento en este sentido.

Claret revisaba su plan de vida en unos momentos privilegiados de co­municación con el Señor y de apertura a la acción del Espíritu: los ejerci­cios espirituales de cada año. El tema que nos ocupa nos alerta sobre esta necesidad.



CLAVE SITUACIONAL


1. Confrontar los programas vigentes y el programa del Reino. La competencia de "programas" de vida es hoy abrumadora; vivimos programando y nos progra­mamos en todas las instancias (religiosas, sociales, políticas, culturales, etc; partidos políticos, empresas, colectivos, iglesias, sectas...) En tal situación, resulta estimulante el dicho de un adicto a la Biblia: "Con el capítulo 5 de Mateo o el 6 de Lucas en la mano, yo puedo discernir los pro­gramas de cualquier partido político, iglesia o gobierno del mundo... ¿Cuá­les son los programas que determinan la vida de la gente en nuestros lugares de misión? Confrontamos sus propuestas con los grandes valores del programa del Reino. Y una forma de evidencia evangélicamente los contrastes más gra­ves, será actualizar y contextualizar el "oísteis que se dijo, pero yo os digo" de Jesús; hoy se puede formular así: "estáis oyendo a todas horas que... pero Jesús nos dice..."

2. Una pregunta muy fundamental. Para contextualizar "las bienaventuranzas" en las diversas situaciones socio-culturales, podríamos hacernos (a nivel personal y comunitario) una primera pregunta fundamental: a ver si los tex­tos de las bienaventuranzas requieren grandes cambios para adaptarlas a las situaciones de hoy, o si en su mensaje y en su lenguaje son tan universal­mente verdaderas (a la vez que sorprendentes y cuestionadoras) que, para pronunciarlas y vivirlas en cualquier contexto, lo que exigen ante todo son fuertes dosis de gratuidad, libertad interior y audacia espiritual. Es salu­dable hacernos esta pregunta, porque la fuerza de estas "felicitaciones" está en el contraste con las "felicitaciones" y los "pésames" que más abun­dan siempre en todo el mundo. Si no, preguntémonos también: ¿a quiénes y por qué se "felicita" hoy en cualquier lugar?...

3. ¿A quiénes "felicitaría" hoy Jesús? Si Mateo y Lucas expresaron de dis­tinta manera las bienaventuranzas porque sus comunidades eran diferentes (judíos-convertidos; paganos-convertidos) ¿para quiénes hemos de expresarlas hoy nosotros en las diferentes comunidades?... Precisar eso es un primer paso. Vemos también que Mateo y Lucas expresaron el mensaje en actitudes de vida cotidiana; no en teorías o doctrinas, sino en "felicitaciones" a perso­nas concretas que sufrían o esperaban y amaban en situaciones desesperadas; porque a esas personas llegaba el Reino. Hoy no faltan situaciones inhumanas de hambre y miseria, violencia, despojo, persecución, injusticia...; de las cinco partes del mundo nos "llegan" rostros que sangran o lloran, que agoni­zan de hambre o por crueles violencias, rostros de perseguidos, gestos de quienes se arriesgan por la paz... ¿y cerca de nosotros?, en las áreas urba­nas o rurales de nuestras comunidades ¿qué situaciones hay hambre y miseria, aflicción, violencias, persecución, injusticia? Y en esos contextos diarios de llanto y dolor, ¿a quiénes "felicitaría" hoy Jesús?
4. Nuevas urgencias del don de amar a los enemigos. No podemos dejar de preguntarnos di el amor a los enemigos requiere hoy de nuevas iniciaciones por tener aplicaciones nuevas: ¿Qué urgencias plantea a los cristianos en nuestras sociedades ese amor que no excluye a nadie y que incluye a los "enemigos"?... Hay que ver si las nuevas situaciones de conflicto, inseguri­dad y pérdida de sentido, las nuevas crispaciones por desesperanza o miedos, están generando nuevos "enemigos"; si las desigualdades que el neoliberalis­mo mundial agranda con ajustes y desajustes que fuerzan migraciones desespe­radas, así como las explosiones étnicas y brotes de racismo y xenofobia -todas las formas de exclusión y "limpieza"- hacen que hoy pueblos enteros, grupos y personas diversas, estén siendo temidos y odiados como "enemigos"

5. En diálogo con las culturas y las otras religiones. En la situación de pluralismo cultural y de diálogo interreligioso en que hemos de evangelizar en los distintos continentes, es necesario mantener ojos, oídos y corazón abiertos a las sabidurías y "bienaventuranzas" que atesoran las diversas culturas (incluso las más secularizadas) y las diferentes religiones. Son semillas del Verbo y brotes del Reino que el Espíritu siembra y alienta por doquier. Conocer, apreciar y compartir todo eso es participar en la manifes­tación y el crecimiento histórico del Reino de Dios en sus multiformes ri­quezas humanas y divinas. Esta sensibilidad y esta apertura, se acrecientan con la práctica del "diálogo".



CLAVE EXISTENCIAL


1. Aspirar a vivir y a compartir las bienaventuranzas ha de ser el alma de nuestros programas de vida y misión (CC 4). Confrontemos, pues, nuestro "proyecto personal" con el programa del Reino. Y el "proyecto comunitario" en cada comunidad, así como el "Proyecto Provincial de Misión", y cualquier programa eclesial en que estemos metidos.

2. Cuando sufro incomprensiones y marginación, o los efectos de la pobreza y otras consecuencias de mi consagración evangélica, ¿qué sentimientos y reac­ciones tengo? ¿tiendo a verlo como "gracia" y "bienaventuranza"?... ¿Nos preparamos a esta óptica para el sacramento de reconciliación?

3. Formulemos una versión actual (tal vez local) de las "bienaventuranzas", considerando las situaciones reales de hambre y miseria, violencia, dolor y llanto, y a quienes sufren y las combaten en nuestro entorno. Si lo hacemos en diálogo (comunidad, grupo o equipo) puede enriquecerse la formulación.

4. Orar las bienaventuranzas (agradecerlas de corazón al Dios de Jesús) puede hacernos crecer en esa "gratuidad" del amor que nos hace "bienaventu­rados" permitiéndonos renunciar a las codicias y autodefensas del propio "ego"...

5. Si contemplamos las bienaventuranzas en Jesús, el Espíritu nos moverá a seguir más de cerca ese estilo suyo de vida; ¿no es Jesús el gran Bienaven­turado?

6. Se enriquece nuestra espiritualidad cordimariana, si vemos a María como mujer del Reino, Madre y Maestra en el camino cotidiano de las bienaventu­ranzas. Ella cantó en su Corazón "me llamarán Bienaventurada", porque creyó a fondo en el Dios de los bienaventurados.






ENCUENTRO COMUNITARIO

1. Oración o canto inicial.

2. Lectura de la Palabra de Dios: Mt 5,1-16

3. Diálogo sobre el tema VI en sus distintas claves.
* Recordar lo que se ha indicado en el folleto PRESENTACION acerca del encuentro comunitario.
* Tener presentes las preguntas formuladas dentro de las pistas que se ofrecen para las claves situacional y existencial.

4. Oración de acción de gracias o de intercesión.

5. Canto final

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