domingo, 6 de enero de 2008

CURSO BIBLICO 1

TEMA 1: LOS COMIENZOS

TEXTOS: Mt 3,1 - 4,17: Mc 1,1-15; Lc 3,1 - 4,21

(Para la reunión comunitaria: Lc 4,14-21)


CLAVE BÍBLICA

1. NIVEL LITERARIO

1.1. Los comienzos de Jesús en la tradición sinóptica

Las comunidades paulinas no transmiten informaciones sobre el comienzo de la actividad de Jesús. Por el contrario, el cuarto Evangelio tiene cuida­do en señalar ese comienzo y colocarlo en íntima conexión con la actuación del Bautista (actividad paralela en Jn 3,22; actividad de los discípulos bautistas de Jesús en 4,1-2 y referencia a la presencia de Jesús en el te­rritorio bautismal de Juan en 10,40). Del mismo modo, la tradición sinóp­tica indica que las raíces del ministerio de Jesús están en íntima co­nexión con los grupos bautistas en general, y con el de Juan en particular.

Los elementos comunes de la tradición sinóptica respecto al inicio del ministerio de Jesús son: Bautismo en el Jordán, tentaciones y ministerio en Galilea. A diferencia del autor del cuarto evangelio se omiten las noticias sobre una actuación previa en Judea y en su lugar se deja espacio para un paso por el desierto entre el Bautismo y el comienzo la actividad pública de Jesús. Este esquema desplegado en los Evangelios de Mateo, Marcos y Lucas concuerda, en lo esencial, con las breves noticias que aparecen diseminadas en el libro de los Hechos de los Apóstoles (1,21-22; 10,37, etc.).

A estos elementos Lucas añade, entre el Bautismo y las Tentaciones, la genealogía de Jesús. Y desplaza el relato de la detención de Juan Bautista desde el lugar que lo sitúan Marcos y Mateo (inmediatamente antes del minis­terio) a un momento previo.

1.2. Paralelismo Juan-Jesús

A la preocupación por la relación entre Jesús y Juan el Bautista se debe la construcción, propia de la tradición sinóptica, de un estrecho pa­ralelismo entre ambos personajes. Este se puede descubrir en la presentación que realiza Lucas en su evangelio de la infancia. Pero sobre todo se mani­fiesta en el primer capítulo de Marcos y en Mateo 3-4 como aparece en los cuadros que presentamos a continuación.

Marcos 1


4





5

Apareció Juan Bautista

en el desierto
proclamando
un bautismo
de conversión
y eran bautizados por él
en el río Jordán

12


14

15
9

A continuación el Espíritu
lo empuja
al desierto
y proclamaba...

"Convertíos..."
y fue bautizado por Juan
en el Jordán



Mateo 3-4


3,1




3,2


3,3


3,5




3,6

Aparece Juan el Bautista



en el desierto
"Convertíos porque ha
llegado el Reino de los Cielos"
de quien habla
el
profeta Isaías
Acudía entonces a él


Jerusalén, toda Judea y
toda la región del Jordán
y en el Jordán
eran bautizados por él

3,13

4,1


4,17


4,14


4,25




3,13

Entonces aparece Jesús
que viene de Galilea
Entonces Jesús fue llevado
por el Espíritu
al desierto
"Convertíos porque ha
llegado el Reino de
los Cielos"
Para que se cumpliera el
oráculo del
profeta Isaías
Y le siguió una gran
muchedumbre de Galilea,
de Decápolis
Jerusalén y Judea,
y del otro lado del Jordán;
Jesús va al Jordán donde Juan
para ser bautizado por él

El sentido del paralelismo debe buscarse en la semejanza/oposición que se consigna en Mc 1,7-8 y Mt 3,11. "Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo...Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espí­ritu Santo". "El fuerte" y "el más fuerte", "el que bautiza en agua" y "el que bautiza en Espíritu". De ello se desprende una imagen muy semejante a la de Hch 13,24: "Juan predicó como precursor, ante su (de Jesús) venida".

1.3. Teofanía y "tentaciones"

El género literario de estos pasajes presenta características diferen­tes respecto al restante material evangélico.

En el relato del Bautismo se narra un hecho histórico (Jesús es bauti­zado por Juan) con ayuda de elementos de la apocalíptica. De ella procede el rasgado o abrirse de los cielos que hace posible la aparición del Espíritu y la audición de la voz divina. Como resultado se obtiene un relato de voca­ción sapiencial-apocalíptica donde el llamamiento se realiza mediante una voz paterna del cielo y gracias al cual el que ha sido llamado recibe el Espíritu para comunicar revelación y conocimiento.

Las Tentaciones, por su parte, nos han sido transmitidas bajo dos for­mas de relato: las divergencias entre Marcos y los otros Sinópticos son manifiestas. Temporalmente, ¿acontecen, como señala aquél, durante la esta­día en el desierto o al final de ella? ¿Cómo se compagina el servicio de los ángeles de Marcos con el ayuno absoluto que consignan los otros evangelis­tas?. Además, Marcos es el único que habla de la compañía de las bestias.

Los relatos de Mateo y Lucas dependen indudablemente de Deuteronomio 8. Por el contrario, no se puede probar lo mismo para Marcos: desierto, tenta­ción y número cuarenta aparecen frecuentemente unidos en toda la tradi­ción bíblica y no sólo en este texto de Deuteronomio. Más que a éste, Marcos 1,12-13 parece remitirse a la tipología de Adán que en el paraíso vivió en compañía de animales y allí fue tentado. La tradición judía sobre Adán, por su parte, conoce también la presencia de ángeles servidores que daban de comer y beber a los primeros seres humanos. Quizás desde este texto de Mar­cos se desarrolle el concepto lucano de Nuevo Adán que hace al tercer evan­gelista modificar las tentaciones y que le lleva a colocar entre Bautismo y Tenta­ciones una genealogía que se remonta hasta el primer Hombre.

En todo caso, en los dos tipos de relatos se trataría de un hecho que se presenta interpretado con ayuda de elementos tomados del Antiguo Testa­mento. Gracias a ello el relato sirve para salir al encuentro de cier­tas expectativas mesiánicas corrientes en el tiempo de Jesús y que seducían también a sus seguidores. Tiene, por lo demás, un interés parenético que quiere hacer recordar al cristiano que Satanás procurará por la tentación apartarlo del camino emprendido. Su unión con el Bautismo responde a un esquema que encontramos en la catequesis de Pablo de 1 Cor 10,1-13.


2. NIVEL HISTÓRICO

2.1. Imperio romano y Reino de Dios

Con el pretexto de frenar las ambiciones imperiales seléucidas, prime­ramente, y de Mitríades y los partos, posteriormente, Roma se apodera del Reino judío y de los pequeños principados árabes de la región.

Sea indirectamente por medio de un rey vasallo, o directamente a tra­vés del gobierno de los procuradores, Israel formará parte del Imperio a partir del año 63 a.C.

Después de los disturbios de las guerras civiles, comienza con Augusto el período llamado de la "pax romana". Desde ese momento, en Palestina, por la acción de Herodes el Grande comienza el reacomodamiento de las variables sociales en orden a colocarlas al servicio del interés imperial.

Se desarrolla un sistema de caminos que busca integrar la Palestina a la red del comercio internacional. Se exportan hacia Roma artículos de lujo: bálsamo, en primer lugar, pero también tejidos de lino y seda manufacturados en Galilea y trufas de Judea. Se emprende una enérgica actividad constructo­ra cuyo resultado son nuevas ciudades como Cesarea de Filipos y puertos como el de Cesarea Marítima. Dichas construcciones, sin embargo, se realizan en la periferia del país, visto el fracaso de la política de urbanización de los seléucidas y de su pretensión de integrar a Jerusalén a la red comercial helénica.

La sede desde donde los romanos prefieren dirigir su política es Cesa­rea Marítima, pero Jerusalén sigue ocupando un lugar central en la estructu­ración de la vida de la región. A ello se debe que durante la época crezca y que su crecimiento obligue a edificar fuera de sus murallas.

El traspaso de bienes al país, fruto de las donaciones de los judíos de la Diáspora, aprovecha casi exclusivamente a la capital y, sobre todo, a la clase dirigente que hace ostentación de sus riquezas. Por otra parte, cuantiosos bienes se dedican al pago de productos de importación: Muchos de ellos están destinados al uso cultual (cedros del Líbano y seda para el santuario) pero también se importan minerales y otros artículos de lujo como seda y especies provenientes de Babilonia y de la India.

Herodes efectúa innumerables confiscaciones a costa, sobre todo, de sus adversarios políticos. Las tierras confiscadas fueron vendidas poste­riormente por los romanos. Estas y otras ventas debidas al endeudamiento de pequeños propietarios produjo una progresiva concentración de propiedades. Por otra parte, las ganancias de la exportación de cereales a las ciudades helenísticas próximas y de bálsamo a la metrópoli imperial queda en las pocas manos de los detentores del poder político.

Herodes aplica una dura política fiscal. Igualmente los romanos impo­nen diversas cargas: "tributum soli" a las propiedades, "tributum capitis" a las rentas inmobiliarias, el tributo a los peregrinos, etc.

Dentro de la nación judía, sometida al poder imperial, el vértice de la pirámide social es ocupada por los saduceos que colaboran con la política de Roma y aceptan la integración de Israel al Imperio con leyes propias que debían ser aplicadas severamente. Dichas leyes son para ellos solamente las consignadas en la "Torah escrita" de Moisés, interpretada por los sacer­do­tes. Se oponen a toda nueva fe y doctrina y a toda libre interpretación porque ello podría dañar los derechos y prerrogativas sacerdotales.

Organizado en torno al sumo sacerdote, este grupo estaba constituido por la aristocracia sacerdotal y los grandes propietarios de la nación y aunque las personas que desempeñaban el sumo sacerdocio no gozaban de esta­bilidad plena, la función permanecía en manos de un reducido grupo de fami­lias. El poderío económico de éstas iba en continuo aumento gracias a los privilegios anejos al cargo como eran, entre otros, las licencias de insta­lación de puestos comerciales.

Quizás los Herodianos fueran ciertos miembros de este grupo saduceo (por ello quizás Mateo 16,6 sustituye con saduceos el Herodes de Mc 8,15), como creen algunos, o, según otra opinión, de otros grupos judíos que apo­yaban las pretensiones mesiánicas de Herodes.

La dura política fiscal, la progresiva concentración de la propiedad y algunas calamidades naturales hicieron que la situación fuera experimentada negativamente por estratos cada vez más extensos de la población que se oponían a las pretensiones mesiánicas de Herodes desde las expectativas de las promesas referentes al Reino de Dios.

2.2. Diversos proyectos: fariseos, esenios y movimientos bautistas.

Las formas de las expectativas, sin embargo, diferían notablemente en­tre sí. Estas diferencias saltan a la vista al dirigir nuestra atención a distintos proyectos que arraigaban en las élites (Fariseos y Esenios) o en el pueblo (movimientos bautistas).

Los Fariseos se oponían al ocupante y a la dinastía de Herodes pero sin asumir un compromiso político activo. Procedían de todas las clases so-ciales y contaban entre sus filas a la mayoría de los escribas. Según su concepción, el Reino sería inaugurado por el Ungido esperado y debía ser preparado por una práctica escrupulosa de la Ley a cuyo estudio era nece­sario dedicar tiempo y reflexión. De ella formaba parte no solamente la Es­critura sino también la Torah oral. El fariseísmo era capaz de aceptar opi­niones contradictorias y en su seno encontraban acogida nuevas doctrinas.

La concentración en el estudio de la Ley, por otra parte, los llevaba frecuentemente a un cierto "intelectualismo" y a una conciencia de superio­ridad que despreciaba al "pueblo de la tierra", ignorante de algunas leyes referentes al culto. Estas, sobre todo las referentes a la pureza, debían ser aplicadas a toda la vida cotidiana y a ellas debía someterse toda la comunidad.

Los Esenios, conocidos por los escritos del Mar Muerto, estaban pre­sentes en toda la Palestina pero tenían su centro de actuación en "el de­sierto" dónde los sacerdotes desplazados, de la línea legítima de Sadoc, y laicos desterrados se retiraban en espera del Reino mesiánico, separándose del resto de Israel. Su anhelo de pureza les llevaba a multiplicar las a­bluciones y a evitar concurrir al Templo al que juzgaban contaminado. Se distinguían por una práctica rigorista de la Ley, que, según ellos, no debía ser deformada por la casuística de los escribas. Por ello, al ingresar a la comunidad debían confesar sus pecados. Marcados por la apocalíptica judía, esperaban la "señal" de Dios para iniciar el último combate en el que, uni­dos a los ángeles, destruirían a los impíos.

El cuarto evangelio (cf. 3,22-23.26) y el Evangelio de los Ebionitas (cf. Epifanio, Haer. XXX,XIII) presentan al Bautista más o menos con las mis­mas características: actividad bautista en el Jordán, concurrencia de la gente para ser bautizada.
Además de estos rasgos, la tradición sinóptica atribuye al Bautista otros que parecen proceder del ámbito de los esenios, como son: su predica­ción en el "desierto" unida a su género de vida, la cita de Isaías 40,3 y "la confesión de los pecados".

Las características mencionadas introducen una dificultad en los tex­tos de Marcos y Mateo con la identificación de "desierto" y valle del Jor­dán. También en la mente de los evangelistas se trata de dos lugares dis­tintos como muestra el desplazamiento inmediato de Jesús desde el Jordán al desierto. Quizás el motivo de esta atribución unida al paralelismo entre Juan y Jesús pueda ser debido a algún afán cristiano proselitista de la segunda mitad del siglo respecto a los esenios.

Frente a estos proyectos de la "elite" judía, las propuestas populares se canalizaban frecuentemente a través de los movimientos bautistas. Agrupa­dos o no en torno a un líder carismático, no daban importancia o se oponían abiertamente al culto realizado en el Templo y a los sacrificios sangrien­tos. Sus inmersiones en las corrientes de agua, que realizaban con vistas al perdón de los pecados, se distinguían notablemente de las abluciones de esenios y fariseos. A diferencia de éstos, se encuentra en el movimiento bautista una aguda preocupación por anunciar a todos la salvación, vista la proximidad amenazante del inminente Juicio de Dios.

2.3. Situación del pueblo de Galilea. Los Zelotes.

Las dificultades de la población arriba mencionadas se sentían de forma particularmente aguda en Galilea. A la desigual distribución de la riqueza se unía en esta región densamente poblada una excesiva explotación agrícola e ictícola de los recursos naturales. Crecía ininterrumpidamente, por ello, el número de marginados sociales: bandoleros, emigrados en bús­queda de trabajo, mendigos.

Junto a los problemas económicos descritos, el proceso de urbanización iniciado por Herodes significó para la región el ingreso de población de etnias diversas, introduciendo un elemento cultural que agravaba en muchos casos el carácter conflictivo de la existencia.

"Bandidos" pobres que originariamente encontraban asilo en las cuevas de Galilea dan origen al movimiento Zelota, representante de una religio­sidad violenta y rigorista que, finalmente, encuentra adhesión de todas las capas de la población cuando, en el año 66 d.C., la guerra con Roma parece inevitable. Intentando primero evitar la profanación de la Tierra Santa y haciendo justicia por su propia mano en temas referidos a la fidelidad o la infidelidad de sus compatriotas, paulatinamente su odio va desplazándose hacia el ocupante que profana el país y contra él emprenden la lucha armada. En ella, los zelotas tienen absoluta confianza en el auxilio divino a su causa y conciencia de que su compromiso bélico apresura la llegada del Rei­no.


3. NIVEL TEOLOGICO

3.1. La "conducción" de Dios como respuesta a las necesidades del pueblo.

Jesús sale al encuentro de la expectativas del pueblo con un anuncio que, desde el comienzo, tiene como contenido central "el Reino de Dios..." (cf.Mc 1,15), idéntico objeto de esperanza que el de los fariseos, esenios, zelotas y movimientos bautistas. Y con todos los grupos mencionados, a ex­cepción del de los fariseos, está convencido de su proximidad: "...se ha acercado"(ib.).

Este Reino, conforme a lo anunciado en el Antiguo Testamento, signifi­ca, ante todo, el ejercicio de la soberanía de Dios sobre toda la vida e historia de los hombres. Pero incluye también un ámbito en que dicha sobe­ranía se ejerce.

El carácter universal de este ejercicio de soberanía no puede ence­rrarse en intereses de grupo. Por ello incluye una Palabra que es "Buena Noticia" para todos y, de modo especial, para los desplazados de la estruc­tura social de los reinos humanos. En las primeras palabras que consignan Mateo y Lucas, Jesús se remite a Isaías para afirmar que su actividad se refiere "al pueblo que habitaba en tinieblas" (Mt 4,16) y que tiene como finalidad "anunciar a los pobres la Buena Noticia..., proclamar la libera­ción a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos" (Lc 4,1­8).

Esta condición universal del Reino anunciado por Jesús lo distingue netamente del Reino que esperaban los movimientos de la élite judía como fariseos y esenios. Al margen de las complejas prescripciones de la Ley de estos grupos y de complicados rituales a cumplir en el Templo presente o en un hipotético Templo futuro, propone a todos una salvación directa y senci­lla y, gracias a ello, conecta con el movimiento bautista en que comenzó su acti­vidad.

El paralelismo/oposición entre Juan y Jesús expresa la íntima conexión de éste último con los movimientos bautistas pero también su originalidad que lo separa en puntos claves de todos ellos, incluido el de Juan. La coin­cidencia inicial se transforma pronto en separación irreductible entre am­bos. La predicación bautista de un Dios vengador de las injusticias se con­vierte en propuesta de un Dios pacífico y no violento. El ofrecimiento de la gracia ocupa el lugar del juicio de Dios. Por ello, en la sinagoga de Naza­ret Lucas describe a sus compatriotas reaccionando: "extrañados que mencio­nara sólo las palabras sobre la gracia" (Lc 4,22, según la traducción de la "Nueva Biblia Española").

3.2. El mesianismo de Jesús

De esta nueva forma de comprender el Reino, se desprende una nueva imagen del Mesías que se espera. La negativa inicial de Juan a efectuar el bautismo del Ungido, según el relato de Mateo: "soy yo el que necesita ser bautizado por tí", lo mismo que el sentido de las propuestas del tentador expresan la idea de un Mesías cuyo poder lo coloca por encima de su pueblo. La respuesta de Jesús en ambos casos nos sitúa frente a un Mesías que se niega a colocarse al margen de la realidad en orden a dominarla.

Por ello, su Bautismo le significa asumir la existencia de la humani­dad pecadora. Lucas lo expresa señalando "cuando todo el pueblo estaba bau­tizándose, bautizado también Jesús" (3,21), y Mateo indicando que conviene que el bautismo sea realizado para cumplir "toda justicia" (Mt 3,15). Y las tentaciones nos presentan un ser en situación de necesidad y fragilidad, un Mesías que no está llamado a situarse en posición de superioridad sino a compartir la suerte de su pueblo.

3.2.1. El Rey Servidor

La voz del cielo da una clave interpretativa a esta nueva concepción del Mesías. Sus palabras retoman las palabras iniciales del salmo 2,7 "Tú eres mi Hijo" que se pronunciaban en el marco del rito de una entronización real. Pero la cita en los relatos evangélicos sobre el Bautismo (salvo en unos pocos manuscritos de Lucas) se interrumpe, siendo completada con ele­mentos tomados de Is 42,1, con los que se inician los poemas del Servidor sufriente.

Con ello, el Rey esperado asume la forma de Servidor solidario, llama­do a realizar el Reino esperado a través de un compromiso total con la causa de Dios y de su pueblo.

Se coloca por ello en íntima conexión la predicación de Jesús con la entrega de Juan: "Después que Juan fue entregado..." (Mc.1,14), "cuando oyó que Juan había sido entregado..." (Mt 4,12). El uso de este verbo da la po­sibilidad de enlazar el ministerio con la Historia de la Pasión de Jesús y con sus predicciones. El que trae las buenas nuevas y que con su presencia dice "reina tu Dios" (cf.Is 52,7) es el misterioso personaje "varón de do­lores" de los cánticos del Siervo.

3.2.2. El Hijo amado

La propuesta del diablo en la Tentación que tiene como escenario a Jerusalén presenta a un Hijo de Dios cuyo rasgo más característico consiste en que todos sus deseos son realizados por el Padre: "Si eres Hijo de Dios" (Mt 4,6; Lc 4,9). Por el contrario, los textos evangélicos presentan un Hijo sujeto al deseo del Padre y que acepta las condiciones de duración, lentitud y tiempo en que se desarrolla la existencia humana. En el relato de las Tentaciones, Jesús rechaza la tentación de un diablo que presenta rasgos de la concepción zelo­ta, y la rechaza presentándose como el Hijo de Dios que descubre su camino identificándose con el querer del Padre ayudado por la Palabra de la Escri­tura: "Está escrito...". Su preocupación por el querer del Padre queda reve­lada en su oración que tiene lugar antes de ser bautiza­do (Cf.Lc.3,21).

La singularidad de su ser aparece claramente señalada en el bautismo. En primer lugar porque cuando se abren los cielos se reanuda el diálogo que se había interrumpido desde hacía dos siglos. Rompiendo este largo silencio de Dios, reaparece la profecía y el Espíritu que animaba a los profetas. La misma convicción se transparenta en el episodio lucano de la sinagoga de Nazaret: "El Espíritu del Señor está sobre mí" admite como única interpre­tación que "esta Escritura que acabáis de oír se ha cumplido hoy". Pero so­bre todo, porque en el Bautismo desaparece la separación entre cielo y tie­rra y con esta revelación apocalíptica se produce un corte de la historia de Israel que en Lucas se expresa por el retiro del Bautista antes del bautis­mo. A partir de este momento sólo a través de Jesús se pueden comunicar revelación y conocimiento. La acción de Jesús da comienzo al "hoy"(Lc 4,21) del cumplimiento definitivo.

3.3. Relaciones liberadoras instauradas por el Mesías

3.3.1. Justicia y Juicio

Esta revelación y conocimiento comunicados por Jesús suponen el cum­plimiento de toda justicia, como señala Mateo.

El juicio futuro esperado por esenios y bautistas sigue presente en el horizonte en cuanto toda palabra y acción humana queda bajo el discernimien­to divino. Pero el centro de atención se desplaza al "hoy" mencionado, a un presente dirigido íntegramente a la búsqueda de la justicia del Reino, a la realización de la voluntad de Dios en la vida de los hombres. Un tiempo en el que no corresponde aún realizar la separación entre buenos y malos, jus­tos y pecadores. El hacha en la raíz del árbol deja así lugar a la luz para un pueblo en tinieblas, el fuego que destruye cede paso a un amanecer para los que habitaban en paraje de sombras de muerte.

Justicia, según esta perspectiva, consiste, más allá de complicadas prácticas legales y rituales, en adecuar la propia voluntad al designio de un Dios salvador, designio que cumple lo expresado en la Ley y los Profetas "no penséis que he venido a abolir...sin que todo suceda" (Mt 5,17-18) ya que en ese cumplimiento se puede realizar la petición "que venga tu Reino que se haga tu voluntad en el tierra como en el cielo" (las cursivas indican idénticos verbos en ambos textos).

Esta justicia, entendida como realización de la voluntad de Dios y superior a la de los escribas y fariseos, es la condición y el medio para el ingreso al Reino de Dios ya presente, como aparece en la felicidad de los que sufren persecución habiendo abrazado su causa.

3.3.2. Superación de relaciones opresoras: las tentaciones

A partir de la llegada del Reino es posible realizar una vida en que la obediencia a Dios lleve a una relación de comunión con los demás hombres. La desobediencia al designio salvador de Dios se ha cristalizado en el mundo creando entre los hombres relaciones opresoras en el triple orden de lo económico (pan), político (reinos de la tierra), religioso ("milagro"). Sólo su rechazo en las Tentaciones hace posible la creación de un orden más huma­no que destruya esas relaciones opresoras a partir de la existencia de un nuevo poder. El relato de las tentaciones puede así conectarse en el primer evangelio con su perspectiva del tiempo pascual en que el Resucitado podrá afirmar: "se me ha dado todo poder..." (Mt 28,16) y en que a los hombres se ofrece la posibilidad de convivir como con-discípulos preocupados sólo en cumplir todo lo que Dios, por medio de Jesús, ha mandado.

3.3.3. Nuevas relaciones individuales y sociales

De esta forma, es posible el desplazamiento desde una existencia cen­trada en la búsqueda de poder y de codicia hacia una vida abocada íntegra­mente al servicio. La realidad de "ser entregado" de Juan anticipa la pro­clamación de la Buena Noticia en cuanto es posible, desde ahora en más, su­perar el binomio "dominar-ser dominado". El Reino puede comenzar a ser ac­tualizado en cada momento de la historia humana, y dicha actualización se hace desde la estructuración de la propia vida a partir de un nuevo tipo de relaciones, en las que al ejercicio de la soberanía de Dios corresponda el ámbito de todos aquellos que la aceptan en su vida.

Las exigencias de la predicación del Bautista que, según Lucas, exige a todos "repartir con el que no tiene" y que se traduce para los publicanos y soldados en exigencias específicas dentro del mismo orden, adquieren un nuevo sentido en vistas al Reino que se acerca.

No se trata de una preparación para adquirir, con el arrepentimiento y el bautismo, la salvación de la condenación inminente, sino el acto de acep­tación gozosa del Reino de Dios, obra de la gracia, capaz, por ello, de crear así mismo espacios de gracia a su alrededor.

Este Dios de la gracia posibilita así una existencia construida en torno a su gracia y la misericordia. El sentimiento de haber recibido todo de Dios asegura, por un lado, el llamado al arrepentimiento personal y, por otro, la aceptación alegre del otro, descubriendo detrás del aparente compe­tidor que amenaza el bien propio, al hermano con quien se puede construir una existencia libre de temores. A partir de ella surge una identificación con aquellos cuya única fuerza reside en la propia debilidad y que pone en cuestión el poder de los jefes de este mundo.

3.3.4. Nueva creación y Nuevo Adán

Las nuevas relaciones instauradas por la acción de Jesús ofrecen la posibilidad de la realización de una nueva creación. La imagen del Espíritu "como una paloma" debe relacionarse con Gn 1,2. (ver recuadro).


UN TESTIMONIO DE LA EPOCA EVANGELICA

"Contemplaba yo el espacio de las aguas superiores y las inferiores, y entre ellas sólo hay un espacio de tres dedos como suele decirse. Y el Espíritu de Dios se cernía sobre la faz de las aguas como una paloma incuba a su cría sin tocarla"

Ben Zoma, B.Hag., 15a.
(Citado por V. Taylor, "Evangelio según S.Marcos", p.173)

A esta nueva creación corresponde la existen­cia de un Nuevo Adán capaz de vencer egoísmos y codi­cias que se vislumbra en el relato de las tentacio­nes según Marcos y al que parecen apuntar algunas modificaciones que en su texto base introduce Lucas. Y sobre todo aparece claramente en la genealogía que conecta a Jesús con el primer hombre y a través de él con Dios.

3.4. Aceptación de la conducción de Dios.

Las exigencias del anuncio del Reino se expresan en el llamado al cam­bio de vida: "Convertíos". Más allá del sentido helenístico de "cambiar de opinión", el término (metanoeín: cambiar de mente) remite al lenguaje profé­tico indicando la exigencia de un giro radical de la vida en la que una nueva práctica se une a un nuevo pensamiento.

Este cambio de vida abre el camino a la posibilidad concreta de la fe: Creer en el Evangelio significa asumir una actitud de confianza vital por la que se cree al Mensajero y a la Buena Noticia, una actitud en que, por el cambio de pensamientos y acciones, el hombre se vuelve totalmente a Dios y busca hacer realidad sus proyectos en lo individual y en lo social, en lo privado, y en lo público. Creer que es posible ya desde ahora abrirse a una nueva perspectiva en que "el tiempo se ha cumplido" (cf.Mc.1,15) y con la que llega a su plenitud el designio salvador de Dios.




CLAVE CLARETIANA

UNGIDOS PARA EVANGELIZAR A LOS POBRES

"Jesucristo nuestro Señor, enviado por el Padre y hecho hombre de la Virgen María por obra del Espíritu Santo, fue ungido por el mismo Espíritu para evangelizar a los pobres. Entregado por entero a las cosas del Padre, predicó la Buena Nueva del Reino" (CC. 3).

"El Hijo ungido para evangelizar a los pobres -cf. Lc 4,18-. «De un modo muy particular me hizo Dios nuestro Señor entender aquellas palabras: 'El Espíritu del Señor está sobre mí, me ha enviado a evangelizar a los pobres y a sanar a los contritos de corazón' -cf. Is 61,1-». Este texto apropiado por Jesús, hace descubrir a Claret para sí y para sus misioneros, la unción profética y la evangelización de los pobres. Cristo es, para el Fundador, el Siervo-Profeta, ungido por el Espíritu para predicar la Buena Nueva. La misión profética constituye la médula de la experiencia apostólica de Claret; es la fuente de su inspiración. Como los profetas están siempre atentos y pendientes de Dios y de los hombres, Claret vivirá su vocación misionera con esa preocupación por prestar sus esfuerzos a la salvación de los demás." (MCH 58).

Desde una plena conciencia de nuestra misión, deberíamos releer estos textos del Evangelio y preguntarnos sobre la expresión concreta que damos en nuestras vidas a la unción del Espíritu. La fidelidad a la vocación recibida se mide por el grado de compromiso en el anuncio del Evangelio y, más parti­cularmente, del anuncio del Evangelio a los pobres. Además, como nos dice SP 16.4, sin una solidaridad concreta con los pobres, nos será imposible com­prender el mensaje de Jesús. Los comienzos del ministerio de Jesús nos ayu­dan a captar el sentido pleno de esta afirmación. Los pobres "nos evange­lizan", como evangelizaron a Claret y a tantos claretianos a lo largo de la historia de la Congregación.




CLAVE SITUACIONAL


1. Los "imperios opresores" de hoy basados en la economía, en la tecnología, en la posesión del potencial militar y hasta en la capacidad de condicionar el pensamiento (con sus tristes consecuencias de muerte, opresión, destruc­ción de culturas, de minorías) están trayendo a la historia del mundo las condiciones adecuadas para un extraordinario autoritarismo. Al mismo tiempo hay un gran desorden mundial, hay conflictos y guerras y una debilísima legitimación de las instituciones supranacionales, y la ONU entre las primeras. ¿Qué aspectos de la experiencia de Jesús, al comienzo de su ministerio, resaltan más en una lectura de la misma desde el contexto actual?

2. En este contexto es evidente la multiplicación de figuras que se acredi­tan como portadores de un sentido y de una salvación, creando fugas hacia lo irracional y hacia la inhibición social.

3. También la Iglesia puede ser objeto de la tentación (acentuada con fre­cuencia por grupos intolerantes en su interior) de complacerse de sus pro­pias glorias, de ponerse en el centro y de darse prioridad, no aceptando el papel marginal que le impone la sociedad actual, no reconociendo en esta situación la llamada a asumir el papel de Cristo humilde y servidor. ¿Cómo experimenta la tentación hoy nuestra Iglesia local?

4. El diálogo con las religiones. De los encuentros esporádicos y ocasiona­les con personas de otras tradiciones religiosas, fuera de las grandes expe­riencias de Africa y de Asia, se ha pasado a una mayor intensidad en el contacto con estas personas. ¿Qué responsabilidad tenemos en el anuncio del Evangelio en este contexto de cambio? ¿Nos conforta en este compromiso la persuasión, que surge de la fe, que nos invita a acoger como reflejo de "aquella Verdad que ilumina a todos los hombres" todo lo bueno que se en­cuentra en el corazón de toda persona y en las diversas tradiciones religio­sas?



CLAVE EXISTENCIAL

1. Las tentaciones que acosan nuestra vida personal, comunitaria y congrega­cional tienen el peligro de vaciar el sentido de nuestra presencia tradu­ciéndola de modo opresivo en los demás:
- el "poder de la conquista de los otros"
- el espejismo de los "éxitos"
- el sentimiento de omnipotencia
- la seguridad manifiesta de "estar de parte de la verdad"
- la colonización de los territorios, de los grupos, de las personas entorno a nuestro modelo
- el poder del dinero (personal, comunitario, institucional)
- el poder de las "maravillas" debidas a nuestro éxito religioso que corre el peligro de banalizar el misterio de la locura de la cruz
- la fuerza de la organización para contar más
- el abandonar todo porque no se ven resultados

2. Nuestra identidad claretiana. Para revisar la dinamicidad del carisma claretiano sugerimos dos preguntas:
- ¿Estamos atentos a la "movilidad" del mundo, a sus continuas transforma­ciones sociales, económicas, culturales, religiosas, étnicas? Todo esto requiere un entrenamiento en la flexibilidad mental, una apertura y una capacidad de lectura de las nuevas realidades.
- ¿Nos desgastamos en la creatividad, que es la capacidad de producir y llevar a cabo acciones aún en situaciones precarias, aparentemente sin de­sembocadura, adecuándonos al contexto y esforzándonos en entender el problema?

3. Los comienzos de la historia personal como discípulo de Jesús en una revisión personal; ¿qué Mesías proyectamos con nuestra vida y ministerio?




ENCUENTRO COMUNITARIO

1. Oración o canto inicial.

2. Lectura de la Palabra de Dios: Lc 4,14-21

3. Diálogo sobre el tema I en sus distintas claves.
* Recordar lo que se ha indicado en el folleto PRESENTACION acerca del encuentro comunitario.
* Tener presentes las preguntas formuladas dentro de las pistas que se ofrecen para las claves situacional y existencial.

4. Oración de acción de gracias o de intercesión.

5. Canto final

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