viernes, 19 de noviembre de 2010

CAPÍTULO VIII EL CULTO Y LA DEVOCIÓN A LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA

CAPÍTULO VIII
EL CULTO Y
LA DEVOCIÓN A LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA
[Antonio Orozco Delclós, Introducción a la Mariología]

El culto debido a la Madre de Dios

El culto es un honor que se tributa a una persona superior a nosotros. El culto rendido a los servidores de Dios honra a Dios mismo, que se manifiesta por ellos y por ellos nos atrae hacia Él. El Concilio de Trento así lo ha definido contra los que ven en el culto a los santos un modo de superstición [1].

Por tantos motivos es justo que Nuestra Señora sea objeto de una veneración singularísima. «Si se veneran todos los justos, ¿quién es el que no alabará a la fuente de la Justicia y al tesoro de la Santidad? Ni la lengua de los hombres, ni la mente de los Ángeles, que es la más sublime del mundo, pueden dignamente ensalzarla» [2].

Al constituir Dios a su Madre en la cima de la santidad, llenándola de gracias, nos expresa su voluntad de que la honremos en cuanto nos sea posible. Alabar a María es alabar al Hijo y, por El, a la Trinidad Santísima: ¿qué hijo no se goza en que honren a su madre? ¡Cuánto más Jesucristo que, siendo Dios, ama a su Madre más que todos los hijos del mundo! Se comprende bien aquel grito de alabanza a la Virgen María que sale de los labios de una mujer anónima interrumpiendo un discurso de Jesús: «Sucedió que, estando él diciendo estas cosas, alzó la voz una mujer de entre la gente, y dijo: ‘¡Dichoso el seno que te llevó y los pechos que te criaron!’»[3]. Es el comienzo de una cadena de alabanzas ininterrumpida que continuará por los siglos y en la eternidad: «Dijo María: ‘Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador. Porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada...’» [4]. Ningún buen hijo de Dios querrá ausentarse de este coro innumerable que alaba a Dios del modo más entrañable y agradable al Hijo: alabando a su Madre, que es también Madre nuestra.

La Iglesia enseña que ha de tributarse a

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